18. Las Chicas Super Sospechosas

57 6 0
                                    

–Han atrapado a Caridad.

–¿Qué?

Paz me obliga a salir de una clase luego de haber pasado por la biblioteca donde Jude me enseñó un poco sobre impuestos, pero más que nada hablamos acerca de su vida. Yo no pude darle muchos detalles sobre mí, la sola idea de tener que mentirle a él me aterra, no es lo que quiero para ninguno de los dos.

Realmente una parte de mí siente el deseo de corresponder con sentimientos bonitos ante alguien como él.

Ha tenido una vida dura, complicada, pero aún así eso no le hizo resignar su humor: un padre bien idiota que golpeaba a su madre, su madre trabajadora quien sacó adelante a la familia, pero nunca supo dejar a ese hombre que al día de hoy le sigue arruinando la vida y a quien él ya no sabe de qué manera ayudar, está atrapada en un círculo vicioso y por fuerza de atracción lo deja inmiscuido a él también. No, realmente no quiero traerle más dolor a su vida.

La realidad me obliga a poner los pies sobre la Tierra mientras Paz me mira con sus ojos asustados al darme detalles de lo que ha pasado en medio del pasillo donde estamos ahora.

–Si, hace un rato estábamos en otra clase cuando un grupo de polis la sacó para testificar.

–¿Y qué va a decir?

–Lo que teníamos arreglado, ¿no? Él nos molestó, lo ignoramos, seguimos con la fiesta poco más y terminamos regresando a nuestra habitación.

–Van a buscarnos a nosotras también.

Pienso un momento y llego a una conclusión.

Los chicos que estaban vendiendo en la última fiesta. Los vi cerca de los amigos de Bruce. Es probable que entre ellos haya algo que ver.

–Tengo miedo, amiga. No quiero meter la pata–me dice ella y debo sacarla del pasillo para evitar que se rompa ahora mismo–. ¿Dónde vamos?

–A escondernos.

–¿Dónde?

–A nuestra habitación.

–Tienes tus libros en el salón de clases.

–Pediré a Jude que pase por ellos.

–¿Judas?

–Sí, él.

–Se lo veía buena onda al igual que sus amigos. Me gustaban, aunque son pareja.

–¿Pareja?

–Sï.

Les vi a los besos entre ellos y también con chicas y con otros chicos en la fiesta. Pensé que solo eran amigos.

–Oye, un momento–me clavo al suelo y miro el ingreso.

Hay dos policías en la entrada.

Por acá precisamente no podremos salir.

–¿Dónde está Nina?–le pregunto, tratando de buscando de dar a tientas con mi celular. Le escribo, pero los mensajes no le llegan.

–Acá–. Paz me señala el salón de clases donde ella debería tener clases, pero sus cosas no están. Tampoco hay nadie en el salón, ya se han ido.

Miro a mi amiga con ojos alertas.

–Las han agarrado a las dos al mismo tiempo.

Si los testimonios no coinciden, tendremos problemas.

–Chicas, buenos días.

La voz de un hombre nos llega desde una puerta que se abre en el extremo opuesto al salón que acabamos de indagar buscando a Nina.

Nos volvemos las dos al mismo tiempo y vemos a un hombre de camisa, corbata y saco cruzado de brazos, mirándonos fijamente.

A su lado hay dos mujeres policía y otra más que da una paso adelante vestida más o menos con la misma formalidad que él.

Trago grueso con tanta dificultad que lo primero que viene a mi cabeza es un pedido de auxilio que no puedo hacer.

He rechazado tajantemente la opción.

Pero si las cosas se ponen feas, tendré que recurrir a mi redención. Mierda.

–O-oficiales...–murmura Paz, con una de sus manos empapadas de sudor frío tomando la mía más cercana a ella y la muevo para evitar que parezca que estamos quedando demasiado en evidencia.

–Señoritas. Buen día.

Carraspeo.

Paz contesta, pero apenas le sale un hilo de voz.

–B-buen d...

–¿Podemos hablar con ustedes un momento?–la mujer elegante nos habla y se muestra desafiante.

Creo que sí, estoy en problemas. Estamos. Si nos han buscado es porque nos han delatado o porque nos han atrapado. O tienen sospechas. Pero todos los caminos me conducen directo al grupo de Bruce, especialmente a su mejor amigo.

Ni muerto ese canalla deja de arruinarle la vida a las mujeres que tendía a increpar en las fiestas o drogarlas.

–¿Estamos arrestadas?–pregunta Paz y me dan ganas de abofetearla. ¿En serio, amiga? ¿En serio vas a decir eso?

–¿Por qué lo estarían?–pregunta él.

–Solo necesitamos hacerles algunas preguntas–se adelanta la mujer–. Tenemos orden y permiso para requisar completamente el lugar e indagar con quienes creamos conveniente. Por favor, ¿pueden acompañarnos?

GOOD GIRLSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora