5. Cementerio de Rockville

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¿Enterraste alguna vez un cuerpo? Puedo apostar que todo el mundo en algún momento se ha imaginado a sí mismo haciéndolo. O se ha imaginado lo duro que ha de ser que te entierren aún estando viva, de solo hacerme una idea lo que significa la tierra tapando la oportunidad de que respires me hace sentir totalmente ahogada.

Pero con Bruce no siento pena.

Él no me hace sentir mal en absoluto, de solo pensar en que se le hace costumbre darle burundanga a las chicas en las fiestas para abusar de ellas, me hace considerar qué clase de cosas además hacía antes de este momento en que veo a mis amigas sacándolo de la camioneta de Paz en medio del descampado en el que hemos caído luego de una hora conduciendo por la carretera y entrando finalmente en una huella de Rockville para dar con un terreno lo suficientemente pantanoso y blando como para meter el cadáver envuelto en aluminio de nuestro mal acompañante.

—¿Les parece que este puede ser un buen sitio?—pregunta Paz, sondeando el terreno.

—En mi opinión, no. Porque nos faltó algo imprescindible—admite Caridad—. Chicas, ¿con qué clase de palas vamos a cavar?

—Mi idea de venir hasta acá no era cavar—añade Nina, mostrando su Google Maps—. Estamos cerca del cementerio y Wincheck Pond así que tenemos dos opciones: una fosa abandonada o lo arrojamos al agua.

—¿Y si flota?—pregunto, tratando de excusarme rápidamente—. Lo vi en una película.

—Rayos, es verdad. Yo opino que busquemos una fosa, siempre hay de esas que los familiares dejan de pagar y quedan para enterrarlos en una parte de cuerpos olvidados—duplica la apuesta Caridad—. Vamos, tenemos que revisar.

—¿Y si hay guardias de seguridad?

—¿Y si miramos el Google Maps para ver por dónde conviene entrar?—advierte nuestra guía y todas nos acercamos para revisar.

Una vez que encontramos una parte por la cual podemos pasar sin encontrarnos con un sector enrejado del inmenso espacio que hace al cementerio, damos con la oportunidad correcta: la reja es baja.

Seguimos adelante con nuestro cometido y el cuerpo de Bruce se mueve.

—¡Pero qué rayos!—Caridad, quien ha intentado tomarlo de uno de los extremos lo suelta repentinamente y Nina le sigue en el susto, agitando sus rulos negros en el intento—. ¿En serio aún no se muere?

—Chicas, leí en una historia de waypack que si haces sufrir a un muerto, puede que luego te la pases mal con las idas y las vueltas que tiene el universo y la ley de atracción—advierte Paz desde un costado.

Todas nos volvemos a ella.

—¿Segura no se te confundieron los conceptos?—le pregunto.

Se encoge de hombros.

—Tómalo de los pies.

—Creo que es buena idea asegurarnos de que esté muerto—añade Nina, quien regresa a la camioneta, saca una botella y regresa.

—¿Qué haces?

—Terminar de drogarlo.

—Le hemos propinado un montón de puñaladas y está envuelto en aluminio, ¿cómo es que sigue vivo?—le pregunto.

Ella se encoge de hombros, descubre el espacio de la boca que burbujea sangre y le enchufa la botella, cerrándole la nariz.

Le desborda agua y sangre por la comisura hasta que ha quedado lo suficientemente quieto.

—Si luego de esto no pasa a mejor vida, le hago un altar y le rindo culto satánico, ya debe bastar—sentencia terminando lo suyo.

Volvemos a cubrirlo como es debido, colocamos la sábana para ocultar nuestras huellas (aunque sospecho que si nos descubren ya habremos arrojado un pelo o habremos tocado algo indebido) así que seguimos andando por el espacio hasta que damos con fosas de cemento con tapas. Debo admitir que destapar la fosa sin saber lo que hay ahí dentro, me ocasiona un retortijón en el estómago que intento contener para no vomitar aquí.

Conseguimos nuestro cometido y, al desenrollarlo de la sábana, nos cuesta empujarlo hasta el agujero, pero lo conseguimos y cubrimos con la tapa correspondiente.

Una vez libradas de Bruce, las cuatro nos tomamos de las manos y nos miramos la una a la otra, seguras de que hemos hecho lo correcto.

—No volveremos a matar a nadie—suelto, buscando que forjemos una promesa—. Somos ladronas, pero no asesinas.

—Ese imbécil, en particular...

—Lo sé. Pero no volveremos a hacerlo—la corto en seco a Nina—. Aunque sí, nuestra regla primera será protegernos entre nosotras.

—Chicas...

Paz señala en dirección a una luz en algo que supongo ha de ser una garita de seguridad y es la indicación que necesitamos para advertir que debemos huir ahora del lugar.

Adiós, Bruce. Ya no seguirás dañando a nadie, nos vemos del Otro Lado.

No obstante, al llegar a la camioneta descubrimos algo imprevisto.

—Chicas—señalo al césped—. Hay sangre...

—¡Mierda!—se queja Nina, reconociendo que donde dejamos antes a Bruce dejó marcas—. ¡Te dije que no era necesario hacer eso!

—Lo siento, peor hubiera sido que haga ruido en la fosa—se defiende Caridad.

—A la mierda, ayúdame—le insto a Paz, sacando a sangre con nuestras uñas clavadas en el fango y la revolvemos hasta que descubrimos que alguien sale del sector de cuidado.

—Ya, vámonos—sugiere Paz.

—No, genia. Quédense quietas, sin hacer ruido.

Trago grueso y nos arrojamos las cuatro al suelo, a la espera de que quien sea que haya salido, regrese a su lugar.

Esperamos.

Y esperamos.

Hasta que escuchamos una puerta cerrarse y la luz se apaga.

—Es hora—advierto y salimos con los faros apagados de cementerio, sabiendo que si descubren algo, han quedado millones de pistas por el camino.

Mi padre sabe cómo ocultar pistas.

Pero eso es justamente lo que mis amigas no saben ni se pueden enterar jamás.

GOOD GIRLSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora