Garras V

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Recibí el alta por la mañana y tanto el médico como el resto de las personas, que nos cruzamos mientras salíamos, se notaban nerviosas.

El abuelo nos vino a buscar y de inmediato noté que no estaba bien, Cuando llegamos a la estancia, vi a la cuadrilla de peones reunida afuera de la casa grande y la abuela preguntó que estaba pasando.

Al bajar del vehículo aparecieron mis padres y luego de los abrazos y las palabras de cariño, nos metimos a la casa. Todos estaban afligidos, más yo sabía que no solo era por mi accidente y sin poderme contener, exigí que dijeran que estaba pasando. Entonces el abuelo habló.

Durante la noche un animal grande, creían que se trataba de un puma, había matado a una decena de ovejas, y a los perros que sabían pastorearlas, incluído Sargento.

—Viejo, tenemos que armar a la gente y salir en busca del puma —dijo mi papá. Estaba enojado y el abuelo asintió.

La abuela permanecía alejada de nosotros y observaba una de las pinturas, que ella misma había hecho en su juventud. De repente, volteó a vernos y anunció que tenía algo importante que decir.

—No es un puma lo que atacó a los animales y no van a poder detenerlo con sus armas.

— ¿De qué estás hablando, Alexandra?

El abuelo se acercó y ella pasando de él vino hasta donde estábamos. Miró a su hijo y con los ojos llenos de lágrimas continuó.

—Mi familia fue asesinada por un licántropo y yo sobreviví gracias a la ayuda de un cazador de monstruos. Luego de rescatarme, el hombre me dio un arma y un boleto de barco. Así fue que llegué a este país. No hablaba español y no tenía dinero, pero unas monjas que venían en el barco, me ofrecieron asilo en un convento. Allí viví hasta la mayoría de edad y luego te conocí, Faustino.

—Nunca hablaste sobre esto.

—Lo sé y me arrepiento, porque ahora la bestia que mató a mi familia me encontró y temo por nosotros.

—Todo esto es una locura.

Mamá estaba histérica y papá le pidió que se tranquilice.

—Alexandra, le dijiste a Mila que estaba imaginando cosas, cuando nos contó lo que había visto. ¿Por qué?

El semblante del abuelo denotaba confusión y tristeza. Yo tampoco entendía porqué la abuela intentó hacerme creer, que todo era producto de mi imaginación.

Ante el silencio de su madre, mi papá perdiendo la paciencia, le exigió saber toda la verdad.

En ese momento Gladys entró a la sala y disculpándose por la interrupción, dijo que el hombre que me socorrió había venido a saludar.

—Es él, no lo dejes entrar —espetó la abuela angustiada.

El invitado inesperado apareció imprudentemente, dejándonos a todos perplejos y nos saludó con una sonrisa maliciosa.

Los ojos de color miel contrastaban con la piel morena y su complexión física era promedio, muy diferente a lo esperado. Incluso mi padre y el abuelo se veían imponentes a su lado. Sin embargo, ellos solo eran simples mortales y el otro un lobo con piel humana.

—Buenos días, he venido a ver a la pequeña.

Su voz profunda, el acento gutural y la mirada fija en mí, me provocaron escalofríos.

—Ya sabemos quién es y le advierto que no le tememos.

Mi papá se acercó demasiado y el hombre sonrió con desdén.

—Me recuerda a tu padre y a tus hermanos, Alexandra. Ha heredado el mismo ímpetu que los llevó a la muerte.

Su español era bastante fluido y me imaginé que él debía de viajar mucho, algo así como un trotamundos macabro.

—Váyase de mis tierras —dijo el abuelo —Y no vuelva a acercarse a mi familia.

—Tranquilo, no se altere, eso es malo para su corazón.

—No hay necesidad de dañar al resto, aquí me tienes —dijo la abuela.

—Estás vieja, Alexandra. Ya no me interesas, ahora quiero a esa conejita.

Writober 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora