C a p í t u l o 1 4

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C A P Í T U L O 1 4

Fuck, I'm lonely –Lauv, Anne- Marie.

Blair se pudo calmar cuando la tormenta cesó un poco, pero aun así toda la noche se mantuvo despierta por ratos. Dormía cada que su mente no podía soportar pasar más tiempo despierta o hasta que perdía la conciencia.

Ya eran dos noches en las que trataba de mantenerse lo más lúcida posible para no caer en completa desesperación y no caer en la locura que una situación así provocaba.

Reflexionó todas las situaciones por las que quería seguir con vida, y siguió luchando hasta el final. Blair, aunque no lo pareciera era de esas personas que amaban la vida en silencio, cada pequeño momento de alegría que provocaba que su corazón se hinchara de tanto amor. Así que no estaba dispuesta a rendirse, quería esforzarse un poco más.

La garganta se le cerró en un pequeño momento de debilidad, justo cuando en la media noche sintió el arma a su lado, lo que significaba una posibilidad de salir de ese lugar, no de la manera en la que ella había querido, pero todavía no lograba descartarla. No si las cosas se ponían peor, hasta que todas sus fuerzas la hicieran romperse.

Después apuntó hacía el cielo, donde su instinto le hizo ver que alguien la observaba.

Estaba enloqueciendo.

No había querido pensar en el incontrolable miedo y el pánico que le provocaba que alguien malo estuviera en ese mismo lugar, porque, con claridad, sintió como los bellos de su cuerpo se erizaban al sentir una presencia fuerte.

Era como si la estuvieran cazando..., o algo peor.

No lo sabía, y tampoco quería pensar en eso.

Sabía que, si esa presencia decidía matarla, lo haría antes de que ella pudiera jalar el gatillo.

No quiso imaginar lo que habitaba en ese templo solitario. Parecía que nadie había pisado el templo en años.

Cuando el cielo estuvo despejado de las nubes y solo quedó el olor a tierra mojada, Blair amaneció frustrada y hambrienta. Y necesitaba con urgencia ropa nueva, la sangre ya se había secado, el agua pudo disolver un poco de ella, pero las costras y la suciedad seguían pegadas a su cuerpo.

Volvió a escalar, una tarea, que ya era imposible, gritó hasta que su garganta ya no pudo soltar una palabra más, y gritó una última vez cuando sus piernas se debilitaron y quedó arrodillada.

Y después una rabia como jamás había sentido llenó sus venas, calando con fuerza y profundidad, tirando y tirando, llamando y llamando, hasta que, apretó los dientes, rasgó su piel por las caídas, y lo consiguió.

La piedra gris estaba lisa y plana. Era la cima. Blair sonrió con debilidad. Inhaló y exhaló el aire limpio y puro. No pudo evitar mirar a todos lados y su pecho experimentó orgullo cuando, su instinto estuvo en lo correcto.

Una pizca de esperanza y miedo la consumieron momentáneamente al ver un agujero enorme. Era, seguro, cincuenta veces más grande que ella. El fondo, de un negro intenso, con notas chispeantes que parpadeaban y dejaban un rastro de color morado y azul.

Hubo algo escalofriante y bello.

Los colores chispearon con más intensidad.

Blair...

Ella se exaltó al escuchar su nombre. Giró su cabeza a todos lados y parpadeó en varias ocasiones, pero el templo seguía igual de solo.

Blair...

Las alas de un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora