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Celebré con mis compañeros unos segundos el haber ganado la primera batalla de muchas, en estos momentos estaba paseándome en frente de los rehenes con mis dos compañeras detrás. Tenía mi fusil en la espalda, todas mis armas estaban guardadas, pero en las de mis compañeras que tenía detrás llevaban el fusil el al mano. 

—Ahora toca lo más bonito de todo. — alcé la voz lo suficiente para que todos me escucharan.— Ahora vamos a trabajar. Veamos Torres, Sanchez, Biemba, Lenon, García, Molina, Tomingo, Devorza, Mateo, Molla, Perez y Gutierrez. —bajé el papel con el que estaba leyendo los apellidos. — Los nombrados irán con mi querida compañera Nairobi. —señalé a la mencionada que empezó a liderar el grupo junto a Tokio, está los llevaría hasta la fábrica de los billetes. 

Cuando estás dos se fueron Helsinki y Oslo se pusieron ahora detrás mio, Moscú se había ido también con las dos chicas. Pude ver a Denver repartiendo los sacos de dormir a todos los rehenes y dejando la bolsa a un lado para los que faltaban. 

—¡Bien! Para los demás es vuestra hora de dormir, descansar bien y soñar con los angelitos. — terminé y empecé a subir las escaleras hacia la sala de los móviles, allí estaba Berlín con otro café en sus manos. Tampoco le presté mucha atención cuando me tumbé en el sofá, me tapé con la manta que había y me quedé dormida minutos después, oyendo desde lejos los billetes siendo imprimidos. 

Me desperté nada más amaneció y me encontré cara a cara con Berlín dormido

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Me desperté nada más amaneció y me encontré cara a cara con Berlín dormido. Ni siquiera estaba en el mismo sofá, solo tenía los brazos apoyados en el sentado en el suelo, suponía que me vio dormir antes de dormirse él en esa tan mala posición. 

Me levanté despacio y preparé dos cafés, dejé el de Berlín en la mesa mientras que yo me asomaba un poco por la ventana. Pude ver perfectamente como Prieto venía con un café y a los policías haciendo el cambio de turno, lo hacían cada cinco horas con un descanso de quince minutos para ir al baño. 

Pude escuchar la respiración de Berlín más acelerada y sus latidos del corazón de la misma manera, murmure un buenos días sin dejar de mirar a la calle. Me senté en el marco de la ventana y me saqué la goma del pelo que llevaba siempre en mi muñeca, gracias al reflejo pude hacerme una coleta alta en segundos, me coloqué los pequeños aparatos en las orejas y suspiré de alivio al no escuchar nada más que los pasos de Berlín. 

—Recuerdo como gemías de placer cuando te tapaba los oídos a la hora de dormir. —giré mi cabeza para verlo sentado en una silla mirando en mi dirección, sonreí y luego asentí dándole la razón. 

Agarré mi fusil de la esquina del sofá y me despedí del jefe para bajar las escaleras y ver a Helsinki custodiando a los rehenes. Le di un corto abrazo como saludo y le pregunté si había habido algún problema durante la noche. 

—Todo normal, rehenes portarse bien.—habló y le asentí con una sonrisa que me devolvió. 

Todos los rehenes estaban dormidos, pude ver como Denver volvía de la fábrica. Nos turnábamos para los rehenes y para la vigilar a estos mismos en la fábrica, la jefa era Nairobi en esa área por lo que ella decidía los turnos de cambio.

𝐊𝐈𝐎𝐓𝐎 | ᴬⁿᵈéˢ ᵈᵉ ᶠᵒⁿᵒˡˡᵒˢᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora