Alicia encadenada V

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Como pude traté de aferrarme a la pared y abrí la boca para gritar, más la voz jamás salió. Esas manos me vapuleaban a su antojo, y terminé siendo arrastrada hacia una de las habitaciones. No tenía control alguno de lo que pasaba, y cuando fui arrojada en la cama, patalee y lancé golpes para evitar que esa sombra, porque no estaba segura si era un ente o un ser humano, me sometiera. Sorpresivamente el tocadiscos se encendió y la voz del rey lagarto resonó en la casona.

De pronto, el haz de luz de una linterna rompió la oscuridad y la sombra se desvaneció. Finalmente pude gritar y mi amigo, muy angustiado intentó consolarme, dándome un abrazo. Pocos minutos después Marcia apareció exaltada y apagó el tocadiscos. Los tres nos fuimos a la cocina y Guille, encendió unas velas. Se sentía mucha opresión en el ambiente y no podía dejar de llorar. Como pude les conté lo que me había pasado y por suerte me creyeron.

—Ahora creo que lo ideal es hacer una limpia. Conozco a una mujer que hace ese tipo de trabajos.

—Hablemos de eso después, Marcia —le dijo Guillermo.

—Chicos, el tío tenía razón cuando dijo que se escuchaban cadenas.

— ¿Sabes si pasó una tragedia o algo similar en esta casa?

—No sé, tendría que preguntarle a mi mamá.

—Algo pasó, y algo muy fuerte, porque esa clase de manifestaciones solo se dan en lugares donde alguien murió de manera violenta —dijo Marcia.

Los maullidos de Ringo nos sobresaltaron, parecía como si estuviera siendo atacado y alarmada, me olvidé del miedo y corrí a ver qué era lo que le sucedía.

— ¡Ringo! —le grité.

—Está en la pieza de Ciro —dijo Marcia detrás mío.

Guillermo se nos adelantó y con la linterna iluminó cada rincón, pero no veíamos al gato en ninguna parte.

—Creo que está debajo de la cama.

Mi amigo se arrodilló y dejando la linterna sobre el piso, trató de alcanzar a Ringo, pero el animal asustado no se dejó tocar y le rasguñó la mano. Guille maldijo con los dientes apretados y se incorporó.

—No va a salir, está muy asustado.

— ¿Estás bien? —le pregunté.

—Es solo un corte superficial.

—Chicos, siento olor a humo —expresó Marcia.

Salimos a tropel y desde el pasillo se veía la luz anaranjada del fuego, y la cortina de humo nos hizo toser. Marcia asustada atinó a abrir uno de los ventanales y el aire que entró, avivó aún más el fuego en la cocina.

— ¡Cierren la ventana! —gritó Guillermo mientras golpeaba las llamas, con una manta, tratando de evitar que el fuego alcanzara la sala.

En medio del caos, recordé que había un matafuegos en la antesala y fui a buscarlo, se lo entregué a mi amigo y volví junto a Marcia, para ayudarle a cerrar las hojas del ventanal, que para nuestra mala suerte se habían trabado.

Gracias al accionar de Guille, el fuego no se expandió hacia otros lugares de la casa y cuando llegaron los bomberos ya estaba contenido. Al parecer una de las velas que prendimos se había caído, encima de un paño, lo cual era insólito, iniciando así el fuego que luego alcanzó el papel tapiz de las paredes.

Después de que se fueran los bomberos, doña Clota, quien los había llamado, nos ofreció hospedaje en su casa, mientras el humo se disipaba.

La señora nos preparó café y nos preguntó si habíamos estado de fiesta. Algo que negamos a coro. Ella dijo que la música la había despertado y que cuando estaba por venir a reclamar, fue cuando vio el humo.

— ¿Usted sabe sí ocurrió alguna tragedia en la casa? —se animó a preguntar Guille.

La mujer nos miró fijo y luego suspiró con la resignación de quien va a soltar un secreto terrible o doloroso y fue en ese momento, que tuve miedo de conocer la verdad.

Writober 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora