SANJI
Un vaso se le resbaló. Por suerte, cayó en el lavabo y no se rompió. Aunque, sí salpicó bastante agua, dejando su camisa empapada.
-Maldita sea.- Sanji agarró un mantel para limpiarse. Todo por culpa del marimo. ¿Cómo pudo decir algo tan innecesario y luego irse como si nada?
¡Por supuesto que estuvo delicioso! Él mismo cocinó la carne toda la tarde al vapor, hizo el arroz tan suave que parecía mochi y agregó el wasabi que tanto amaba la cabeza de alga. Lo hizo con claras intenciones de que el idiota pensará en él, como venganza de hacerle lo mismo. Sobre todo después de su discurso de "hagamos como si nada hubiera pasado".
Ahora, esas palabras sobre la cena eran como si le hubiera sacado la carta de retorno del UNO. No paró de pensar en por qué las dijo. ¿Fue porque ayer le reclamó sobre su falta de etiqueta en la mesa? Acaso, ¿un consuelo por el rechazo del marimo? Já.
Si Zoro pensaba que él era el que estaba rechazando a Sanji, estaba equivocado. Sanji tampoco quería repetir aquel error. No quería. De modo que, no entendía porque estaba sonrojado.
Mierda.
**********
El siguiente mes fue el más surrealista de su vida. Nada había pasado. De hecho, ese fue el problema. Seguían en medio del mar, sin ninguna isla a la vista y nada que hacer. Es por eso que no tenía como distraerse de los recuerdos de aquella noche con Zoro. Cada escena regresaba a él una y otra vez. Dejándolo necesitado.
Al principio trató de despejar la mente cocinando. Hizo pasteles de siete pisos, cocinó banquetes como para un batallón, pescó y guisó tiburones enteros... Incluso, Luffy mencionó en el desayuno que estaba lleno. LLENO ¡Qué clase de dimensión era esa!
Cómo cocinar no le funcionó (estuvo a punto de hacer un rollo de carne bastante parecido a cierta parte del espadachín), decidió hacer mandados para Nami. Fue un error. Jamás se sintió tan esclavizado en toda su vida. Por supuesto, no se quejó ni una sola vez. Y no solo porque podía pasar el rato con su hermosa Nami. Lo cierto fue que le sirvió de excusa para salir de la cocina y pasearse por todo el barco, buscando cualquier ocasión para toparse casualmente con Zoro.
Siendo honestos, ver al tonto marimo lo tranquilizaba. Sobre todo porque consiguieron comportarse como siempre lo hacían. Cada vez que se cruzaban, bromeaban y peleaban, después, volvían a sus actividades cotidianas. Aunque suene ilógico, olvidaba por un rato todo lo sucedido. Esos eran los buenos días.
Los malos, eran muy malos. Como este día, por ejemplo. Sanji estaba cosechando las mandarinas de Nami, con un sombrero totalmente ridículo y con protección solar en su nariz. Sus manos estaban ocupadas trabajando, pero sus ojos se dirigían todo el maldito tiempo al peliverde, que estaba sudando como loco en la cubierta. Ya llevaba una hora entera haciendo flexiones. Sin parar. ¿Siquiera era humano?
Ciertamente, si fuera un demonio, eso no le importaba ahora mismo a Sanji. Sobre todo cuando estaba concentrado en el bronceado que estaba agarrando Zoro, en la forma lenta en la que el sudor le bajaba por la espalda y los brazos. O en cómo las venas de los antebrazos sobresalía, o en cómo-
-Sanji.- Giró asustado. Se encontró con Robin, que estaba sonriendo mientras le ofrecía una limonada con hielo, la cual Sanji aceptó y bebió de buena gana.
-Creo que deberías descansar un poco. Estás muy rojo.- dijo ella, señalando su rostro.- Pareces un tomate.
-Sí, es cierto.- Pasó una mano por su frente y se sorprendió por lo caliente que estaba.- Mejor voy a darme una ducha. Tigresa Robin, dile a Nami que el resto lo haré mañana, por favor.-La pelinegra asintió y bajó a los camarotes.
Sanji se dirigió al baño. Sabía muy bien que si estaba sonrojado no era por el calor del día. Hace un mes, habría negado rotundamente la auténtica razón. Ahora, aceptó con fastidio que Zoro lo calentaba.
Cerró la puerta. Con la tapa bajada, se sentó en el váter y abrió sus pantalones. Sí, sí era lo que parecía. Si no lo hacía, iba a explotar. Metió la mano dentro de su ropa interior y acarició su pene. Trató de imaginar una mujer de hermosas curvas, pero como todas las veces que trató desde lo ocurrido, falló. No ayudaba el hecho de que Zoro fue su primera experiencia sexual. No tenía con qué comparar, así que...
Solo podía ver al estúpido de su compañero, acariciando sus caderas, tal como lo hizo anteriormente.
*********
ZORO
Terminó su entrenamiento, completamente cansado. Sabía que ya era bastante tarde, porque el rubio idiota no estaba por la popa. Ya se había acostumbrado a verlo trabajar en el huerto de mandarinas, y sabía que cuando ya no estaba allí, era porque bajaba a hacer la cena.
Antes de que los llamara a comer, quería darse una ducha, así que subió al baño. Estaba a punto de abrir la puerta, cuando escuchó un quejido. Hasta debajo del mar podría reconocer de quién era. Sanji. Pero ¿qué le pasaba? Apego su oreja esperando escuchar algo más. Había sonidos como de golpes, más bien, como de chapoteos. Sanji seguía lanzando pequeños ruiditos más ahogados que el primero. Debía estar tapándose la boca.
Zoro recordó la última vez que lo vió hacer eso. El momento en el que cayó en cuenta de lo que estaba haciendo el rubio, abrió la puerta sin pensarlo. El escenario lo dejó boquiabierto. Sanji mordía su mano izquierda, mientras que la derecha trabajaba en su enrojecido miembro. Aunque parecía algo ido por el placer, paró todo movimiento al hacer contacto visual con el espadachín.
-Maldita sea, ¡sal de aquí, imbécil!- Agarró una toalla y trató de taparse, pero Zoro tomó su muñeca para detenerlo- ¿No me escuchaste? ¡Qué mierda haces!
No lo sabía. ¿Qué hacía? Su propias palabras "hagamos como si nada hubiera pasado", pasaron por su mente. Debía estar demente, él mismo propuso olvidar todo, y sin embargo, ahora solo quería volver a tocar a aquel cocinero pervertido.
-Escuchame.- Se acercó, acorralando al rubio en su sitio.- Podemos hacerlo otra vez, una vez más. Será la última. Para quitarnos esta tensión, ya sabes. -Sanji lo miró con el ceño fruncido, como si viera a un fenómeno.
-Mira, pervertido. Que quieras ponerme de nuevo las manos encima, no es mi problema. Bien por ti si lo disfrutaste, pero no hizo nada en mi. Así que despacio, vete a la mierda, musgo verde.- Sanji lo apartó bruscamente y se paró, comenzando a subir su ropa interior.
-¿En serio? Porque gemías mucho.- El rubio se detuvo. Lo miró con ira en sus ojos. No obstante, Zoro continuó.- Parecías una gata en celo. Y te viniste tan rápido,...debiste disfrutarlo mucho, ¿no?
-Maldito, he tenido mejor sexo.- Mintió.- De hecho, lo que hicimos ni siquiera califica como tal.
-Cuenta si te viniste.
-Bueno, te recuerdo que tú también lo hiciste... Oh, claro. De hecho, tú fuiste el que empezó.- Sanji sonrió de lado.- Seguro te vuelvo loco, tanto que no puedes mantener tu patético pene lejos de mi.
No era una mentira. Y ese mes no lo tuvo fácil. Verlo agachado en el huerto había sido uno de los mayores retos que tuvo en toda su vida. Sobre todo porque se ponía esos tontos sombreros que le parecían adorables, y que hacían un contraste matador con las camisetas de tirantes que dejaban ver su sexy piel blanca. Ese paisaje tan estimulante hizo que sus sesiones de entrenamiento fueran más largas de lo habitual, al igual que sus duchas de después.
Sin embargo, suspiró abatido. No iba a ceder ante el cejillas.
-Cualquiera con buen cuerpo me atrae, pero resultó que tú estabas aquí, desnudo. Eso facilita las cosas para mí.- Zoro empujó un poco a Sanji, hasta dejarlo contra la puerta del baño. Vio aparecer la rojez en sus mejillas- Tal vez, ¿pensabas en mí?
-No.- Sí.- Te lo repito, no fue bueno para mí, fue aburrido. ¿Quién pensaría en ello?
-Yo.- Dijo Zoro.- Cada vez que te veo solo puedo pensar en aquel momento. Así que déjame, por última vez, tocarte. Después, volveremos a nuestras vidas y podrás odiarme todo lo que quieras.- Tocó su mentón con la punta de los dedos, para luego bajar hasta su cuello.
-Puedo odiarte incluso mientras lo hacemos, marimo.- Sanji sonrió lascivamente. Fue una bandera verde para Zoro, que estiró su brazo y puso seguro en la puerta del baño.
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Odio y amor (Zosan +18)
FanfictionSANJI Desde que se unió a la tripulación de los Sombrero de Paja, se había dado cuenta de tres cosas. Uno, todos amaban su comida, excepto el marimo. Todos eran agradables con él, excepto el marimo. Tres, él era agradable con todos, excepto con el m...