Capítulo 4

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ZORO

Caminaron en silencio. Si Sanji notó su presencia, lo ignoró por completo. Ni siquiera giró a verlo ni una sola vez. A este punto, Zoro se preguntó por qué seguía detrás de él. Estaba cansado y solo quería dormir, pero algo le decía que siguiera acompañando al rubio.

La noche era realmente oscura. No había luna ni estrellas y para colmo, el camino que había elegido Sanji estaba desierto, solo árboles a su alrededor. Si mal no recordaba, era la misma ruta que tomaron hacía el pueblo en la mañana. Sin embargo, la oscuridad había cambiado el paisaje totalmente. Cualquier persona se perdería. No él, por supuesto.

Miró hacia su compañero. Su cabello rubio era lo único brillante esa noche. Le recordaba a los hilos de oro, debían ser muy suaves. Quería tocarlo. Acariciarlo. Pero, demonios, eso sería tan raro. Lo mismo le ocurría con su espalda. Tenía esa curvatura hacia dentro que solo lo hacía querer...No sabía con exactitud qué quería hacer. ¿Hundir sus dedos? Sí. Quería recorrer con su mano la suave curvatura que acababa justo encima de ese trasero tan respingón.

A pesar de lo que solía escuchar de sus compañeros, no era un monje. Era un hombre adulto con necesidades y sabía lo que le gustaba. Muchos preferían los pechos, él era más de traseros. Y era imposible que no se fijara en un trasero así. Tenía ojos, y si el trasero era bonito, poco importaba si era de una mujer o de un hombre. Y eso no le hacía menos heterosexual, por supuesto.

Sí, había días que solo quería darle una buena palmada a esas nalgas. Pero era culpa de Sanji, él era el que se ponía esos pantalones de traje tan apretados a la cadera. Dios, le picaba la mano.

Llegaron al pueblo, concretamente, a una pequeña taberna. Sanji entró, y justo cuando él lo iba a hacer, escuchó un den den mushi dentro de la chaqueta. ¿Cómo había llegado allí?

-¿Sí?

-Zoro, soy Nami. ¿Dónde diablos se metieron? Estuvimos esperando en el barco.

-Aún estamos en el pueblo. Hubo complicaciones, pero está todo bien.

-Está bien. Igual decidimos quedarnos hasta mañana. Aún así, creo que es mejor que los dos se queden en algún hotel. La zona está llena de marinos, es peligroso volver al Sunny.

-Nos diste una miseria, no nos podemos permitir un hotel.-Escuchó la risa de bruja que tenía Nami al otro lado de la línea.

-A ti te di una misera. A Sanji le doy el doble que al resto, él si compra las provisiones que necesitamos. Pide algo y quédense en una habitación. Mañana nos vemos en la costa.- Iba a reclamarle a la pelinaranja, pero la llamada se cortó.

Otras veces había renegado por tener que pasar una noche entera con el cocinero. Pero, pensándolo bien, tendrían tiempo de hablar, reconciliarse y seguir siendo la mano derecha e izquierda de su capitán. Suspiró profundamente y entró a la taberna.

Hijo de puta.

Sanji estaba sentado en la barra con la sonrisa más estúpida que haya visto antes y una mujer hablaba con él. Estaban demasiado cerca, la mano de la mujer encima de la rodilla del rubio y este con, prácticamente, corazones en sus ojos.

Se movió hacia la pareja y puso su mano pesadamente en uno de los hombros de Sanji.

-Cocinero, vayámonos. -Dijo mirando hacia la mujer con el ceño fruncido.-Tú, desaparece.


SANJI

Sabía que Zoro lo estaba siguiendo. Sin embargo, no tenía ganas de enfrentarlo y mucho menos de decirle que se fuera. Así que dejó que lo siguiera todo el camino hasta la taberna. Supuso que fue un error, porque después de eso, todo pasó en unos cuantos segundos.

Odio y amor (Zosan +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora