Quería hacerlo, lo quería tanto, pero el temor nunca se lo había permitido; o al menos lo hasta que la ira les dio luz verde a sus deseos.
Por demasiado tiempo llevaba anhelando deshacerse de ella, de todo lo que significaba su existencia; su presencia y su control sobre él, pero no se sentía capaz de asumir las consecuencias de sus actos, o no de algo tan... prohibido. ¿Quién querría el peso de la conciencia de matar a alguien atormentándolo? Nadie que no fuera un psicópata, por lo menos. Solo sucedió. Solo se dio la serie de eventos que terminó con aquella mujer con un cuchillo profundamente clavado en ella, y las manos del culpable manchadas de la sangre que salía a borbotones de su cuerpo, que no tardó en ser abandonado por su vida.
No dijo nada, ni ella ni él; todo lo que pudo ser dicho por las palabras, lo dijeron sus miradas.
El pánico en los ojos del hijo, y la sorpresa en los de la madre. No estaba enojada, ¿siquiera tuvo tiempo para enojarse? No era sorpresa feliz, ni triste, ni furiosa, solo sorpresa en su estado más puro. Por el último segundo, ese en el que el arma terminó de arrebatarle el alma a su madre, Beomgyu llegó a contemplar eso que nunca antes había visto en esa mujer: orgullo. No lo entendía, y no tenía tiempo para hacerlo.
Claro que llegó a pensar en matar a alguien antes, y casi siempre la protagonista de esas fantasías era la misma que lo hizo volverse una realidad, ahora tirada a lado de un hueco que Beomgyu cavaba rápidamente en su propio jardín, a lado de los narcisos que tanto se había esforzado en mantener tan hermosos e intactos. Era cuestión de tiempo para que sus flores se marchitaran al no ser cuidadas por ella en las próximas semanas.
Al este pensamiento pasar por la mente agobiada de Beomgyu, de alguna forma lo reconfortaba. No solo terminó con ella, sino que, a la larga, todo lo que estaba relacionado con ella también se iría. Quería pensar que también desaparecería esa parte de él que ella tanto se esforzó por pulir y perfeccionar, y al poder ser él mismo por primera vez, entonces todo se acabaría. Pero por más que se convenciera a si mismo de eso, sabía que siempre estará esa parte de ella que se quedaría por el resto de su vida.
Beomgyu no era un psicópata, o al menos no nació así. ¿Se nace o se hace? No le importaba realmente, pero si su madre no hubiera sido la clase de madre que fue, si no le hubiera dado una perspectiva de la vida tan distorsionada, su reacción ante su muerte no hubiera sido un suspiro de alivio. Ni siquiera la hubiera matado. Aun si ella ya no estaba, el daño ya estaba hecho, e irreparablemente.
Salió de su vientre, formado con su cuerpo. Compartían la sangre y la genética. Eran todavía la misma carne. Siempre que Beomgyu viva, un pedazo de Hyeoh seguirá con la vida que la vida que creó le arrebató.
—Mierda...— murmuró Beomgyu, cavando tanto y tan rápido como sus brazos se lo permitían. No estaba en una carrera contra el tiempo por la policía, pero sí por su tan deseada cita con Yeonjun, el que ya debía de estarlo esperando, y no dejaría que su madre le siguiera arruinando la vida aun si ella ya no tenía la suya.
Si la policía se enteraba de lo que había hecho, ¿comprenderían sus razones y tendría menos tiempo en prisión? Si Yeonjun se enterara, ¿comprendería que lo hizo para que esa mujer ya no se interpusiera entre los dos?
Se sobresaltó por la adrenalina de ser descubierto, y la pala casi se le escapa de entre las manos cuando su teléfono empezó a vibrar, indicando una llamada entrante.
—Ho-hola...— respondió a la llamada después de pasarse la pala a la mano izquierda, sabiendo quién era sin tener que mirar al número.
—¿Dónde se supone que estás?— preguntó obviamente Yeonjun del otro lado de la línea, con el desespero mostrándose en sus palabras. No parecía enojado, y si lo estuviera, Beomgyu mostraría arrepentimiento de toda la situación por primera vez. —Llevo esperándote por diez minutos.
—Tuve unos... problemas con mi madre. No me quería dejar salir; no tuve de otra que escaparme— trataba de encontrar las palabras adecuadas para cuando la policía investigara la desaparición de Hyeoh, y Yeonjun no lo viera sospechoso.
—¿Qué?— soltó Yeonjun sorprendido. — ¿Por qué no te dejaría venir? Si ya le habías dicho que saldríamos a cenar—.
Mentiras blancas, que se salieron un poco de las manos.
—Bueno, ya te he contado como es...— dijo, mirando al cuerpo tirado y con la sangre pegando la tierra a ella, con los ojos muy abiertos, que parecían que todavía lo miraban. La pateó un poco en la cabeza para que volteara a otro lado. —Pero no hay problema, ya voy en camino. ¿Te molesta esperar un poco más?—.
—Claro que no. Solo pensé que tal vez te había pasado algo. Te espero aquí—.
Yeonjun colgó la llamada, y Beomgyu decidió que el agujero ya era lo suficientemente profundo para enterrarla.
Yeonjun soltó un suspiro de alivio cuando pudo ver a Beomgyu llegar corriendo hacia él, y mostró una sonrisa más grande de lo que se esperaba.
—¿Qué fue lo que pasó con tu madre?— preguntó en cuando Beomgyu se detuvo frente suyo y se saludaron, empezando a caminar hacia el restaurante en donde irían a comer; el mismo en el que fue con Sohee. No podían perder más tiempo.
—Se le olvidó que tenía que salir, y luego trató de fingir que jamás se lo había dicho... Pero no importa tanto.
En su mente, todavía estaba ese pensamiento que llegó desde que clavó ese cuchillo: ¿Realmente lo había hecho?
Tenía un miedo algo ridículo, de que todo haya sido un producto de su imaginación. De que cuando regresara a su casa ella estuviera allí, recargada en la puerta principal con una sonrisa cínica y los brazos cruzados, con esa viva mirada que le decía que ya lo sabía todo.
Con esa estúpida sonrisita que fingía siempre saberlo todo.
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sweet views; beomjun
FanfictionYeonjun se siente vigilado, sin importar dónde esté. En la universidad, en el trabajo y, recientemente, hasta en su casa. No puede explicarlo, pero algo en él se lo dice: está en peligro. El único que sabe que sus miedos no son paranoia pura, es Beo...