mom or mother

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Yeonjun no podía dejar de mirarse al espejo. Se acomodaba el cabello de un lugar a otro, pero nada terminaba de convencerlo. Se sacudió el pelo del estrés, sin terminar de decidirse por el peinado, y se tiró a la cama, ahogando un grito de frustración contra la almohada.

Pero sus emociones cambiaron a pánico cuando escuchó unos toques en la puerta. Primero pensó en que era Beomgyu, que, a lo mejor, fue por él, a pesar de que concordaron en encontrarse en parada del autobús, pero sería raro que fuera así. El patrón de toques que dejaba Beomgyu en la puerta cada que iba a su departamento era diferente, más acelerado que el que estaba escuchando en ese momento.

Se levantó de su cama, acomodando a como pudo su cabello al menos un poco. Se relajó un poco al ver que no era Beomgyu.
Era su mamá.

-¡Yeon!- exclamó la mujer, abrazándolo en cuanto la puerta fue abierta. -Hace taaanto que no te veía- dijo dentro del abrazo que empezaba a asfixiar un poco a su hijo.

-Mamá...-
dijo como pudo, haciéndole ver que se le estaba cortando el aire, y ella lo soltó, rodando los ojos, pero poniendo sus manos sobre sus hombros, analizándolo de pies a cabeza con una sonrisa.

-¿A dónde vas tan guapo, mi niño?- preguntó, dándole un guiño al asumir a donde iría. -¿A qué muchachita irás a conquistar?

-N-no, sólo es una cena. Y es con un amigo. Hombre, mamá- respondió irritado.

Su mamá siempre había sabido la cantidad de chicas que se le acercaban a su hijo, pero estaba confundida de porqué casi nunca las correspondía.

-Ah. No te preocupes, Yeon, yo te comprendo y te apoyo.

-¿Qué?

-No pensé que salieras... bueno... así, ¡pero te juro que un yerno no me vendría mal!

-¿Qué?- volvió a exclamar -No, no, mamá, yo no soy gay. Es literalmente un amigo.

-Oh...- soltó decepcionada -¿Y entonces no crees que viene siendo hora de darle una nuera a tu mamá?- sugirió.

-Pues... estaba quedando con una chica, muy linda, pero por alguna razón ya no quería verme más- recordó a Sohee.

-Yeon... ¿Qué le hiciste?- preguntó con seriedad, lista para regañar a su hijo.

-¡No le hice nada! De hecho, iba a salir con mi amigo para que me olvidara de eso... No ha llegado y ya es hora.

-Ah, ¿te estoy interrumpiendo tu salida?

-¡No! no, no, no, no. Si quieres quédate aquí, prepárate algo o ve la televisión, cuando regrese de mi cena hablamos, ¿está bien?- dijo, llevándola a que se sentara al sofá.

-Bien, bien, sólo no llegues muy noche. Vivirás solo y tendrás tus propias reglas, pero sigo siendo tu mamá- ordenó.

Ambos sabían que no hablaba en serio. Si fuera por ella, que se esperara todo el rato que quisiera, de todas formas el sofá era demasiado cómodo como para querer que la interrumpieran de estar allí.

Yeonjun sólo rió, para asentir con la cabeza y cerrar la puerta.

Quería mucho a su mamá.







Beomgyu se sobresaltó ante el sonido de su puerta siendo abruptamente abierta y cerrada. Era normal que su madre entrara sin pedir permiso o tocar la puerta, pero no que cerrara la puerta tan bruscamente.

-¿A dónde vas?- preguntó su madre, casi gritando, pero tratando de mantener su voz firme.

Usualmente, Hyeoh no le gritaba a su hijo, por que Beomgyu no le daba razones para que lo hiciera. Ni siquiera cuando se enojaba le solía gritar, más bien le recalcaba qué hizo mal para ignorarlo hasta que le pidiera perdón una y otra vez. A veces hasta que empezara a llorar.

-Iré a ver a un amigo- murmuró con pena.

-¿Sin mi permiso?- gritó. Del bolsillo de su pantalón, sacó un frasco con pastillas a medio terminar. Pastillas para dormir.
Tratando de contener su enojo (y fallando en ello), volvió a preguntar: -¿Qué se supone que es esto, Choi Beomgyu?

-No sé, no son mías - dijo, tratando de arreglar la situación, y accidentalmente perdiendo la dulzura de su voz con la que siempre le hablaba a su madre. No se dió cuenta cuando sus manos empezaron a temblar.

A pasos apresurados bajó las escaleras, echándole un vistazo rápido al reloj que indicaba que faltaban dieciocho minutos para ir con Yeonjun.

Estaba a punto de abrir la puerta, sin tomarle importancia a la mujer enojada con él que iba detrás suyo, pero Hyeoh lo detuvo, agarrándolo con fuerza de la muñeca. Su agarre era intenso, tanto que Beomgyu soltó un quejido del dolor.

Los regaños de su madre casi siempre eran daños psicológicos, pero en ese momento se dió cuenta que su ira actual iba más allá de un regaño común.

-De aquí no sales hasta explicarme qué es esta mierda.

-No sé, madre- pronunció con el mismo coraje que ella, tal vez un poco más. Se miraban fijamente el uno al otro, Hyeoh algo confundida por lo diferente que estaba siendo su hijo en ese momento. -¿Eso te basta?

-Yo nunca compré esto- señaló con la mirada el frasco de pastillas, sosteniéndolo con la mano que tenía libre -y mucho menos lo necesito. Y tú tampoco.

-Yo las necesito- admitió, impaciente de que no lo dejara ir, ni aflojara su agarre.

-Pero necesitas receta médica para conseguirlas, mi niño- dijo con una sonrisa cínica, apretando incluso mas su muñeca con su mano. -Jamás te he llevado al médico y te han recetado esto, ¿no es así?

Sus ojos reflejaban una furia profunda, mientras que los de Beomgyu estaban llenos de odio puro. A como pudo, aún con la mano de su madre sobre su muñeca, el menor se dirigió hasta la cocina a confirmar si esas eran las únicas que había descubierto.

-Tambien vi las que estaban en el cajón de la derecha- dijo al observar la mirada de Beomgyu sobre el cajón. -¿Qué te hizo pensar que no descubriría tus juegos sucios, cariño?- preguntó, más como burla que nada.

-No lo hiciste en todos estos meses, madre. Tal vez por eso- contraatacó.

A diferencia de la reacción que esperaba, Hyeoh sonrió más.
-¿Querías librarte de mí? Y eso por eso que me dabas ese estúpido jugo de naranja cada que iba a dormir- soltó con coraje, alzando la voz. -Te he dado todo lo que te tengo que dar como madre.

-No, no lo has hecho.

-¡Claro que sí!- gritó y no se arrepintió de nada, ni siquiera cuando vió la marca roja sobre la mejilla de su hijo, ni cuando vio los ojos del mismo empezándose a llenar de lágrimas por la bofetada.
Hyeoh jamás se arrepentiría de nada, y mucho menos de todo lo que le había hecho, y Beomgyu acababa de realmente entender eso.

El shock pasó a ser tristeza, y rápidamente la tristeza volvió al sentimiento inicial; la ira.
En un movimiento veloz aprovechando que su madre descuidó su agarre, llevó sus manos al pequeño cajón al lado de la estufa. En el que Hyeoh guardaba los diferentes utensilios de cocina.

En realidad, todo pasó muy rápido. Para ambos. Beomgyu por un momento deseó ser un poco como su madre y poder tener esa cara de nulo arrepentimiento después de sus acciones, pero no era así. Claro, por que si fuera más como su madre que como su papá, tal como ella había recalcado tantas veces, no lo trataría así en primer lugar.

El cuerpo de Hyeoh cayó directo al piso y por primera vez, Beomgyu pudo ver esa nueva emoción en la cara de su madre: el miedo.
Y a él ni le dió tiempo de reaccionar, cuando se dio cuenta de lo que acababa de hacer. Ni siquiera pudo sacar el cuchillo del pecho de su madre cuando la sangre salpicada cayó sobre sus manos, manchándolas al instante.

Una parte de Beomgyu se sentía como una mierda.
La otra parte, por primera vez, se sintió verdaderamente libre.

Inconscientemente, soltó un suspiro de alivio.




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