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Satélite

Decir que lo sucedido en la zona de los "matones" fue una matanza era poco, no hubo muertos en realidad, pero era como si en realidad las personas en el suelo con heridas y sangre brotando de ellas lo fueran.

El no era como ellos.

No era un asesino.

No mataba por gusto.

Pero sabía que había algo peor que la muerte.


Aquel que quedo consciente temblaba de miedo removiéndose en el suelo sobre su propio orín por el miedo y terror por la persona delante de él, quien acabo con todos los duelistas y no duelistas del lugar, quienes le recibieron entre risas y burlas preguntando por su buen amigo, y la fogata que le dejaron de regalo.


Yugo les observo como desde arriba, con arrogancia, demostrando un terror que el ser humano desconoce.

—Piedad... ¡Piedad! –suplico arrastrándose, pero aquella gran sombra sobre su indefensa y temblorosa vida le demostró que hay otras formas de hacer caer a la gente en la desesperación, el miedo y la locura.


La policía no creía lo que veía.

Aquellos hombres de fuerza bruta e inquebrantable carácter pedían protección de aquella "bestia" que los ataco, del miedo incluso habían olvidado quien fue el causante de ese terror dentro de sus mentes que no les dejaría dormir.

Una bestia de grandes y afilados dientes, un aliento gélido, esos ojos petrificantes y una presencia imponente que los dejos marcados para siempre.



Satélite contó con un encapuchado que hizo caer uno por uno a todos aquellos que buscaban pasarse de listos, sean guardias, policías o los usualmente matones y ladrones que causaban daños a otros quienes tenían un sustento justo para los suyos.

El sitió fue aun más limpio de todo ese tipo de gente desde que Yusei y él lo hicieron, pero esta vez les quedaba muy en claro que jamás volverían a ser las acciones que hacían, y que desde ese momento buscarían por medios justos como el resto.



La D-Wheel recorría aceleradamente los conductos de basura después de saber los horarios en los cuales se cierran los conductos y se abre la puerta para su limpieza, era su momento de salir de ahí e ir por lo que tenía que hacer.

Después de todo cumplió su palabra y ahora podía continuar con lo suyo.



Luces.

Demasiadas luces, anuncios, publicidad.

Gente.

Mucha gente aun siendo de noche.

Risas, alegría, voces.

Yugo se sentía ajeno a ese lugar, sus ojos deslumbraban una luz propia que vistos directamente podían asustar a cualquiera.

Logro hacerse de una habitación donde tomo una ducha y descanso del peso en sus hombros y poder dormir sin importar el ruido de afuera.

Habían pasado tantos días y noches cazando a la gente que aquella noche cayó rendido.

Sin mencionar que el dolor dentro de su pecho seguía doliendo y lastimando, y en esa noche fue como si hubiese desaparecido para hacerle descansar.



22/09/2023

KyōdaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora