El Mundo del Neverland | The Promised Neverland

Extra

Extra que skipea y resume todo el camino de los chicos hasta llegar al templo.

El capítulo 2.5 sigue con la trama de la historia, este extra no afecta su avance.
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Habían pasado algunas horas de haber dejado la base. La lluvia había caído después de comenzar la expedición.

Cómo cualquier otro viaje, Oliver y yo nos encontrábamos en un gran aburrimiento.

El albino no había soltado el volante durante todo el camino, mientras que otros paraban dentro de la ruta, Oliver ya había tomado la delantera, dejando el carro de Minerva atrás.

Éramos los primeros en la fila, y parecía más una carrera entre los chicos de la unidad que un simple recorrido por la zona.

Y mientras que otros intentaban alcanzar a Oliver, este se facilitaba tomando algunos atajos y caminos escondidos, algo que se le había prohibido.

—Con esta maldita lluvia no veo nada.—Dijo el chico algo desesperado.

—No estás en una carrera Oliver, trata de no chocar la camioneta.—Suspire mientras seguía viendo el mapa.

—Supongo que tomaré otro atajo.

—¿Para volvernos a perder?.—Lo miré.—No gracias. No quiero perderme bajo la lluvia.

—¿Entonces que propones que haga?

—Solo sigue a Vincent.

—Él está hasta atrás.

—Te dije que esperaras a que la lluvia parará.—Mencione firme.—Pero querías ser uno de los primeros en llegar.

—¿Ahora yo tengo la culpa?.—Dijo ofendido.

—¿Quién tiene él volante?

Oliver mi miró con un cierto fastidio, minutos después dio un gran giro hacia otro atajo. Suspire.

—¿Qué te dije?.—Lo miré aún más seria.—No tomes otro atajo, harás que nos perdamos.

—Me lo agradecerás después.—Piso el acelerador.

—¿Agradecer qué?, ¿qué nos vas a matar?, ¿qué puedes sobrecalentar la camioneta?.—Ajuste fuertemente el cinturón.

—Ja, ¿tú sabes de camionetas?.—El chico rio fuertemente.—Por favor Emma, yo sé lo que hago…

¡Pum!, ese pequeño ruido fue lo que se escuchó del motor, el automóvil paró secamente, un humo se veía desde afuera.

—¿Sabes lo que haces?.—Lo miré graciosa y algo estresada.—Quita esas manos del volante, ya.—Oliver suspiro fastidiado.

—Ya lo hice, ¿feliz?

—Estaría feliz si hubieras seguido mis consejos. Pero supongo que ya estamos atascados.

Salí del coche algo furiosa y abrí el capo, intentando sacar todo el humo de este. Oliver solo me siguió.

—¿Tus consejos?.—El chico se defendió.—Más bien tus órdenes, yo soy quien está a cargo de este grupo.

—Bien, si es verdad que estás a cargo de nosotros, ve y dile a Norman que nos quedamos en medio del bosque con una camioneta que ya no avanzará. Qué no nos esperen.

—No seas exagerada.

—¿Exagerada?, ¿estoy exagerando porque echaste a perder el único medio de transporte que teníamos a la mano?

—A la camioneta no le ha pasado nada, solo hay que esperar que esté en reposo y se seque.—El chico se dirigió nuevamente al interior del automóvil, yo hice lo mismo.