Las Vegas|Joseph Quinn

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Luego de la larga velada, Joe decidió que debía hablar contigo, disculparse; debían arreglar las cosas. Se arrepentía infinitamente de lo que te dijo. Se había enfadado, y mucho, pero luego de un par de tragos y de pasar varias horas junto a un montón de personas con las que tenía que estar aparentando, se dio cuenta del gran error que había cometido al dejar a su ego actuar por sobre sus emociones.

—Gracias, buenas noches. —Se despidió Joe del conductor mientras bajaba del auto. Suspiró profundamente al ver las puertas del edificio, ¿qué te diría? ¿Qué podría ser lo suficientemente convincente para que pudieras perdonarlo por ser un imbécil? Definitivamente sería bastante complicado.

Mientras subía los escalones e intentaba acomodar sus ideas en su cabeza, se dio cuenta de lo mucho que te había descuidado. Agradecía de todo corazón que siempre lo apoyaste en su carrera, en su trabajo, tu le habías permitido decidir si quería esa vida o no; nunca estuvo obligado a casarte contigo, ni siquiera le insististe que estuviera en la vida del bebé si así él no lo quisiera, ¡era un idiota! Él había decidido amarte, que estuvieras a su lado y había sido una de las mejores decisiones que había tomado, y ahora, lo había arruinado todo.

Joe se adentró en el departamento, notando lo oscuro y silencioso que estaba. Fue ahí que temió lo peor, no estabas ahí. Te habías ido. Se apresuró, casi corriendo hacía la habitación que compartían, ahí fue cuando confirmó sus sospechas, no estabas ahí. Sintió un hueco en su pecho y se dejó caer sobre la cama, sentándose en una de las orillas, dándose cuenta de lo silencioso y triste que era aquel lugar si no estabas ahí.

—Eres un idiota Joseph—Murmuró para si mismo mientras suspiraba.

En ese momento escuchó su celular sonar en el bolsillo de su pantalón, esperanzado se apresuro a tomar el teléfono en su mano, esperaba que fueras tú; en cuanto vio la pantalla iluminada se dio cuenta que era un número desconocido, pero aún así tenía la esperanza de que fueras tú, así que decidió contestar.

—¿__? —Preguntó en tono esperanzado.

—Um, no. Soy Jenny, su amiga, ¿me recuerdas? —Joe sintió como el aire de sus pulmones salía lentamente, llenándose de decepción al no escuchar tu voz; se preocupó poco después, ¿qué hacía la amiga de __ llamándolo a él?

—¿__ está bien? —Preguntó en tono preocupado. —Supongo que debes saberlo, pero discutimos está noche. Creo que ambos dijimos cosas que no queríamos y debes estar odiándome; eres su mejor amiga, claro que debes odiarme—Joe empezó a divagar—Pero necesito hablar con ella, disculparme por todo... —Joe se detuvo porque Jenny lo interrumpió.

—Joseph, escúchame. Ven al hospital, estamos en el del centro de la ciudad, no te puedo decir más, solo apresúrate. —Jenny no explicó nada más, terminó la llamada, dejando a un Joe mucho más preocupado y ansioso.

No lo pensó dos veces, tomó sus llaves y salió de ahí corriendo. Por su cabeza atravesaban un millón de ideas, cada una peor que la anterior. Solo le pedía al cielo que tú y la bebé estuvieran bien; no sabía como se lo perdonaría si algo malo ocurría con ustedes.



















—¿Qué pasó?—En cuanto Joe divisó a Jenny se acercó. Ella lucía muy cansada, pero estaba ahí sola en una sala de espera, no había rastro de ti por ningún lado.

—Cálmate, ella está bien—Jenny se puso en pie al ver a Joe, podía jurar que hace unas horas se veía sumamente bien, pero ahora lucía agotado, preocupado y ansioso.

—¿Puedes decirme que pasa, por favor? —La paciencia de Joe se estaba acabando, sabía que Jenny era tu mejor amiga y que nunca haría algo para que te afectara, pero él merecía saber como estabas y ella se estaba tardando demasiado en decírselo.

One Shots Joseph Quinn|Eddie Munson (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora