Flores amarillas I

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Esta es tan solo una de las tantas historias paranormales que me han sucedido a lo largo de la vida y voy a tratar de contarla de la manera más clara posible.

Todo sucedió una tarde soleada de otoño, corría el año mil novecientos noventa y nueve y tenía quince años. Por ese entonces estaba transitando la rebeldía de la adolescencia y un estado depresivo bastante intenso. Como admiradora del trabajo de Edgar Allan Poe, sentía fascinación por la muerte y no era de extrañarse que a veces pasara las tardes recorriendo el cementerio local. Me sentía en paz caminando entre las tumbas y soñaba con estar allí prematuramente.

Una de mis primas solía acompañarme, no es que compartiera mis gustos, todo lo contrario, creo que más bien lo suyo era curiosidad.

Teníamos el pasatiempo de imaginar qué clase de vida llevaban los difuntos cuyos nombres nos parecían interesantes, y otra cosa que hacíamos era robar flores de las tumbas mejor cuidadas, para dejarlas en aquellas que lucían más desoladas.

Fue así como llegué a la tumba de Cristián, había nacido en febrero del año '76 y fallecido en el '96 antes de cumplir 20 años. Nos llamó la atención la foto que había en la lápida y lamentamos que un chico tan lindo hubiera muerto tan joven, por eso le dejé una flor amarilla y prometí volver pronto.

Los días pasaron y cada día le llevaba flores amarillas, a veces mi prima me acompañaba y otras iba sola. Me quedaba un rato mirando su foto y solía hablarle. Incluso lamentaba la pérdida como si lo hubiera conocido. Era muy loco lo que pasaba y en lugar de sentir temor, me sentía cada vez más unida a ese muerto desconocido, que resultó no ser tan desconocido ni ajenos fin de cuentas.

Una tarde le comenté a mi mamá sobre la tumba de Cristián, y ella mirándome asombrada me dijo que teníamos un parentesco. Resulta que era el hijo de su prima hermana, que nació de su primer matrimonio y que ella dejó de ver cuando se divorció del padre del chico.

Entusiasmada le pregunté si sabía cómo había muerto y me respondió: ¿No te acordás de él? Negué atónita y ella prosiguió con el relato de los hechos.

Cristián se había criado con su abuela paterna y en la adolescencia su papá, quien trabajaba en la policía, había sido trasladado a una ciudad no muy lejana. En efecto Cristián se mudó con él.

La causa de la muerte fue un accidente, él estaba en el río con sus amigos y tuvieron la mala idea de saltar al agua desde un árbol cercano. Resbaló de la rama y cayó tan mal que se partió el cráneo. Murió en el acto y regresó a su ciudad natal en un ataúd.

En el momento de escuchar la historia, comencé a recordar algunos detalles, del suceso acontecido apenas tres años antes y no comprendí cómo fue posible que lo olvidara, al punto de no reconocerlo.

Después de saber todo eso, las visitas se hicieron más frecuentes y las flores amarillas nunca le faltan en su tumba. Incluso le contaba a mis conocidos sobre lo que había pasado y creo que algunos pensaron que estaba loca, aunque siempre pensaron eso de mí. Nadie le dio importancia, y yo no tenía miedo, todo lo contrario, deseaba con todo mi corazón que él me diera alguna señal de que aún su alma rondaba en este plano.

Debí de haber escuchado el consejo cuando me dijeron que debía de tener cuidado con lo que se deseaba porque podía terminar cumpliéndose de la peor manera y así fue.

Lo primero que sucedió fue que comencé a experimentar la sensación de estar siendo observada todo el tiempo, luego la tristeza empeoró y dejé la escuela, también pasaba mucho tiempo encerrada en mi habitación, escribiendo cartas de despedida porque los pensamientos suicidas eran más frecuentes que nunca. Además quería morirme para estar con Cristián, ahora de adulta pienso que fui una tonta, pero era adolescente, por lo tanto no pensaba muy bien las cosas. 

Cuando mi mamá empezó a darse cuenta de que me estaba obsesionando con el cementerio, me prohibió pasar por allí, dijo que iba a terminar loca y traté de hacerle caso, sin embargo vivir a tres cuadras del camposanto, dificultaba bastante las cosas.

Cada vez que salía de la casa, sentía que una fuerza invisible me arrastraba hasta el cementerio y tenía que pasar. Las veces que me resistí, escuchaba claramente que gritaban mi nombre y al voltear no había nadie. Después pasó lo de las flores amarillas, las encontraba en lugares insólitos, incluso dentro de mi casa.

Por ese entonces habíamos empezado a sentir mucha actividad paranormal en la casa, no sé si estaba relacionado a Cristián o no, porque la zona donde se había construido el barrio, antes había sido un descampado en donde se cometieron muchos crímenes. Y algunos vecinos también tenían eventos extraños en sus hogares, por eso creo que todo se dio una forma peculiar e inexplicable.

Habían días en los que sentíamos olor a rosas y velas, como el típico aroma que se percibe en los velorios; otros un olor putrefacto nos obligaba a mantener las ventanas abiertas día y noche.

Las plantas de mi mamá se secaban sin razón y mi gato no quería estar en la casa. No solo eso pasaba, si no que también las peleas y el malhumor eran el pan de cada día. No teníamos paz, ni siquiera queríamos estar ahí, porque cada noche se escuchan ruidos, las cosas se caían solas y en las peores noches, veíamos una sombra caminando en el pasillo.

No recuerdo la cantidad de veces que desperté de madrugada sintiendo que no podía respirar y al abrir los ojos veía a esa sombra junto a mi cama. No veía sus ojos pero sentía la mirada infernal.

Mi hermano que en ese entonces era el menor, no quería dormir solo y lloraba hasta quedarse dormido, por eso se mudó a nuestra habitación y dormía conmigo.

Mi mamá decía que todo era culpa nuestra por mirar películas de terror y solo cuando a ella empezó a sentir y ver lo mismo que nosotros, fue cuando nos creyó. Habían noches en las que dormíamos todos juntos en el living y con las luces encendidas, y así y todo, escuchábamos ruidos y no conseguíamos descansar.

Mi bisabuela que en ese tiempo iba a una iglesia evangélica, llevó a su pastor para que bendiga la casa, sin embargo no pudieron hacerlo porque se quedaban dormidos al intentar rezar. Tampoco funcionaban otros tipos de limpias, era como si la situación empeorara en cada intento y en el fondo me sentía culpable, porque pensaba que yo había traído a ese fantasma a la casa. Incluso fui a la tumba de Cristián a pedirle perdón y pedirle que no me volviera a molestar. No obstante como la situación era insostenible y para colmo de males, también nos entraban a robar muy seguido, mi mamá decidió que nos íbamos a mudar.

Esa última noche que pasamos en esa casa, fue la peor de todas porque se manifestó con su forma real, ya no era una sombra, si no que tenía rostro y creo que en toda mi vida he visto algo tan horrible como eso.

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⏰ Última actualización: Oct 31, 2023 ⏰

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