8. Misión: fiesta de millonarios

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Tengo sangre en la boca.

Me relamo los labios y el sabor tanto a tierra como labial y el hierro que expide la herida en mi labio sabe interesante en su combinación.

Las tres salimos del patio trasero de una casa en los suburbios donde nos hemos metido y lo más interesante es que las bicicletas están viejas.

Me cuesta un poco conducir porque llevo una metralleta en mi mano derecha.

Me quito el pasamontañas gris mientras andamos para que me resulte un tanto más ventajoso el andar así y seguimos nuestro camino.

A Paz se le tuerce un poco la bicicleta al andar, lo cual le combina perfecto con una de sus colitas rubias que ha quedado más baja que la otra ya que el pasamontañas también se le ha corrido hacia un costado.

Su ropa está sucia.

Caridad gotea sangre, pero no me preocupo ya que descubro que esta viene chorreando desde el cuchillo en la funda que se ha anclado a la cintura.

Nina, ahora, fue un poco más discreta y en lugar de cargar con una pistola de agua, se montó una jeringa con su menjunje secreto.

Su mochila está pesada.

Sí, pesa mucho.

Vale mucho lo que lleva ahí.

Ha sido una noche compleja.

Amanece en el horizonte.

Toso un poco ahogada, aún mordiendo polvo entre mis muelas y seguimos nuestro camino escuchando a lo lejos el ruido de una sirena de policía con una columna de humo que se eleva en el horizonte.

¿Serán los bomberos, sino?

Por un instante cierro los ojos y muchas imágenes pasan por mi cabeza.

Una de ellas me deja encandilada: muchas luces, mucho color, excitación. Humo.

Otra de ellas me deja con cierto deje agridulce en la boca: una chica, dos, tres en el mismo beso.

Me quedo pavorosa al recordar a Judas con sus manos en mi cuello.

Me tiembla el pulso cuando pienso en la sangre brotando con tanto desenfreno.

Esta vez podríamos haber matado a alguien.

Pero no lo hicimos.

En su lugar, sucedió algo mucho peor.

Pero vamos desde el comienzo...

...hace unas horas estaba escribiéndome con Jude (alias "Judas") para vernos en una fiesta de vecindario de ricos junto a mis amigas. Él iría con los suyos.

Lo que jamás pude prever era lo que estaba por venir.

–Chicas, pase lo que pase esta noche no podemos estar separadas–les indico. Nina se vuelve a mí desde el espejo de mi cuarto donde se está pintando la boca con un notorio labial que roza el bordó en sus gruesos labios.

–¿Y cómo se supone que pasaremos desaprecibidas?

–Debemos estar en contacto y reunirnos cada tanto–señala Caridad–. Si en algo nos equivocamos cuando el imbécil de Bruce intentó drogar a Paz fue por haberla dejado sola. Es lo que sucede cuando tienes gafas oscuras en una fiesta donde la música está a tope y el ambiente te llena de estímulos mientras el ácido que te tomaste busca hacer efecto irrumpiendo en todo tu cerebro.

–Exacto–advierto, ajustándome el cinturón a la falda que me marca la cintura y Caridad desde atrás me rasguña las medias con sus uñas–. Unidas, más no juntas. Dispersas, no separadas.

–Sí, mi comandante. Rawwwr–suelta Caridad, saltando de la cama para quitarle el labial a Nina y colocarse ella. Nina es quien comienza a pintarla ahora.

Paz se mantiene muda.

Me vuelvo a ella y me siento a su lado.

–¿Qué sucede?

Suspira, bajando la cabeza.

Sus colitas rubias combinan excelente con su atuendo y su ropa, pero ambas sabemos que las lleva así para que entren rápidamente en su pasamontañas cuando cabe la necesidad de colocarlo.

–No quiero ir nuevamente armada a una fiesta. Me siento incómoda, tengo la sensación de que en cualquier momento un idiota me puede tocar y descubrirme.

–Es que nadie debe tocarte porque ahí estaremos nosotr...–empieza Caridad, aunque Nina la cachetea:

–Quieta que no puedo pintarte así.

–No estás equivocada, eso es cierto–. Me lo pienso dos veces y me vuelvo a Nina–. ¿Acaso, Nina, vas a llevar una pistola de agua a la fiesta?

Caridad me levanta un dedo para indicarme que no puede hablar.

–Además, yo no iba armada la otra vez, eso es riesgoso–me lo vuelvo a pensar y luego me vuelvo a Paz–. Amiga, ¿tienes la camioneta con combustible? ¿Algún escondite secreto?

–Mmm.

–Por favor.

–La policía está en todas partes con esto de que buscan a Bruce, no sé si sea buena idea llevar eso encima. ¿Y si requisan las movilidades? ¿Y si hay polis en el lugar?

–Las enterramos–propone Caridad.

Y su idea me ilumina.

–Enterrar las armas en otro punto que no sea la camioneta, pero donde sepamos las cuatro que están ahí por si las cosas se salen de control.

–No pueden salirse las cosas de control–digo, más como un deseo que como una certeza completa.

–Cariño, nosotras vivimos fuera de control. Es la vida que elegimos.

Golpean la puerta.

Me acerco.

Ninguna de las cuatro entiende nada, no esperaba a nadie.

Pero tendría que haber advertido antes que vendría por mí porque él es así. Un fumeta lindo, un chico aplicado en el estudio y responsable con las chicas, un lindo universitario de ojos como el océano y labios rosados.

–Jude–me vuelvo a mis amigas.

–¿Nos habrá escuchado?–suelta Paz.

–Estamos en medio de un plan. Vete a otra parte con él–suelta Caridad.

Creo que tienen razón, estamos en medio de algo importante, pero tampoco quiero ignorar a Jude, es realmente lindo y me hace sentir que soy buena.

–Activa localizador en tiempo real–. Nina sujeta con una mano a su maquilladora para poder hablar. Reviso mi aspecto en el espejo, Jude golpea otra vez y salgo al encuentro de quien puede ser el único hombre en toda mi vida que realmente me ha interesado un poco al menos.

Y ha venido por mí con un regalo entre las manos.

GOOD GIRLSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora