Los gritos se mezclaban con la voz de la inigualable Edith Piaf, interpretando su aclamada "Non, je ne regrette rien" y justo cuando llegó a la parte del estribillo tuve que detenerme, para hacer la mímica y fingir que estaba cantando en el teatro más importante de la ciudad, frente a un público numeroso. Es que siempre he querido ser cantante, pero mi voz era todo lo contrario a prodigiosa. Pasado ese breve instante de delirio mezclado con un dejo de nostalgia, regresé al asunto que me ha mantenido con las manos ocupadas durante las últimas horas.
—Por favor... —balbuceó el hombre.
—Solo queda una y ya habré terminado por hoy —le respondí con amabilidad.
El último grito cesó abruptamente cuando el hombre perdió la consciencia y di por terminada la sesión. Si no me equivoco, el día de hoy es el cuarto y aún faltan dos días más para terminar el trabajo.
Dejando la pinza oxidada sobre una mesita cercana, me quité los guantes de látex y el traje que protegía mi ropa de las manchas de sangre y otros fluidos corporales. De inmediato lavé mis manos y encendí un cigarrillo, la gente que decía que fumar después del sexo era prolongar el éxtasis, estaba un poquito equivocada, porque fumar después de una intensa sesión de tortura, es sin dudas un nivel de placer superior. Un placer que solo los sádicos y to entendemos. Porque lo mío no es sadismo, es algo que aún puedo definir y poco me importa, la verdad es que jamás me gustaron las "etiquetas".
Después de la segunda calada, me acerqué al hombre y le solté el humo lentamente en la cara, y por primera vez sentí el deseo de salirme del protocolo y apagar la brasa del cigarrillo en uno de sus ojos, más no lo hice porque antes que nada debo mantener el profesionalismo.
Entonces me alejé unos pasos para contemplar su estado. A estas alturas le faltaban varios dientes, tenía quemaduras pequeñas de ácido, muy pequeñas porque había usado un gotero, el hombro derecho dislocado, además de algunos dedos fracturados y recién acababa de quitarle todas las uñas.
Reconozco que haber recibido detalles sobre la tortura fue una sorpresa, porque los clientes usualmente me daban libre albedrío y raras veces querían conocer los detalles de mi trabajo. Sin embargo, luego de intercambiar unas palabras, con la mujer que había solicitado mi servicio, entendí sus motivos para tamaña petición.
El infeliz que tenía delante no merecía misericordia, los humanos de su calaña son los causantes de regar dolor en la tierra y los que hicieron que yo perdiera la fe en la humanidad.
Cientos de imágenes dolorosas se apropiaron de mi cabeza y al perder el dominio propio, le di un golpe con el reverso de la mano, que hizo que la nariz le sangrara. Volvió en sí casi de inmediato y comenzó a toser y a escupir sangre.
— ¿Por qué?
—Conoces la respuesta.
—Ten... go pla... ta, y...
—Eso no me importa.
—Por... fa...
Mis dedos apretándole la nariz lo hicieron callar y nuevamente comenzó a llorar. Por eso busqué en el cajón de herramientas, la cinta de embalaje y le cubrí la boca, con varias vueltas alrededor de la cabeza. Aún así continuó sollozando y se veía tan patético que comencé a reírme.
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Writober 2023
ParanormalRelatos de terror para disfrutar durante todo el mes de octubre 🎃