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5K POLLUELOS, MUCHAS GRACIAS. 

(espero que sepáis que aquí hay una diferencia de edad muy grande, por ello la he reducido un poco. Más que nada porque no me acuerdo de la edad exacta de Berlín en la serie.)

APARECEN COSAS EN EUSKERA, LAIA AL SER VASCA SUELE HABLARLO DE VEZ EN CUANDO. LA TRADUCCIÓN ESTARÁ SEGUIDA.




HACE SEIS AÑOS

Laia le entregó los planos a su amigo Sergio mientras se encendía un cigarro y expulsaba el humo fuera del olfato del hombre, ella sabía que lo odiaba, por ello siempre intentaba que no lo oliera o que no se le acercara mucho al rostro. 

—¿Los has conseguido?— su mejor amigo la miraba con los ojos desorbitados, no se lo podía creer. 

—Eh, no. Te he entregado la receta de mi abuela para hacer lasaña. — aunque lo dijera ironía el hombre ni siquiera la escucho cuando abrió los planos de la Fábrica de Moneda y Timbre para empezar a examinarlos. 

—No sabes como te quiero Kiro. — se acercó a ella y la abrazó por los hombros, provocando que la chica se quedara congelada por la impresión. 

—Lo sé, no sé que harías sin mí. — le dio dos palmadas en la espalda, a Laia no le gustaba el contacto físico, pero lo toleraba cuando alguien necesitaba un abrazo. — Te aseguro que no lo sé. 

Sergio conoció a Laia hace un año, cuando ella tenía quince y él tan solo treinta y uno recién cumplidos. Aunque no lo parezca, Laia parecía mayor de edad a pesar de su escasa edad, por ello se conocieron en un bar y paso más de lo que tenía que pasar. Por casualidades del destino, Sergio días después le pidió a algunos contactos ayuda para cavar un túnel totalmente ilegal y necesitaba a alguien que no se fuera de la lengua, horas después llegó Laia con su equipo y así se fueron conociendo por los días que pasaban en la excavación. 

Desde entonces son mejores amigos, Laia le ayudaba con su plan y Sergio le ayudaba... A ser su amigo, digamos. Ese día le había pedido a Laia los planos de ls fábrica y ella los consiguió en menos de una hora cuando él estuvo más de cinco años, solo los consiguió a tiempo récord porque Sergio le había prometido ir a comer a un restaurante caro. ¿Cuántas veces podrían estar en París? Laia muchas, Sergio pocas. 

Pero Laia se dio cuenta, cuando estaba arriba de un edificio, que ella no iba a comer nada. Sergio era quién tenía la cita con alguien extraño y ella era quién llevaba el fusil para vigilar cualquier percance que hubiera. 

—Laia ¿me escuchas? — preguntó Sergio por el pinganillo, está se tocó la oreja con una mueca. 

—Demasiado ¿cómo se baja el volumen?— mientras hablaban, Laia preparaba lo que era su querido fusil y se acomodaba en su sitio mientras fumaba un poco. 

—Lo he bajado. —aunque Sergio no pudiera verla ella había asentido. Estaba segura que incluso sin el pinganillo podría escuchar todo en aquel restaurante que tenía en frente. 

Se acomodó el fusil cómo era necesario y vio cómo un hombre de avanzada edad se acercaba acercaba a su amigo. Laia vio todo por la lente que tenía el arma y escuchó todo por el pinganillo en común que tenían los dos, sabiendo que ese hombre también sabía sobre el plan y ahora se iban a alguna parte para conseguir otra parte. 

Laia maldijo por lo bajo y se fue en su moto lo más pronto posible para seguir el taxi en donde estaba Sergio. Se fueron en la autopista, por lo que copió la acción y se fue detrás de ellos, lo más lejos posible para que nadie pensara que los estaban siguiendo, y lo más cerca posible para que Sergio supiera que estaba allí. 

—¿Diga?— Laia había recibido una llamada y al ser una moto inteligente, al igual que su casco pudo contestar sin problemas. Se sentía como Tony Stark. 

𝐊𝐈𝐎𝐓𝐎 | ᴬⁿᵈéˢ ᵈᵉ ᶠᵒⁿᵒˡˡᵒˢᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora