3. La sonrisa más brillante.

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Gabriel no sabía cómo contar el tiempo que había pasado en Alfa Centauri junto al señor Bee, todo lo que sabía era que había observado el cielo iluminarse y oscurecer las veces suficientes como para estar seguro de que se sentía a gusto con él. Le gustaba porque Beelzebub siempre le prestaba atención, él miraba y lo escuchaba, y Gabriel no recordaba que alguien hubiera hecho eso por él, es cierto que no recuerda más que su aventura en la tierra luego de perder sus memorias, pero el señor Fell nunca hacía eso para él, Aziraphale fue bueno, sí, pero no escuchaba de la misma forma en que el señor Bee lo hacía, era como si a él realmente le importara todo lo que tenía para decir, y el señor Crowley ni siquiera podía contar, él no le hablaba mucho, ni quería escucharlo, pero las pocas veces en que lo hizo solo fue agresivo diciendo cosas de las que él no tenía ni idea.

Beelzebub solía sentarse en el suelo, a su lado, junto al sofá, y lo miraba desde allí, escuchando cada palabra que él decía, la mayoría de las veces sonreía por lo que decía, aunque Gabriel ni siquiera podía entender qué lo hacía sonreír tanto. Recuerda el baile que organizó Aziraphale, unas personas rieron con algo que dijo esa vez, no se sintió mal, pero la sonrisa de Beelzebub se sentía tan distinto a eso.

Las cosas eran tan bonitas para él allí que no pudo soportar las ganas de cuestionarle a Beelzebub sobre eso, él lo procuraba tanto que Gabriel sentía que no lo merecía, era demasiado, probablemente mucho más de a lo que un ángel debería aspirar; el señor Bee lo despertaba cada mañana diciendo cosas bonitas, usualmente solo un "buenos días, angelito" y tal vez algo sobre que era más bonito que el sol, y luego él le preparaba chocolate caliente y hacía aparecer algún dulce para que pudiera acompañar su desayuno. Eran tan solo ellos dos en Alfa Centauri, pero ni una sola vez se había sentido solo.

—¿Cómo fue que perdí mis recuerdos?

—¿Por qué quieres pensar en eso? —preguntó, no creía ni un poco necesario decirle que él mismo los había destruido, cuando usó los libros de Aziraphale para aplastar a la mosca que le había obsequiado.

—Todos a mi alrededor parecen conocerme de mucho antes, el señor Fell, el señor Crowley dijo cosas, y usted quiere cuidarme aquí por alguna razón.

—¿Qué cosas dijo Crowley?

—Cosas que hice, pero no recuerdo nada de eso, no recuerdo nada sobre ninguna cosa.

—Oh bueno —Beelzebub empezó, acomodándose en el suelo como si a continuación viniera una gran historia, él le prestó toda su atención. —es una historia larga.

—Por favor, señor Bee, cuéntamela.

Beelzebub sonrió: —Solías ser el más importante de todos los ángeles, el supremo arcángel, un príncipe del cielo, y vestías la ropa más bonita que haya visto antes...

—¿Por eso odias esta ropa, señor Bee?, ¿no crees que sea tan buena como la que usaba antes?

—No odio esta ropa —él dijo preocupado, no quería que Gabriel se sintiera mal de ninguna forma. Gabriel no dijo nada más sobre eso, pero lo miró como si quisiera decirle que sabía que estaba mintiendo.

—Dime más cosas, por favor.

—Eras el ángel más seguro, fuerte, y con más confianza en sí mismo que conocí alguna vez, a veces un poco complicado, pero nunca dejabas de ser encantador. Me gustaba cuando hablábamos, porque siempre decías cosas interesantes y usabas las palabras correctas que yo esperaba escuchar.

—Pero ya no soy nada de eso —él dijo mientras veía al piso —no soy fuerte, y mucho menos soy supremo, ni me siento un príncipe, yo ni siquiera sé cómo se supone que confíe en mí mismo cuando ni siquiera pude cuidar mis recuerdos.

—Eso no fue culpa tuya.

Gabriel levantó los hombros, eso no era importante para él, no estaba interesado en señalar culpables.

—Ya tampoco digo cosas interesantes ni uso las palabras correctas, ¿cierto, señor Bee? —él no pudo responderle y Gabriel entendió muy bien el silencio. —Probablemente me veo como un tonto con esta ropa fea, aunque ni siquiera entiendo porqué es fea o porqué eso me hace un tonto.

—Tú nunca serías un tonto, eres el arcángel Gabriel, el supremo príncipe del cielo —le dijo con firmeza, pero él solo volvió a repetirlo "ya no soy eso", y Beelzebub había negado muchas veces. —No importa nada de lo que sucedió o si no lo recuerdas, nada cambiará lo que eres.

Y él solo escuchó y lo pensó un momento necesario, después había traído al exterior al viejo Gabriel que seguía muy al fondo, aunque no los visitara mucho. Beelzebub sabía que estaba allí, su ángel fuerte y seguro, con fascinación por la ropa elegante, el mismo que se comportaba como un caballero y llevaba su cerveza; él seguía allí, porque Beelzebub estaba segura de que Gabriel no era quien era, solo por un puesto alto en el cielo.

—¿Solía amarte, señor Bee? —preguntó, Beelzebub no alcanzó a responder antes de que él lo entendiera por el brillo en sus ojos. —Y solías amar al antiguo yo, pero se ha ido para siempre. No tienes que perder tu tiempo conmigo, señor Bee, yo ya no puedo ser ese Gabriel al que amabas.

—Lo sé, no me importa —dijo, Gabriel lo miró sorprendido —porque todavía te amo, y quiero amar al nuevo Gabriel de la misma forma en que amaba al viejo Gabriel, o más.

Su corazón se sintió tan cálido, y Gabriel no supo entender cómo podía el amor sentirse tan bonito y doler al mismo tiempo.

—¿Y si nunca vuelvo a amarte?

—Quiero correr el riesgo.

Entonces Gabriel sonrió: —Y yo quiero mejores ropas.

Beelzebub rio ante eso, ese era su viejo Gabriel. Y luego, tan solo le dio lo que él deseaba, usó de nuevo sus milagros e invocó aquel traje gris que él había usado la vez que encantó una rocola para él; lucía tan celestialmente apuesto que no se percató de que sonreía como un tonto, y una vez más, sin siquiera darse cuenta, los ojos de Gabriel fueron iluminados cuando miró la sonrisa de Beelzebub. 

Ineffable Bureaucracy / FlufftoberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora