Prólogo

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The sky of brightest gray seems dark

to one whose sky was ever white.

To one who never knew a spark,

thro'all his life, of love or light,

the grayest cloud seems over-bright.

-Paul Laurence Dunbar

*

Prólogo

¿Cómo sabes que sigues vivo?

Tal vez porque el fuerte viento, atípico para el inicio del verano, lanza la lluvia sin remordimientos a tu rostro y las gotas se quedan atrapadas entre tus pestañas. Cegándote, gradualmente entumeciendo tu piel.

O porque los músculos de tus piernas tiemblan después de una larga caminata, rehusándose a dar aunque sea un paso más. Alternando entre espasmos y relajación, lanzando oleadas de dolor a tu columna vertebral.

Talvez porque el staccato de tu respiración aumenta tu ritmo cardíaco y a su vez se bombea más sangre a tus arterias. Y porque tu pulso es más alto que el zumbido de tus oídos.

Sin duda, provocado porque Harry Potter te apunta con su varita, flanqueado por un puñado de cohortes vestidos con túnicas negras apenas distinguibles entre la noche. Su lumos te ciega de tal manera que jamás lo hubieras reconocido, sino hubieras memorizado su voz.



Levanto mis manos, calmado, pacíficamente.

Mi varita yace en algún lado del pasto junto a mí, tragada por la obscuridad que me rodea. Potter me ordenó soltarla. Me hizo vulnerable, atacable. Para mostrarle lo jodidamente seguro que estoy.

Un montón de varitas que escupen luz me apuntan. Agua corre de mi cabello a mis ojos. Yo parpadeo por las dos razones.

Otra orden hace eco sobre mí y yo obediente me pongo de rodillas. Inmediatamente, el piso enlodado y cubierto de hojas empapa mis pantalones y mi túnica. Casi suspiro aliviado al hacer contacto con él y mis espinillas absorben la humedad refrescante con gratitud. Cierro los ojos por un momento.

Estoy exhausto.

He viajado por más de dos semanas. Atravesé los bosques británicos a pie como un muggle, siempre lejos de la civilización, evitando atraer la atención y bajo la sombra protectora de las coníferas.

Pero al fin he llegado a mi destino. La tienda negra terciopelo del vigía se ondea con el viento. Tal como esperaba por las descripciones que leí, pero, al mismo tiempo, más amenazante de lo que pude imaginar.

Potter se acerca a mí. Hay un sonido de chacualeo mientras sus botas de combate, cubiertas de hojas secas, avanzan por el lodo. La luz de su lumos baila y yo levanto mis manos más alto y le muestro mis palmas en señal de rendición. Mis brazos tiemblan por el cansancio, pero no estoy avergonzado por eso.

¿Respeto a Potter? Al menos lo acepto y confio en sus creencias. Tal vez debería temerle, definitivamente hay razones de sobra para hacerlo.

En estos días se hacen llamar rebeldes y ellos mismos escogieron ese nombre. Un termino bastante excéntrico para un movimiento de resistencia tan bien organizado, si me preguntan. Con sus puestos de guardia, sus campamentos de entrenamiento, sus soldados bien entrenados y sus estrategias inteligentes. Se hacían llamar aurores, pero ya no usan más el color azul.

¿Por qué rendirse ante ellos? Ja, tal vez también soy un rebelde.

La varita de Potter no se decide entre amenazar mi cabeza o mi garganta mientras la lluvia se filtra ignominiosamente por las mangas de mi túnica.

Él me ordena que rebele mi identidad. ¿Es a caso una muestra de fuerza o una formalidad? Sólo puedo adivinar. En realidad no tiene que preguntar, porque él me conoce. Incluso me atrevería a apostar mi buen brazo derecho a que sólo debe echar un vistazo a mi cabello para saber quién se atrevió a molestar su turno como vigía está noche.

Aún así, no tengo opción. Así que le digo, lo siseo roncamente entre el ruido de la lluvia y directo a la negra noche.

— Mi nombre es Draco Malfoy.

Han pasado siete años desde la batalla de Hogwarts. Cumplí veinticinco hace unos días y ya estaba huyendo.

Ahora estoy aquí y te doy todo. Toma lo que quieras. No tengo nada que perder.



El fuerte viento lanza la lluvia a mi rostro y las gotas quedan atrapadas en mis pestañas. Cegándome, gradualmente entumiendo mi piel.

Son mis piernas las que tiemblan después de la larga caminata. He estado vagando por quince días y mis piernas no me llevaran ni un paso más.

Mi respiración agitada aumenta mi ritmo cardíaco y puedo escuchar mi pulso. Es más alto que el zumbido en mis oídos.

Santo Potter me apunta con su varita. La luz que despide me ciega tanto que no puedo ver su rostro, pero reconozco su voz. Está grabada en mi memoria para siempre.

Mi nombre es Draco Malfoy

y sigo vivo.

y sigo vivo

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