Hace cien años, Douma lo perdió todo: a su esposa, a su calma, a la única persona capaz de verlo más allá del demonio que es. Desde entonces, solo sus hijos -Kanae, Akaza, Koharu y Kanao con
Inosuke- lo han mantenido en pie... aunque ni ellos logran...
"El día en que tú me faltaras... el mundo rogaría por piedad."
Eso dije... cuando aún eras humana. Cuando tu calor llenaba mis brazos. Cuando aún podía oír tu corazón latiendo contra el mío.
Y mírame ahora... Un idiota. Un monstruo vencido por sus propias promesas.
¿Dónde está ese demonio cruel, sin alma, que reía mientras la sangre corría? ¿Dónde está ese ser que no sentía nada... y fingía alegría solo para esconder su putrefacción interna?
Se fue. O tal vez solo se durmió...
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Porque aquella mariposa, frágil, diminuta, que en un principio no era más que una curiosidad para mí... logró atravesar mi pecho y sembrar algo... algo real.
Con solo saber que aún vivía, que seguía de pie, que luchaba incluso después de morir...
Ella venció al demonio. Ella me cambió.
Y sí, logré lo imposible: que me amara.
Pero aun así...
Murió.
Murió Shinobu. Mi mariposa. Mi diosa. Mi vida. Mi todo.
A veces me pregunto... ¿Por qué no volví a matar?
¿Fue por mis hijos? ¿Una promesa vacía? ¿O porque esa parte de mí, esa bestia... realmente había muerto?
Pero últimamente... ese demonio se arrastra otra vez bajo mi piel. Silencioso. Hambriento. Murmura. Me tienta.
No se lo he dicho a nadie. Ni a Yushiro. Ni a Yushima. Ni siquiera a mis hijos.
Pero a veces... me vuelve a dar placer verlas temblar, escuchar esos gritos...
Y entonces recuerdo.
Recuerdo que si dejo salir esa sombra... lo perderé todo.
Otra vez.
Pero ya no puedo más.
Estoy cansado de fingir. Estoy cansado de sonreír cuando por dentro... me deshago.
Aquí todos esperan que yo sea el fuerte. El que protege. El que aguanta. El que siempre tiene una maldita sonrisa.
Pero nadie ve que por dentro... estoy roto.
Quiero gritar. Quiero arrancarme esta máscara. Quiero decir que ¡no estoy bien!
Quiero llorar hasta ahogarme. Quiero romperme frente a todos y que alguien... solo alguien... me abrace y me diga que está bien no estar bien.
Pero no puedo.
Porque ella ya no está.
Porque se fue... y lo peor es que se fue con él.
Ese maldito.
Ese al que no puedo tocar. Ni odiar. Ni desafiar.
Quiero volver a amar. Pero ya no sé cómo. Ya no sé si lo merezco.
Y cuando muera... sé perfectamente adónde iré.
Al infierno.
Allí donde mis pecados me esperan. Allí donde podré gritar todo lo que callé... mientras me pudro solo.
Porque los villanos no tienen finales felices, ¿verdad? Aunque intenten cambiar. Aunque sangren por redimirse. Aunque amen.
Nunca ganan.
Y yo lo sabía. Lo supe desde el momento en que ella me miró... y vi que nunca podría alcanzarla del todo.
¿Por qué todos tienen su final feliz... menos yo?
A veces oigo su risa. No la de Shinobu... sino la del demonio en mí.
Me dice que lo destruya todo. Que regrese al vacío.
Pero si lo hago... perderé lo único que me queda. El amor de mis hijos. La esperanza, aunque lejana, de que ella... en alguna vida... aún me recuerde.
Cada noche quiero romperme. Pero cada mañana tengo que levantarme con una sonrisa.
Una máscara.
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¿Por qué el mundo es tan cruel con los que ya han perdido todo?
¿Por qué nadie me da una segunda oportunidad real?
...
Da igual.
Cuando muera, me iré al infierno con esta sonrisa maldita pegada al rostro... y el alma hecha cenizas.
Solo. Con el nombre de mi mariposa -mi Shinobu- ardiendo en mi corazón.