Érase una vez un bosque tenebroso, en donde crecían los árboles más extraños y cuyos senderos laberínticos inspiraban el terror de los viajeros. Un bosque en donde solo los afortunados, mejor dicho aquellos que le compraban amuletos a la bruja que habitaba allí, y los puros de corazón lograban atravesarlo sin dificultad, el resto perecía por varias razones, entre ellas las bestias que merodeaban hambrientas y también por los árboles, que a su antojo cambiaban de sitio, haciendo que los aventureros se perdieran para siempre en sus entrañas.
En uno de los rincones más lúgubres del bosque, se hallaba una choza en donde vivían Sephira, la bruja, y Sid, su ayudante quien había sido entregado en sus manos, cuando apenas había sido destetado. La mujer que lo había llevado, le aseguró que no era su hijo y que podría usarlo como sacrificio, porque no tenía familia que pudiera reclamarlo, de modo que lo cambió por una pócima de amor. Ni siquiera Sephira que tenía el corazón endurecido, por el correr de los años, pudo entender la maldad de esa mujer y en venganza le entregó una pócima que haría el efecto contrario a lo que ella deseaba.
Asi pasaron los años pasaron y Sid, se convirtió en un muchachito gallardo, que no solo le ayudaba con los quehaceres, sino que también mantenía alejada a las bestias salvajes.
Una tarde soleada de principios de verano, Sid se encontraba dándole de comer a las gallinas, cuando escuchó los graznidos de Nyx, el cuervo mensajero de Sephira, quien servía de guía para los que entraban al bosque en busca de los favores de la bruja. Dejando de alimentar a las gallinas, lo saludó y antes de que pudiera preguntarle qué era lo que deseaba, Sephira salió a su encuentro y con un ademán invitó al hombre a pasar. Este llevaba una bolsa polvorienta colgada del hombro y un puñal atravesado en la parte de atrás de cinturón, que ceñía sus pantalones holgados. "Seguro viene a buscar una poción de amor, con ese rostro tan feo no me extrañaría." Pensó el muchacho y se dirigió a la parte trasera de la choza, con la intención de husmear la conversación entre la bruja y el forastero.
En eso estaba cuando de repente, escuchó unos ruidos fuertes acompañados por un ligero temblor de la tierra. "Son los árboles que están aburridos y decidieron cambiar de lugar." Se dijo a si mismo, restándole importancia al asunto. De pronto, escuchó que Sephira lo llamaba a gritos y salió corriendo. El forastero ya no estaba en la choza y la anciana bruja, parecía conmocionada, incluso asustada. Sin entrar detalles, ella le ordenó que juntara los alimentos y unas mantas, porque iban a necesitarlas durante el viaje. Sid le preguntó hacía dónde irían, en parte emocionado y en parte intrigado, pero la mujer no le contestó, solo le dijo que se diera prisa porque no tenían mucho tiempo. Tan rápido como pudo, Sid armó los bultos, con las cosas necesarias, y colgándoselos al hombro, aguardó junto a la mesa por más instrucciones.
Sephira que estaba frente a su caldero con un pesar muy grande, apagó el fuego y se limpió las lágrimas antes de mirar a Sid. ¿Por qué lo había aceptado como parte de pago? "Lo aceptaste porque sabías que era especial, ¿acaso no estabas encantada con el sol pequeñito que brilla entre sus ojos? Fue por ese destello que lo tomaste bajo tu cuidado, esa mujer bruta no había sido capaz de verlo y estaba segura de que nadie más que ella podía hacerlo. Sin embargo, ahora que sabía la verdad, podía comprender ciertas cosas que siempre le habían llamado la atención con respecto a Sid y aunque no lo quería, como cualquier ser humano quiere a sus pares, porque su corazón no era capaz de albergar amor, se prometió a sí misma que no iba a dejar que nadie le hiciera daño.
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Writober 2023
ParanormalRelatos de terror para disfrutar durante todo el mes de octubre 🎃