En el bosque VI

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A la explosión iracunda le precedió un  silencio pesado, que se expandió como una onda entre los árboles y Sid no comprendía que era lo que le había pasado. Todo su cuerpo había estado envuelto por un fuego ambarino, que no le causó el menor de los daños y a su vez pudo manipularlo para acabar con los darkblins.

Saliendo del asombro, avanzó hacia Nyx y con ojos suplicantes miró a la hadas, quienes revoloteaban entorno a la reina, que estaba tratando de detener la hemorragia, usando polvos mágicos y una cataplasma hecha con pétalos de flores.

—Eso es todo lo que puedo hacer por ella.

— ¿Se salvará?

—Ahora todo depende de su fuerza interior.

— ¿Qué puedo hacer?

—Prepárate para luchar, porque las hordas de Cyarda no tardarán en llegar.

—Estoy listo para ponerle fin a esto, o al menos eso creo —titubeó.

—No estarás solo, nosotras pelearemos a tu lado y los demás también.

— ¿Los demás?

De pronto, el sonido de un cuerno resonó y desde detrás de las filas de los árboles, comenzaron a surgir las bestias, que habían estado acechándolo y algunas personas, entre las cuales reconoció al hombre que había estado en la choza. Este se le acercó y le dedicó una reverencia, que el resto imitó. Sid se sintió muy extraño al respecto y comenzó a hacerle muchas preguntas.

El hombre que se llamaba Myr, le explicó que ellos eran los sobrevivientes del reino Solaris, cuyos reyes habían sido asesinados junto a gran parte de los súbditos, por las hordas de la bruja Cyarda y quien luego de proclamarse reina, había hecho uso de la magia oscura para encantar al reino y sumir a la tierra en penumbras.

—Nuestro príncipe era tan solo un bebé cuando todo esto sucedió y la doncella que lo cuidaba huyó con él. Durante diecisiete años estuvimos buscándolo y al fin lo encontramos.

—Debe de haber un error...

—Tome, mi señor —dijo el hombre y le entregó una espada —. Era de su padre y aunque somos un ejército pequeño, nosotros lucharemos a su lado.

—Muy bien —dijo Sid, que aún luchaba por digerir la noticia —. Juntos derrotaremos a esa bruja y recuperaremos el reino del sol.

Al caer la noche, fueron emboscados por los darkblins. Sid y su ejército compuesto por hombres, hadas y bestias supieron hacerle frente a los seres oscuros, logrando mermar el ejército enemigo y haciendo que la mismísima Cyarda se hiciera presente en el campo de batalla.

El muchacho no se dejó intimidar y le dijo que sus días de terror habían acabado para siempre. La reina Cyarda se rió a carcajadas antes de comenzar a recitar un conjuro, que hizo que el cielo rugiera y una lluvia fuerte se desatara.

Nyx abrió los ojos justo cuando un rayo impactó en las cercanías y con dificultad se levantó del lecho de hojas y flores que las hadas le habían construido. Avanzó entre el fango con dificultad y viendo el caos que la rodeaba, comprendió que todo aquello era por causa de su madre.

Cuando vio a Sid enfrentándose a Cyarda, no podía creer lo que veía. Un fogonazo de luz ambarina salía de las manos del muchacho y chocaba con el rayo purpúreo de su madre, que claramente llevaba la ventaja debido al poder demoníaco en ella. Sin pensarlo dos veces, extendió las manos en dirección a Cyarda y comenzó a repetir el conjuro que tantas veces le había escuchado utilizar, para destruir a sus enemigos.

Cyarda sintió el impacto impetuoso y tambaleando miró confundida, hacia el lugar de donde provenía esa luz azulada.

La traición de su hija fue lo último que experimentó la reina oscura, antes de perecer y tanto Sid, como Nyx cayeron desvanecidos después de vencerla. 

Los días posteriores a la gran batalla, fueron los más soleados en la región y Sid, ahora convertido en rey, había regresado al castillo acompañado por Myr y el resto de los soldados, y se preparaba para la coronación. Nyx también se encontraba allí, recuperándose de las lesiones en su antigua recámara.

— ¿Cómo te encuentras hoy? —le preguntó Sid. 

—Estoy mejor. Pero siento que la gente aquí me odia y creo que será mejor que me vaya.

—No puedes abandonarme, no sabría qué hacer sin ti.

—Cuando era un cuervo, creía que mi madre iría a rescatarme algún día, sin embargo, nunca lo hizo por eso sufrí pensando que estaba muerta, pero en realidad a ella solo le importaba vivir su ambición.

Sid tomó asiento en el lecho y le sujetó la mano.

—Arriesgaste tu vida por mí y me ayudaste a detener a tu madre. Eres la verdadera heroína de esta historia. Tienes que quedarte conmigo, porque no sé nada sobre como gobernar un reino —sonrió apenado.

— ¿Quieres que sea tu consejera o la hechicera real?

—Sé mi reina, Nyx.

La respuesta fue un beso y ambos se convirtieron en los mejores reyes que gobernaron a Solaris y vivieron en armonía con las criaturas del bosque, hasta el fin de sus días.

Writober 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora