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LUNES, 19:00H



Kioto se encontraba en la carpa con las manos atadas y semi-desnuda, ya que la obligaron a quitarse las botas y el mono por protocolo anti bombas. Ni siquiera había intentado escapar de ellos, todos la estaban apuntando y pudo sentir miradas desde la fábrica, no quería que su muerte fuera así. 

Podía ver a todos los policías caminando por todos lados, vio sus ordenadores y lo que sabían, por lo que si volvía podría saber todo. Nadie se había acercado a ella aún para interrogarla y sonreía amablemente y saludaba con un buenas tardes a cada policía nuevo que entraba a la carpa. 

Pero quien estaba peor en esa situación no era Kioto, eran sus compañeros que estaban dentro de la fábrica. Berlín reunió a todos en la sala de móviles y ordenó que Tokio se mantuviera fuera de su vista, dudaba que pudiera no matarla si estaba muy cerca de él. Todos estaban en la mesa, cada uno por su lado con la mirada baja, pero todos estaban enfadados. 

—Quiero saber que cojones pasó. —Nairobi fue la primera en hablar, y Berlín asintió. 

—Tenía pensado entregar a Tokio. — la mayoría suspiró.— Kioto se puso en medio para que no lo hiciera y se puso delante de las puertas, con todas las armas apuntando a su nuca. Tokio se liberó y empujó a Kioto, logrando que se cayera y estando en el punto de mira de los policías. Se entregó sabiendo de que su huía nos dispararían.

—¿Por qué no la habéis rescatado? ¡¿Por qué?!— Denver se alteró hasta tal punto que su padre tuvo que abrazarlo por los hombros. 

—La puerta se empezó a cerrar sola, Helsinki no pudo pararla. — habló Tokio cabizbaja. 

—Mira, tú ni hables. — Nairobi la señaló y miró al serbio. —Helsi ¿cómo pudo cerrarse la puerta?

—No lo sé.—respondió aún confundido. — Estoy enfadado, no pude pararlo. Parecía que iba solo. 

—Kioto...— Berlín se pasó una mano por la frente al saber lo que había sucedido, todos le dirigieron una mirada confundida. — Kioto tiene un reloj inteligente que controla todo el edificio, seguro lo hizo para protegernos a todos.

—¡Vaya tontería!— volvió a saltar Nairobi. — Cómo el Profesor no llame a la hora, nos encargaremos nosotros de todo esto. ¿Entendido? 

—No. —miraron a Berlín confundidos, era el único que no estaba de acuerdo y el más afectado de todos. — Kioto tiene más artillería allí fuera ella sola, cuando salga en las noticias irán a por ella, solo tenemos que esperar.


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—Hombre señor Prieto.— Kioto ni se molestó en levantarse, pero sí saludó. Nunca perdería los modales. 

𝐊𝐈𝐎𝐓𝐎 | ᴬⁿᵈéˢ ᵈᵉ ᶠᵒⁿᵒˡˡᵒˢᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora