6

1.2K 113 0
                                    


ABRIR LOS OJOS CÓMO SI NUNCA lo hubieras echo, es doloroso. Me pesaban mucho, pero después de escuchar las disculpas de todo el mundo estaba en la mesa de nuevo, dormitando. 

Estaba escuchando vagamente la explicación del Profesor sobre poner a picar a los rehenes, sobre que no nos escaparíamos por allí... Me froté la sien con cansancio y suspiré hondo para luego mirar al cielo, hoy estaba bastante despejado. 

Empezaron a celebrar encantados cuando escucharon la vía de escape, que en mi opinión era de las mejores opciones. No bebí más que agua después del incidente y descansé la cabeza durante toda la tarde, pero es que ese día teníamos planes. Planes de fiesta. 

A las diez en punto me estaba terminando el delineado de los ojos, unos ojos de gato perfectos, con un vestido rojo, un escote cruzado que me hacían las tetas más redondas y me llegaba dos dedos por encima de la rodilla. No era fan de los vestidos pegados de la rodilla para abajo, ya que siempre se solían subir más de la cuenta, por lo que siempre tenía vestidos pegados en la parte de arriba y sueltos en la de abajo.

Dejé mis rizos sueltos con algo de espuma para fijarlos mejor, después eran y media y ya habían empezado todos a entrar en mi habitación. Era la más alejada de todas y la más grande. 

Bajé las escaleras al ser la buscadora de Denver. Según me han contado estaba con Tokio pero llegó su padre y nadie sabía nada más de él. Salí al patio por la puerta delantera, encontrándome a quién no quería, pasé por su lado sabiendo que estaba ignorando mi presencia y me acerqué al coche al ver a un derrotado y dormido Denver allí dentro. 

Al acercarme no dudé en dar dos fuertes golpes en la puerta al ver lo que llevaba, incluso resople por lo alto. 

—¡Ay! ¿Qué pasa?— preguntó él cuando se despertó de golpe. Sabía que tenía a Berlín en la puerta viendo todo, solo esperaba que no pudiera escuchar nada. 

—¿Qué haces con la chaqueta de Berlín, Denver? — adentré mi cabeza por la ventanilla, que estaba abierta, y me fijé mejor en la chaqueta. Abrí tanto los ojos que pensé que se me saldrían. — ¡¿Tú eres idiota?! ¡Coge la Zegna azul, no la Brunello Cucinelli negra! 

Abrí la puerta del coche con brusquedad y le obligué a levantarse y salir. Al hacerlo le quité la chaqueta de golpe y empecé a plancharla con mis manos y sacudiéndola un poco. De reojo vi a Berlín acercarse. 

—¿Qué haces?

—¿Qué hago? Salvarte el culo, idiota. — seguí con mi labor y supe que Berlín estaba detrás mío al oler su característico perfume. — Es que eres un idiota total, agarras las más cara, la más hermosa y te da igual. Yo flipo contigo, son más de once mil euros está puta chaqueta y si la ensucias no se quita ni con lejía, haberme avisado y te habría dado la chaqueta que menos le gusta. 

Giré sobre mi eje y le di la chaqueta bien extendida a Berlín, incluso lo hice con delicadeza. Le hice una señal a Denver para irnos de allí y sin una despedida, porque a Denver le daba vergüenza, nos fuimos a mi habitación, donde ya estaban todos. 

Entré a mi habitación con los oídos tapados y Tokio bajó el volumen de la música al verme. Me pasó discretamente mis audífonos y me los puse sin que nadie se diera cuenta, eran muy discretos y ni se notaban. Negué el cigarro de Nairobi y miré graciosa al Denver cuando entró con una chaqueta de Berlín, pero de las que yo le había aconsejado de coger. 

Empezamos a irnos pero paré a Denver en una esquina del pasillo. Él me miró sin entender y le empujé más a la pared para que no nos notaran mientras los demás iban al coche, puse mi mano en su boca y acerqué mi cuerpo al suyo para que no haya ningún movimiento y para esconderme mejor. 

𝐊𝐈𝐎𝐓𝐎 | ᴬⁿᵈéˢ ᵈᵉ ᶠᵒⁿᵒˡˡᵒˢᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora