C a p í t u l o 2

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C A P Í T U L O 2

COPYCAT- Billie Eilish

Había volado durante horas, vigilándola desde los cielos, deteniéndose cuidadosamente a observar cada paso de aquella joven hasta que estuvo segura en su casa, aun así, decidió esperar sobre la azotea del edificio contrario de donde ella vivía para tener una mejor visión y se quedó protectoramente por unos minutos más, hasta que las luces que apagaron, entonces Isaac pudo irse más tranquilo.

Se dijo a sí mismo un par de veces que solo se quedó para comprobar que el peligro estaba fuera de esa zona.

Ese era su deber, cuidar de los más débiles, de los humanos, para ser más preciso. Su trabajo iba más allá de torturar y matar demonios, u otro tipo de seres que a veces apetecían de molestar la tranquilidad de la tierra. Y otras, era cuidarlos de sí mismos. Esas eran las veces que solía ponerse de mal humor.

Los humanos eran tan...

Isaac tenía un saber bien aprendido, uno que adquirió a lo largo de las décadas de experiencia, es que esa raza humana tiene un gran enemigo: a sí mismo.

Resopló.

Y justificando su lección, decidió que dejar vivir a ese hombre, era un peligro para los débiles, en especial para las mujeres jóvenes. El hecho de que intentara abusar de ella dejaba mucho que desear en la fuerza y el poder del ángel. Necesitaba matarlo.

Isaac no era muy diferente a la especie que detestaba, pues a veces se dejaba controlar por sus impulsos y sentimientos. Las injusticias le provocaban una sensación de rencor y odio que quemaba exhaustivamente sus venas, y para desgracia de aquel que provocaba dicho malestar, era liberándose, acabando con ellos. Con las personas que físicamente no eran monstruos, pero que a veces oscilaban más terrores que cualquier ser del infierno.

La mente humana era un enigma compuesto por la envidia, avaricia, traición y la necesidad de destrucción.

Isaac sintió el familiar hervidero de sangre, respiró profundo y miró al cielo antes de desplegar las alas con rapidez y obligarlas a volar.

No tardó demasiado tiempo en localizar el lugar al que se dirigía, despegó en un callejón maloliente, guardó sus alas y sacudió las gotas de lluvia de sus hombros, se tomó el tiempo necesario para alisar su abrigo y comenzar a andar sin mirar a algún lado. Solo hacía su objetivo. Lo único que se escuchaba en el callejón eran las fuertes pisadas que daba, resonando por la ferocidad con la que él ángel caminaba.

Se cruzó con un par de vagabundos que no se atrevieron a mirarlo, inclinaron la cabeza y se detuvo, sonriendo con ese peculiar tirón de las comisuras que provocaban el efecto de hacer temblar a sus enemigos gracias a la potencia de aquel gesto. Lo hizo especialmente para uno de ellos.

—Cinco segundos —habló en voz baja. Isaac tenía un retorcido pensamiento con lo amenazante que resultaba hablar en ese tono, y qué él disfrutaba tanto. La amenaza silenciosa antes del golpe final le parecía excitante. Le gustaba jugar con el temor de los humanos —. Cinco segundos para que empieces a correr antes de que atrape y te deje caer a la altura de quinientos metros del cielo.

El vagabundo intoxicado en drogas no supo si la amenaza era causa de una alucinación, y tampoco se quedó averiguarlo. Abrió los ojos en gesto de sorpresa y luego le tembló la mandíbula, sus pies se enredaron por la angustia, haciéndolo tropezar y recomponerse rápidamente. Luego salió corriendo.

A Isaac le molestó que ese hombre ya ni siquiera se acordará de la pelinegra.

Sacó un arma, lento y sin prisas. A simple vista parecía un arma normal, a vista de un ángel: como un instrumento letal, porque en la antigüedad se creó el poder del dolor, después los líderes de resguardar la tierra lo utilizaron para su propio beneficio.

Las alas de un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora