13. Nada va a herirte, bebé

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-Ven, tienes que conocer a alguien-me dice Jude cuando nos apartamos para llenar nuestras botellitas de agua en el puesto de hidratación.

-¿Dónde vamos?-le pregunto mientras me lleva tomada de su mano hasta una palapa con reposeras y sillas en la parte de atrás de la casa, pasando la pista de la piscina. Hay un grupo de chicos que hablan, fuman y dan risotadas.

Parecen mucho más tranquilos que todos los que han venido a la fiesta.

-Eh, amigos-les saluda Jude.

-¡Judas!

Veo que no soy la única que le llama de esta manera.

Intercambiamos unas palabras con el tal Dixon, un chico que es amigo de mi acompañante nocturno quien no me ha soltado en toda la noche y me sabe excelente su cercanía.

Dixon lleva puesto un gorrito pescador, una camisa oversize que probablemente sea además unas dos tallas más de la que ya le corresponde, bermudas y zapatillas altas. Su bigote me hace identificarle un estilo muy acorde a estas fiestas donde el mostacho sobre los labios tiende a ser algo muy frecuente entre estas personas.

Dixon nos ofrece un polvo blanco que me señalan es ketamina. No lo acepto. También tiene micropunto, pero considero que si esta noche consumo demasiadas drogas no podré cumplir correctamente con mis objetivos.

-No pasa nada si no tomas-me dice Jude a mi oído-. Amigo, creo que seguiremos con la fiesta, ¿te veo luego, sí?

Jude se pone de pie.

-Claro, si quieren algo no olviden avisarnos-nos dice Dixon levantando su black card con la que forman líneas y luego inhalan con rollitos de billetes de cien dólares.

-Tú tampoco tomas keta-le digo a Jude, segura de que si esto sigue así, tendré que apartarme cuanto antes de él porque no estoy del todo segura que mis amigas se estén manteniendo medianamente cuerdas.

-Nada por nariz ni por vena-me dice Jude-. Por cierto, creo que ya va siendo tiempo de seguir quemando un poco más la pastilla de nuestro cuerpo, ¿tomamos otra? ¿Y vamos a bailar?-me propone y acepto.

Muerde la mitad de una pastilla y luego me pasa la otra mitad. Finjo que la tomo, pero me la guardo.

-Dicen que estas son las mejores.

-¿Las famosas Mesías?

-Así es.

-Dicen que hay que llevarlas con precaución.

Hay grupos de telegram donde te puedes informar con qué mezclar, con qué no y de qué manera llevar el asunto del consumo sin pasarte de la raya o que termine haciéndote daño de otra maneras.

Por mi parte solo trato de consumir lo justo para pasarla bien, pero sin dejar de ser productiva en las noches.

-¿Te pasaste alguna vez?-me pregunta Jude.

-No, ¿y tú?

-A veces, ya sabes "un mal viaje", pero con el tiempo vas aprendiendo a controlar un poco lo que te tomas. Prefiero las pastillas al alcohol porque no te embota, puedes seguir moviéndote, el alcohol pone violentos a los demás y estas bellezas son magníficas porque hacen que todo el mundo se termine amando. ¿No crees?

Sí, le llaman las pastillas del amor, pero hay varias que últimamente tienen efectos químicos que buscan romper inhibiciones en tu cerbero que te imponen límite alguno.

-¿Por qué haces esto?-le pregunto a Jude y ambos nos quedamos bailando solos, apartados del montón de gente que se agolpa en las pistas de la casa.

-Porque descubrí que es agradable salir y pasarla bien con gente que te hace bien. Llevo tiempo eligiendo dejar de lado lo que me hace mal.

-Digo... Me refería a quedarte conmigo en la fiesta.

Suelto una risita y le doy un trago al agua. Me provoca un ligero retortijón en la boca del estómago y deduzco que el efecto químico de la pastilla anterior aún no se ha bajado, de hecho me hace efectos en oleadas con hormigueos en mis extremidades y la música entrando fuerte en mi cabeza.

-Ah, pues: Me pareces buena onda.

-¿Sí? Tú también a mí.

-Y hermosa.

-Tú también a mí-le aseguro.

Nos seguimos moviendo. Él saca de sus bolsillos unas gomitas dulces y me convida. Ambos comemos y se pierden los pedazos en el beso cargado de ansia que nos damos en cuanto nuestros cuerpos se encuentran uno con el otro.

Me aferro a su cuello y exploro con mis manos debajo de su camiseta. Él hace lo mismo con mi top y su cercanía me lleva a sentir su excitación furiosa.

Algunos hombres tienen por efecto cierta impotencia sexual en los resultados de la pasti, pero él no tiene eso en absoluto.

Por el contrato, está sumamente extasiado.

Como yo.

Y sudados.

Mierda, ¡hace muchísimo calor!

Estoy jadeando contra su boca mientras desciende y sigue el camino de sus besos por la piel de mi cuello, mi clavícula...

-¡Carajo!-farfullo.

Él me aparta un poco, supongo que para cuidarme. Me lleva hasta otro extremo de la casa, detrás de algo que parece ser un depósito de jardinería a oscuras en el enorme predio donde está todo sucediendo.

Hay algunas parejas teniendo relaciones sexuales un poco más lejos de donde estamos ahora, pero juzgaría que si deciden coger en medio de la fiesta con todo el mundo totalmente ido, nadie se quejaría ni opinaría en contra.

El problema serían las fotos y los vídeos que a más de uno le han traído problemas en las fiestitas y algunas prohíben explícitamente las cámaras para que dejes de lado tomar fotos, los mensajes, los vídeos y simplemente disfrutes del ritmo de la música en tu sangre.

Eso es, cariño.

Baila.

Baila.

Baila.

Jude me empuja contra la pared del depósito y se sigue moviendo, pero esta vez explorando por debajo de mi top, el cual lo ha corrido y ahora mismo está sumamente concentrado en mis senos. Toma mi pecho izquierdo con su boca y lo succiona con ansia, lo muerde, gimo, me elevo. Esto es la puta gloria.

No sé hasta qué punto la droga me está haciendo estallar los efectos en sangre o la excitación de estar cerca de Jude consigue hacerme esto, pero me siendo al borde de la locura. Llevaba tiempo sin hacer algo así con nadie, aunque si debo destacar algo es que este hombre realmente me fascina.

Conecto con él a otro nivel.

Mis manos exploran en su cabello, lo acaricio y lo empujo contra mis senos. Sus dedos también exploran debajo de mi corta falda, corren mis medias de red, advierto que las rompe, me mueve la tanga de encaje hacia un lado y sus dedos comienzan a desnudarme mientras la música sigue retumbando en mi cabeza como si una sinfonía de melodías intensas brotasen directo desde mi interior mientras la lengua experta de mi acompañante sigue descendiendo, sus dedos me siguen masturbando y no sé en qué momento mis piernas terminan encima de sus piernas presionándolo contra mi vagina húmeda, palpitante, ansiosa de más mientras sus dientes muerden mi clítoris y sus labios succionan mi humedad con frenesí.

-¡Oh...! ¡Ooohh! ¡¡OOHHH!!

¡Bendito sea el momento en que te conocí, Jude! ¡Este hombre es la bendita puta gloria!

GOOD GIRLSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora