7. NEGRO ÓNIX

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7. NEGRO ÓNIX

Los fines de semana sólo hay entrenamientos voluntarios en el Campamento Negro, lo que quiere decir que tengo más tiempo libre. Sin embargo, pasé la mayor parte del tiempo dibujando planos de algunos de los escondites de los mortífagos y recordando las medidas de seguridad que tienen.

Es exactamente por eso que el domingo me detengo en el centro de comando (así llamo en secreto al cuarto en el atrio donde está la oficina de Potter) de camino a desayunar. Su "entra" se hace presente poco después de tocar y yo abro la puerta.

Los incontables rotafolios, fotos y notas a mano en la pared me distraen, así que ya estoy a la mitad del cuarto antes de darme cuenta de que Potter no está sólo. Es casi hasta que estoy frente a la enorme mesa redonda que noto que ella está aquí también.

Granger está sentada en una de las sillas. Sus botas de combate descansan encima de la mesa cubierta de papeles, sus dedos tamborilean en su muslo a un ritmo que sólo ella conoce. Me paro en seco y rápidamente la miro a ella, a Potter y luego de regreso.

Ella gira su cabeza (probablemente para ver quien se atreve a interrumpir su audiencia privada), me ve y baja sus pies de la mesa para ágilmente ponerse en pie. Yo miro fijamente un punto en la nada sobre el hombro izquierdo de Potter mientras ella pasa a mi lado. No estoy nada inclinado en hacerle caso a las advertencias de Blaise y actuar como el subordinado de Granger. Mucho menos después de toda la sarta de estupideces que dijo durante el último entrenamiento de combate, pero hay cosas más importantes que la venganza ahora mismo.

La puerta se azota tras ella y yo dejo escapar el aire que inconscientemente estaba conteniendo.

Potter sujeta su barbilla con una mano y, pensativo, le da golpecitos a su labio inferior con su dedo índice.

—No quería molestar. —Me disculpo a medias y dejo los planos en la mesa sin indicación previa alguna. Cuando se trata de Potter, ese es el máximo nivel de civilidad que puedo darle. —Estos son los planos de la Mansión, una guarida de mortífagos cerca de Sheffield y un pequeño escondite cerca de Bristol. El último sería el primero a considerar cuando quieran capturar conejillos de indias para Lovegood.

Las palabras me salen más bruscas de lo que quería, pero a Potter no parece molestarle. En su lugar, él le echa un vistazo a los papeles antes de mover su varita para levitarlos y pegarlos mágicamente a los otros planes en la pared.

—Hablaremos de un posible objetivo cuando estemos listos. —responde con calma.

Yo levanto una ceja en asombro. ¿Nosotros hablaremos de eso?

—Actualmente seguimos ocupados defendiendo los pueblos bajo nuestra protección. Anoche hubo dos ataques al mismo tiempo. No en Hogsmeade, eso sí. —Potter me mira fijamente. —No empezaremos a planear un contraataque hasta que la situación se haya calmado un poco.

Así que el Señor Oscuro debe estar muy enojado. Usualmente, múltiples ataques en rápida sucesión no pasan sin razón alguna. También, no sé nada acerca de este plan, así que se les debió haber ocurrido en las últimas semanas, cuando ya me había ido.

Si bien algunos de los mortífagos son definitivamente impredecibles (mi tía es un gran ejemplo), sus ataques a las áreas de los rebeldes suelen tener un propósito. Ellos quieren conseguir algo, castigar a la resistencia por algo o creen que deben invadir una locación en específico por razones estratégicas. Atacar tres diferentes pueblos mágicos, incluso dos en una noche, parece algo caótico para mí. Especialmente desde que el Señor Oscuro debió haber dado su permiso, de otra forma jamás habría pasado.

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