El sendero parecía cada vez más largo y Sid se preguntaba cuanto más faltaría para llegar a la bifurcación. Realmente le preocupaba la salud de Sephira, porque su semblante había decaído notoriamente, desde que abandonaron la choza y aunque las bestias, inexplicablemente tardaban en atacar, estaban cada vez más cerca.
Sentía que decenas de ojos los vigilaban desde la penumbra, incluso alguna que otra criatura se acercaba, hasta casi pisarles los talones, sin embargo, cuando él volteaba a verlas, huían despavoridas.
Inesperadamente Sephira se desplomó cayendo de bruces y el muchacho, afligido en extremo, intentó reanimarla dándole un poco de agua. Nyx sobrevoló por encima de ellos, antes de posarse junto a la cabeza de la anciana y suavemente le picoteó la frente.
—Maldito pajarraco, debí convertirlo en caldo cuando tuve oportunidad —dijo tratando de apartar al cuervo.
—Vamos a descansar un poco, estás muy débil...
—No me queda mucho tiempo, muchacho, así que deberás seguir sin mí.
— ¿Cómo puedo ayudarte, Sephira?
—Cuando llegues a la bifurcación, deja que tu corazón elija el camino a seguir.
—Tengo miedo —dijo entre sollozos.
—Eres muy valiente y serás un buen...
La anciana comenzó a toser y aunque bebió un poco de agua, le costaba regular la respiración y su final estaba cerca. Alejarse de la choza había sido su perdición, no obstante no se arrepentía porque había vivido la mejor de las vidas y a pesar de que no deseaba dejar solo al muchacho, por otro lado estaba lista para irse.
— ¿Por qué tuvimos que dejar la choza?
Sid lloraba desconsoladamente, mientras que Nyx por su parte, hurgaba con el pico entre las ropas de la hechicera.
El muchacho bastante molesto, trató de apartarlo varias veces, pero el cuervo solo se alejó cuando logró quitarle el colgante del cuello a Sephira.
—Muchacho... —exclamó Sephira —. No llores por mí, ahora vete y cumple con tu destino.
— ¿Cuál es mi destino?
—Tu destino es...
Las palabras murieron en la garganta de la bruja, cuando sintió una fuerte opresión en el pecho, era como si una banda de acero estuviese ciñéndose alrededor y por más que se esforzó solo consiguió emitir un quejido, antes de cerrar los ojos para siempre.
Sid se quedó perplejo al notar que la anciana acababa de morir entre sus brazos, por el contrario Nyx había comenzado a comportarse de un modo extraño, graznaba y daba vueltas entorno al colgante de Sephira, que había dejado tirado a unos pocos metros. De pronto, comenzó a darle picotazos a la piedra roja del collar, tal como había hecho con los cuerpos petrificados de las hadas, hasta que se escuchó un ligero y extraño estruendo, previo a que la piedra estallara.
Unos segundos después el muchacho contempló boquiabierto, como un humo se desprendía de los fragmentos y formaba un torbellino carmesí, que engulló al cuervo mientras aleteaba eufórico.
Sorpresivamente los graznidos fueron reemplazados por risas y cuando el humo se disipó, el pobre Sid, que ya no cabía del asombro, vio surgir a una mujer muy joven.
— ¡Al fin soy libre! —gritaba al tiempo de daba saltos y volteretas.
— ¿Nyx?
— ¡Oh, Sid, mi querido Sid!
Lanzándose hacia él le estampó un beso en los labios, haciendo ruborizarse al muchacho.
— ¿Cómo es... que... pasó es... to?
El pecho de Sid subía y bajaba por el nerviosismo que lo invadía.
—Esa bruja maldita, me tenía atrapada, pero... ¡Ahora soy libre!
Repentinamente Sid notó la desnudez de la jovencita y apartó los ojos de ella.
—Oh, lo siento, olvidé que ya no tengo mi traje de plumas —exclamó divertida, luego tomó la capa de Sephira y se envolvió —. Muy bien ya puedes verme. ¿Continuamos con nuestra aventura?
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Writober 2023
ParanormalRelatos de terror para disfrutar durante todo el mes de octubre 🎃