Alicia encadenada IV

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Cuando Irene supo lo del juego de la copa, puso el grito en el cielo y nos dejó solas. Sabía que luego iba a tener que rendirle cuentas a mamá, pero esa era la menor de mis preocupaciones, porque Ringo había empezado a actuar muy raro, se la pasaba en la cocina maullando y rasguñando la pared, justo debajo de una repisa en donde se hallaba un juego de té de porcelana muy viejo. Pensé que tal vez el gato estaba viendo algún insecto y cuando traté de sacar las piezas, me llevé una sorpresa al descubrir que estaban pegadas a la madera y más dejé de darle importancia al asunto cuando llegó Guillermo.

Entusiasmada por la presencia de mi amigo, le hice un mini tour por la casa. Casi grita de la emoción cuando entramos a la habitación que era de Ciro y vio todos los discos en formato LP y CDS que ocupaban gran parte del sitio.

— ¿Puedo? —dijo tomando un LP. Le brillaron los ojos cuando encendió el tocadiscos y la música nos envolvió.

Subiendo el volumen, salimos en busca de Marcia, la encontramos sahumando la sala de estar, y me di cuenta de que había corrido los muebles para dejar el centro despejado. Ella decía que ese era el sitio indicado para realizar la invocación.

A eso de las diez de la noche, comimos unas pizzas en la cocina y charlamos, mientras la medianoche llegaba. Ringo por su parte había dejado de maullar, pero no se movía de ese rincón.

Inesperadamente el timbre sonó y cuando abrí la puerta, me sorprendí de ver a Horacio. Se veía nervioso y el olor a vino en su aliento, me alertó, por lo tanto no lo invité a pasar. Sabía que él frecuentaba la casa y que le gustaba emborracharse a costillas de Ciro. Arrastrando las palabras pidió que lo dejara entrar, porque se había olvidado algo muy importante, la última vez que estuvo de visita y cuando le dije que volviera por la mañana, su cara se transformó dejando ver la rabia que vapuleaba su ser. Por suerte estaba Guille y lo enfrentó. Casi termina sacándolo a patadas después de que me insultara y llegara al punto de amenazarme. Yo en ningún momento demostré lo nerviosa que estaba y aunque estuve tentada de llamar a mi mamá, no lo hice. No quería preocuparla, más que nada porque papá todavía no estaba en la ciudad.

Dejando de lado el incidente con Horacio, puse toda la atención en la charla con mis amigos, por lo contrario no conseguí relajarme en ningún momento, sobre todo porque los truenos que anunciaban una tormenta, hicieron vibrar las paredes y los  vidrios. Guillermo se rió a carcajadas luego de que se cortara la energía eléctrica y dijo que nuestra sesión de espiritismo había fracasado antes de empezar. Marcia, muy enojada, insistió en que con la ayuda de unas linternas, aún podríamos hacerlo, sin embargo le dije con firmeza que lo dejáramos para otro día y no muy conforme, ella aceptó.

Antes de ir a dormir, busqué a Ringo y traté de llevarlo a la habitación con nosotras, más el gato caprichoso no quiso saber nada. Guillermo se había acostado en el sofá y caído rápidamente en un sueño muy profundo.

— ¿Puedo dormir con vos? —dijo Marcia.

— ¿Le tenés miedo a los truenos y no a los fantasmas?

—Bueno, che, es un trauma de la infancia.

Haciéndole un lugar en la cama, dejé que se acurrrucara a mi lado y la abracé.

No sé en qué punto me dormí, más me  desperté sobresaltada, porque se escuchaba fuerte y claro, el ruido de las cadenas. Marcia no despertó aunque le hablé y la moví. Dejando la cama con cuidado, salí al pasillo y al final de este, se veían los flashes de los relámpagos. Avancé lento y con el corazón a mil, sintiendo que no caminaba sola y a pesar de fingir valentía, lo único que quería era escapar de esa situación escalofriante.

Estaba a solo unos pasos de salir del pasillo, cuando vislumbré una silueta en el umbral. Parecía una mujer vestida de blanco y otra vez el miedo me paralizó. El espectro me señalaba con su dedo huesudo y en ese momento sentí unas manos grandes que me sujetaron por la cintura, antes de tirarme hacia atrás.


Writober 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora