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80 HORAS DE ATRACO

El plan máscara no era más que un indicador para Kioto. Solo era para decir que él estaba bien, que los policías encontraron la finca y él seguía a salvo. Por ello, Kioto le dio luz verde a Nairobi para ir más ligera. 

Nairobi estaba animando a los rehenes, felices por el millón que algún día llegará a sus casas, cuando Kioto le indicó que la policía no molestaría por varias horas. Pasaron los minutos en donde Kioto estuvo ayudando a embolsar los billetes para que Helsinki y Río se los llevaran, pero tuvo que volver a la sala de móviles cuando la llamada del Profesor se iba a hacer presente. 

Abrió la puerta y se encontró con la mayoría de sus compañeros esperando alrededor del teléfono rojo. Lo que más le extrañó a la chica fue ver a Berlí n mirando el reloj de su muñeca con algo de preocupación.

—Ya debería haber llamado. —habló Moscú mirando a la chica cerrar la puerta y sentar en el sofá despreocupada. 

—Todavía falta un minuto para las seis. — respondió Berlín sin apartar la vista de su reloj.

—Pues dadas las circunstancias...— Moscú agarró el teléfono y le dio al botón que llamaba directamente al Profesor. — Ya sabes por donde me voy a pasar tu puñetera puntualidad británica. 

Kioto soltó una carcajada que fue silenciada cuando vio como todos los de la sala se giraban a mirarla. La chica se encogió en su lugar, avergonzada por su propia acción sin pensar en que todos estaban nerviosos por la falta del Profesor. 

Tokio pasó por enfrente de Kioto para estar más cerca de Moscú y así ver si el Profesor contestaba. Kioto empezó a toser cuando la chica pasó, ya que estaba fumando y ella odiaba el olor. Tokio se dio cuenta y apagó el cigarro mientras movía el humo para que no le llegara a Kioto, algo que ella agradeció con una sonrisa. 

—Tercera llamada sin respuesta. — Kioto no se preocupo del asunto y bostezó. — Eso son dieciocho horas sin noticias del Profesor. Ya sabemos lo que significa eso. 

—Aún falta una llamada Moscú, no te preocupes. —las palabras de Kioto intentaban animar un poco el ambiente, pero no causo ninguna emoción el el hombre. 

—Kioto tiene razón. —la chica sonrió orgullosa de que alguien este de su lado, y más siendo Berlín. —Aún falta una llamada, a las doce. De momento seguiremos imprimiendo con normalidad y cavando tranquilamente. Yo me tomaré un descanso. 

El hombre había agarrado dos copas junto a una botella de vino para irse a su despacho, tenía la intención de pasar el tiempo con Kioto. Berlín se giró para hacerle una señal y que le siguiera, pero la chica no le dirigió la mirada al tener aún la imagen de él con Ariadna. 

—¿Estas de coña?—Kioto giró la vista para ver a Tokio enfadada con Berlín al ver que él estaba de lo más tranquilo. El hombre soltó un suspiro y se giró a verla. —¿Con el marrón que tenemos ahora tu te vas a follar?

—Tokio, porfavor. 

—Eso Berlín. — Kioto se levantó para ahora ponerse al lado de Tokio y apoyarla. —¿Te vas a follar con la rehén ahora?

—Me voy. — Berlín no quiso hablar cuando se metió Kioto en la conversación, ya que no quería que enfadarse y hablarle mal. Se giró para irse, pero otra voz le interrumpió. 

—Hijo de la gran puta. 

—Otra. — Berlín rodó los ojos. 

—¿En serio te estas follando a una rehén? ¿A quién? ¿A la pobre esa?

𝐊𝐈𝐎𝐓𝐎 | ᴬⁿᵈéˢ ᵈᵉ ᶠᵒⁿᵒˡˡᵒˢᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora