12. ¿Cuál es el precio de vivir el Aquí y Ahora?

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Calle abajo en las bicicletas, con el sol matutino tiñendo de rosa y naranja nuestro alrededor.

Las cuatro pedaleamos hasta llegar al frente de la casa donde se hacía la fiesta hace un rato. Parece lo que era imposible: ya no suena la música. Hay gente que aún está en el frente fumando marihuana o quietos completamente en una suerte de trance producto de las drogas y el estado en que han ido a parar ahora.

Si consumes algo y te quedas quieto, el cuerpo se te puede destemplar, hay un mal registro de las temperaturas, la necesidad de moverte y moverte sin parar se convierte en una suerte de trampa que te congela, te deja inmóvil y puedes llegar a vomitar.

Sí, hay algunos adornos de vomitona por el frente del patio ahora mismo y los tenemos que pasar por un costado para evitar llevarnos un disgusto.

Una vez que llegamos a la camioneta, echo un vistazo a la parte de atrás y saco una manta.

–¿Qué haces?--me pregunta Caridad al verme sacar la manta. Abro la puerta de mi lado y ella intenta detenerme–. No lo hagas, podríamos necesitarlo en algún momento.

–Ellos también lo necesitan ahora–le contesto y salgo finalmente.

No soy una persona que se interese en el bienestar de otros, pero estoy segura de que las dos chicas que están con un top, con faldas cortas, abrazadas a sus codos fumándose un porro pegadas una a la otra están muertas de frío con la brisa del amanecer y el fresco propio de la mañana me hacen pensar en las veces que estuve en la misma situación.

Luego de los efectos de la fiesta, tu cuerpo necesita una frazada, estar calentita en tu cama y en el mejor de los casos una persona que te haga cariñitos en el pelo mientras te quedas dormida y te cuida de que no te vomites o te puedas ahogar.

También es el momento en el que te planteas todo, en el que te preguntas si realmente ha valido la pena y si es lo que quieres para ti.

Es el momento en que nada de eso sucede, regresas sola y te las debes ver con tu propia cabeza rota, con que estás tan sola como antes y que todo ese tumulto de gente enloquecida no fue más que una vil ilusión de que la vida tiene sentido alguno, pero en verdad lo has perdido luego de que abriste los ojos y te diste cuenta de que todo sigue su curso y que la vida no es en sí misma una fiesta donde agitarte, moverte y tener sexo.

Una vez que regreso a la camioneta, percibo que las sirenas de policía siguen andando por la zona.

Dentro de la camioneta, Paz toma mi mano. Ambas estamos sucias. Me ha manchado con sangre también.

–¿Estás bien, cariño?–me pregunta.

Niego y rompo en llanto.

Mi cabeza es un infierno, solo puedo pensar en una cosa que me hace daño y es que esta noche ha ido fatal.

Es decir, nos hemos hecho de un botín, pero había una sola cosa que me interesaba y no pude conservarlo.

–¿No ves que no está bien?–le contesta Nina.

–Chicas, podemos discutirlo en la residencia si quieren, pero recomiendo que nos larguemos de acá cuanto antes.

Paz pone en marcha en runrún del motor y salimos del lugar.

Observo mi reflejo en el vidrio, haciendo un repaso de la noche que tuvimos y, por un instante, recuerdo que tuve la ilusión de que me sentía bien.

Pero no "bien" en un modo superficial.

Sino... Conectada.

"Bien" de verdad.



El de rulos se llama Jamie y el del croptop se llama Ulises.

Nos los ha presentado Jude y las chicas se han montado un festín con ambos en medio de la música, el humo y la cercanía unos de otros.

Me encanta verles cómo coordinan cuando bailan, la manera en que unos se agolpan con otros hacia atrás mientras sacuden los dedos y se hacen masajitos en el cuello, en la espalda, se tamborilean las manos en la cabeza o entre sí, todo es mágico en estos lugares con esta música y no lo pienso dejar jamás.

Jude también es un sumamente atractivo mientras baila.

"Push it, push it, push ti..." insiste la música mientras su mano se desliza por mi boca, acaricia mi labio inferior y saco la lengua para recibir el cartoncito de ácido que tiene para mí. En cuanto se consume en mi boca y me entra químicamente en el cuerpo, ambos desvariamos con soltura y un amor profundo el uno por el otro al ritmo de la música.

La pasti comienza a romper efecto en mí.

Es fabuloso, pero a veces me preocupa un poquito.

La sensación se parece a un cortocircuito que quiebra su efecto en mi cabeza, me produce un hormigueo en los dedos, hace mis brazos y mis piernas se suelten y quede a expensas de cómo vaya la música y el show a nuestro alrededor.

El contacto con Jude es fascinante, su piel contra la mía se vuelve literalmente electrizante y puedo ver su alma a través de sus gafas oscuras tal cual las mías.

Nos seguimos moviendo, cierro los ojos, me dejo llevar por el ritmo dentro de mí, por Jude que me empuja de un lugar a otro, que me mueve y me hace vibrar como nunca.

Extasiada con la batalla de sensaciones, mi cabeza comienza a desvariar, entre recuerdos y emociones con situaciones incómodas, recuerdos terribles nada menos que con mi madre.

Jude me espabila.

Vuelvo a la realidad.

Creo ver a mis chicas haciendo su tarea.

Me concentro otra vez en él.

–¿Te sientes bien?–me pregunta.

Su boca está acariciando mi oreja.

O eso creo que me ha preguntado.

En cuanto se vuelve al frente, me acerco para responderle, pero mis manos detonan en medio de mis sentidos amplificados por su contacto y me aferro a sus quijada cuadrada para atraerlo hacia mí y besarlo.

En cuanto pego mis labios a los suyos, cualquier atisbo de cordura desaparece y solo me siento fundida en él, espiritual y corporalmente.

Jude corresponde a mi beso y, por primera vez en muchas noches, solo quiero centrarme en una persona y que no se aparte de mí por nada del mundo.

¿Qué tiene él que me hace sentir así?

Como nunca me había sentido antes.

Hay una calidez deliciosa en él.

Los brazos de Jude y su boca me saben a hogar.

Carajo.

Sí, debo de estar muy pasada ya.

Así que solo lo pienso disfrutar y no recordar que mi familia es una mierda, que llegué hasta acá huyendo con mis amigas y que hice más de una cosa en mi vida que me condena a vivir por siempre con una culpa horrenda.

Hoy solo lo quiero a él.

GOOD GIRLSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora