Capitulo 2.3 Segundo Encuentro

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La alarma había sonado un poco más temprano de lo normal. Ya habían pasado dos semanas desde nuestro encuentro con la unidad tres.

Aún así, hoy sería un día "especial", el día de la mudanza. Aparte de volver a reunirnos con nuestros hermanos, también viviríamos con ellos.

Empacar todo otra vez no había sido fácil, y aunque el señor Robert prometió reservar nuestros cuartos como "personales" y "exclusivos", aún no sentía la sensación que quería experimentar.

Me quedé algunos minutos sentada en la orilla de la cama, pensando si debería arreglarme o seguir durmiendo.

—¿Emma?.—Unos pequeños golpes se escucharon detrás de la puerta.—¿Estás ahí?.

No respondí ante aquella pregunta, decidí volver a recostarme en la cama y cerrar los ojos.

La puerta se abrió y la pequeña lámpara del tocador se encendió, alumbrando una pequeña parte del oscuro cuarto.

—Ya despierta.—La voz de Nat resonó en la habitación.—No me digas que cambiaste de opinión...

No respondí, solo me quedé estática. Nat me empujó levemente de la almohada. Comenzó a moverme de un lado al otro.

—Oye ya despiertate.—Se acercó un poco para verme.—¿Estás bien?.

—No tengo ganas de ir.—Tape mi cara con la almohada.—¿Podemos cambiar la fecha?.

—Si Emma, deja les llamó.—Dijo en un tono sarcástico.—Volveremos a llegar tarde, ya arréglate.—Intento tirar nuevamente de mi almohada.—¡Si no estás en diez minutos yo vendré a prepararte!.

El pelirrojo salió de mi habitación. Sentía un peso tan grande sobre mí, no sabía cuando o como había sucedido. Pero no tenía ánimos para salir de la cama.

Puse los pies en el suelo e intenté pararme con todas mis fuerzas. Comencé a prepararme.

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Una hora me tomé para prepararme correctamente, llevaba algún rato frente al espejo, no pude responder ante los llamados de Nat durante ese tiempo.

—¿Señorita Emma?.—Se escuchó un pequeño golpe detrás de la puerta.—¿Está ahí?.

Suspire y dirigi mi mirada a la puerta, sabía de quién se trataba.

—Claro. Pasé.

La persona que esperaba apareció. El señor Robert vio con atención la habitación, tomando asiento en la orilla de la cama. Yo seguí mirándome frente al espejo.

—No tenía porqué vaciar su habitación.

—No creo darle tanto uso. Alguien más podría utilizarla después.—Respondí en un tono sincero.

—Hay muchas habitaciones más que se pueden utilizar.—Afirmó el mayor.—No era necesario que hiciera eso. Es su habitación y nadie tiene porque correrla.

Asentí ante la respuesta del mayor, seguía aún en el espejo, retocando algunas cosas en mí que ya estaban bien.

—¿Tiene algún problema señorita?.—Preguntó el señor Robert ante mi silencio incómodo.

—Él tiempo pasó rápido.—Respondí, lo miré fijamente.—Creí que estaba lista para ver a mis hermanos, pero estoy muy equivocada.

—Es entendible.—Él mayor se acercó un poco a mi.—Pero, a veces es necesario recurrir a nuestros problemas.

—¿Recurrir?...—Intente entender esa frase. Era algo amarga.

—Se que podrá resolver sus problemas y aunque no esté para ayudarla, puede contar conmigo.

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