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Vamos a empezar fuerte este capítulo. 









—¿Podemos hablar?

Kioto levantó la vista de su libro viendo a Berlín acercarse a ella con timidez. Llevaba en la sala de móviles una media hora leyendo y disfrutando de su rato libre, pero siempre tenía que venir alguien a estropearlo. 

—Habla. —Kioto se encogió de hombros, sabía que dijera lo que dijera Berlín haría lo que le diera la gana. 

—Quería hablarte sobre lo que vistes.— la chica frunció el ceño confundida. — Lo del despacho. 

—Ah, no me tienes que explicar nada. —se encogió de hombros y volvió su vista al libro. —No somo nada igualmente. 

—Retíralo. —su voz salió más ronca. 

—¿Disculpa?

—Que. Lo. Retires. — habló fuerte y dobló un poco las rodillas para inclinarse sobre Kioto. 

—Eh, no. —volvió, de nuevo, su vista al libro sin importarle la cara de enfado del hombre. —¿Quieres que lo retire cuando es cierto? No. 

De repente, Berlín agarró con una mano la mandíbula de Kioto logrando girarla del todo. Al estar en diferentes alturas, ella sentada y él de pie, logró que su cabeza quedara justo en la polla cubierta de él. Kioto intentó sentarse correctamente para alejarse, pero Berlín no se lo permitió y forzó su cara para apretarla más contra él. La chica no tuvo otro remedió de subir la cabeza, aún con la mano de Berlín el la mandíbula. 

—¿Qué te crees que haces?— exclamó Kioto enfadada viendo el rostro de Berlín, se le veía más calmado ahora. 

—Si somos algo, no puedes negarlo. —evadió su pregunta. 

—¿A no? Pensé que solo éramos simples compañeros. 

—Compañeros que follaron con ropa hace apenas unas horas. — Kioto bufó de la frustración. — Que yo recuerde nunca firmé un contrato de divorcio. 

Hostia puta. 

Es lo único que le vino a la cabeza al escuchar esas palabras, y es que tenía toda la razón. Después de verle con otra mujer, mató a esta y se metió de lleno en su trabajo para no pensar en nada más, ni siquiera en el divorcio. 

—Ahora, ¿puedes hacerme una mamada? En serio estoy un poco cansado. —Berlín mostró una ligera sonrisa, había dejado en shock a Kioto. 

La chica lo pensó por un segundo, tenía ganas de darle placer y mucho, pero no estaba segura de que cuando terminaran se quedaría con ella o iría con esa rehén. Pero ella no le dio más vueltas y con un cambio de posiciones logró que Berlín se sentara en el sofá y que ella estuviera arrodilla en el suelo con el cuerpo inclinado a su gruesa polla. 

—Te al haré con una condición. — la chica pasó una mano por la intimidad cubierta de Berlín provocando un suspiro de su parte. —Dime todo lo que pasó con esa. 

—¿Ariadna?— la voz de Berlín ahora era débil, su chica ya le había bajado los pantalones y liberado su gran polla para ahora estar acariciando su cara con ella. 

𝐊𝐈𝐎𝐓𝐎 | ᴬⁿᵈéˢ ᵈᵉ ᶠᵒⁿᵒˡˡᵒˢᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora