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Verano, época en donde el bosque lucía mucho más verdoso, lleno de vida vegetal y animal. Los herbívoros salían en busca de pasto fresco después de la llegada del alba. Las aves entonan su canto y los depredadores están al acecho de su primera comida del día. Un río, en dónde el agua yace manso y lo animales se acercaban a beber en total confianza, pero esa mañana, aquellos animales huían despavoridos despues acercarse a la orilla. Tal como el venado que no dudó en correr por su vida.

Soltó un suspiro resignado. Bajó su arco y flecha al ver huir por quinta vez a su presa. Ya fuera de paciencia, salió de entre los arbustos, dejando ver su apariencia aunque nadie aparte de él estuviera ahí. Caminó entre la arena blanca bajo sus botas. Su cabellera larga, sujeta en una coleta alta, se balanceaba al caminar. Su piel bronceada deslumbrante bajo el sol. Sus cejas espesas encogidos por el frunce. Su mandíbula remarcada, su nariz recta y sus ojos en crema. Todo en su apariencia era llamativo por su atractivo que conservaba a pesar de los años. Y es que cómo cultivador de un núcleo, los años para envejecer eran lentos.

Antes de la llegada del alba, decidió optar por salir a cazar luego de permanecer tres meses aislado, tratando de recomponer sus emociones en medio de su soledad. Trató de purificar su mente de cualquier pensamiento que estuviera relacionado con la mujer de quien no había dejado de amar. Al principio cazó algunas aves, también ardillas, pero ya cansado de obtener presas pequeñas, decidió por algún animal más grande, quizás por un jabalí o un venado. Esperó cazar un animal de mayor tamaño cerca del lago, más no esperó encontrar a una persona medio ahogada, decía medio, porque al tomar su pulso notó que aún seguía con vida.

Sacudió su cabeza, algo irritado por su fallida caza, y preocupado por lo débil que era el pulso en esa persona. De este lago hasta su casa había una gran distancia lo cual complicaría llevarlo, pero tampoco podía dejarlo ahí, corría el riesgo de ser comida de algún depredador o morir antes de eso.

Que molestia.

Tiró de los brazos del cuerpo hasta sacarlo del agua para llevarlo a la sequedad de la arena. Al lograrlo, soltó los brazos y descansó un momento. Miró el lamentable aspecto de ese joven. La túnica roja que llevaba estaba rota en cada parte de su cuerpo dejando expuesta grandes cortes con sangre viva. En su mejilla y frente había grandes moretones provocados por fuertes golpes. Su cabello era todo un desastre, hecho nudos y cómo tocado final tenía enredado hojas y algunas astillas, además, su cabello cubría una parte de su rostro no dejando en claro su apariencia.

Una apariencia casi conocida a sus ojos.

Se puso en cuclillas y con su mano retiró los mechones anudados. Su corazón dio un vuelco que sacudió todo su cuerpo en un instante. El oxígeno no llegó a sus pulmones debido a su estupor. Creyó ver la viva imagen de la mujer que amó, pero al sacudir la cabeza al no querer creer en ello, cayó en cuenta que aquella persona no era su Omega destinada, pero su parecido, tanto en sus pestañas largas y espesas, su labios carnosos, sus cejas rectas, y la forma de su rostro lo hizo creer en la posible identidad de aquel joven. Sin embargo, no era momento de suponer.

Volvió a sacudir su rostro quitando parte de su alucinación. Levantó el cuerpo del joven de los brazos, se puso delante del cuerpo inconsciente y lo dejó caer sobre su espalda. Se agachó un poco para reducir su estatura y poder levantar al joven de los muslos. Dio un leve brinco para poder dar la última acomodada en el joven sobre su espalda. Como resultado, la cabeza del joven descansaba sobre su hombro dejando todo su peso sobre el más mayor. Recogió su arco y flechas que dejó tirado en la arena para poder continuar lo más rápido posible, porque este viaje iba ser largo. Un mal día para haber olvidado su espada.

Descendiente De La Fuerza Y Pureza | XichengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora