Prologo ~ El final y el inicio

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Todo era un caos.

Gritos, sirenas, ruidos que no lograba identificar, policias, medicos, luces, y un calor sofocante.

La cabeza me daba vueltas, mientras el resto del cuerpo palpitaba y sudaba, con un desagradable pitido en los oidos.

Pero nada de eso importaba, ni las personas que me hablaban a mi alrededor. En ese momento aunque mi cuerpo estubiera allí, mi consciencia no, y ojala todo no hubiera sido más que un sueño. Hace un momento mi vida era normal y ahora era un desastre. Todo por culpa de un maldito borracho, que había agarrado el coche y se había dirijido a la autopista. Y ojala siguiera vivo, para poder matarlo con mis propias manos.

Me costaba respirar, y cada vez el dolor de cabeza iba aumentando más y más. Y hasta que un fuerte golpe en la cabeza hizo que todo cesara y lo unico que podia sentir era un espacio vacío y oscuro.

~

A la mañana siguiente desperte en una habitación de hospital, sin nadie a mi lado. Cuando llegaron los medicos, me hicieron unas cuantas preguntas, y después de desayunar, me llevaron de nuevo a la habitación, para que me cambiara y esperara al abogado de mi... Al abogado que iba a decidir que hacer conmigo.

Lo mas extraño de toda la situación era que, durante todo este tiempo, no habia derramado ninguna lágrima. Los medicos decian que era por el shock y quizás era verdad, pero no importaba, nada importaba. Ojala hubiera sido yo...
Alguien interrumpio en la habitación, sacándome de mis pensamientos.

—Hola ___, creo que ya sabes a lo que vengo a hablar hoy— Yo solo asentí —No voy a esplayarme mucho. ya que esto es muy complicado para ti, así que voy a ir directamente al grano. Ya no eres una niña pequeña ___, pero desde que todavía necesitas que te tuteen, tus... padres, escribieron que, si cualquier cosa les ocurria...— Como la muerte, pensé te quedarías con tu tio Gabriel Agreste, en París. —y simplemente asentí— Mañana por la mañana...
—¡¿Que?!— Dije, y en ese momento volví a la realidad. Ni un dia me habían dejado descansar, y aunque no lo quisiera aceptar, en verdad, sentía que era lo mejor. No iba a pasar mas tiempo en esa ciudad y así, no tendría que darle explicaciones a nadie. Aunque tampoco era que había alguien a quien le importara demasiado mi vida, pues las personas a las que mas les importaba ya no estaban.
—Tu tio, ha enviado ya un avión privado para desplazarte. ___ yo... siento mucho lo que te a pasado, ojala puedas vivir bien lejos de todo esto.— Y sin una respuesta por mi parte, salió de la habitación, dejandome sola de nuevo, y por primera vez una lagrima resbalo por mi mejilla.

Después de llorar un rato y tranquilizarme, decidi agarrar el telefono que tenía a un lado de la cama, pues era lo unico que me había llevado la noche anterior. Lo desbloqueé y poco a poco, fuí borrando todos los contactos que tenía, y aunque no fueran muchos, me llevó un rato. Y por ultimo después de mirarlos durante algunos minutos, elimine para siempre los contactos de mis padres. Así, nada del pasado seguiría, aunque nunca me atrevería a borrar las fotos que conservan junto a ellos.

Estaba tan cansada que sin darme cuenta, caí dormida, y no fue hasta que alguien me desperto, que me di cuenta que tenía que preparar la maleta para mañana.

Ya me habían avisado de que no me iban a dejar sola, pero no imaginaba que tres enfermeras estuvieran todo el rato junto a mi mientras que estando en mi casa, recogía y empaquetaba todo lo que necesitaba. Ropa, productos para la piel y el pelo, mis libros favoritos, materiales de arte, y todos las cosas que me habían dado mis padres, junto con unos pendientes de mi madre y un reloj de bolsillo de mi padre. Y después de observar por última vez la casa en donde había crecido, volvimos al hospital.

La mañana siguinte todo fue muy rapido. Levantarme, desayunar, prepararme, ir hacía el aeropuerto y coger el avión. Allí una amable mujer llamada Nathalie me esperaba, con una tranquilizadora sonrisa, lo que hizo que me tranquilizara un poco. No intercambie muchas palabras con ella, pues no me apetecía mucho. Comí un poco, aunque no tenia mucha hambre, intente ver un rato una pelicula, pero ninguna me convenció a si que opte por dormirme, de nuevo.  Cuando me desperté solo quedaba media hora para llegar, a si que después de volver a comer un poco, ya que ahora si tenia hambre, llegamos al aeropuerto. Nos bajamos del avión, y al salir del edificio, me encontre una limusina, a la que me hicieron subir, tardamos diez minutos en llegar a París, y otros cinco para llegar a la casa de mi tio. Allí un hombre alto y delgado junto a un joven rubio de mi edad, nos esperaban. Se acercaron, y después de intercambiar unas pocas palabras con Nathalie, se acercaron a mi.

—___  Agreste, mi sobrina, lo siento mucho— dijo con tristeza dandome un abrazo —Ojala poder ayudarte. Por ahora relajate, y descansa, empezaras, si tu quieres, las clases la semana que viene.— Y dicho esto se alejo, lo que me pareció estraño, pero supuse que el tambien estaría triste por la muerte de su hermanastro.
—___, has cambiado mucho desde la ultima vez que te vi—dijo el joven a mi lado con una sonrisa, y por una vez, sentí tal alivio, que pude hacer aparecer una pequeña sonrisa en mi cara.
—Hola, Adrien.

El azul de sus ojos - Luka Couffaine x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora