Laia a sufrido mucho por su culpa, por ello está decidida a que no vuelva a pasar nada entre ellos, pero Andrés lo único que desea es volver a encontrarse con sus labios para volver a estar unidos.
Él piensa que reencontrarse con ella es parte del...
Kioto se dirigía a la sala de móviles con una sonrisa. En general su vuelta había sido una alegría para todos, incluso para los rehenes. Abrió la puerta sonriendo al encontrarse con Nairobi, Denver y Helsinki. Saludó con la mano a los tres, pero su sonrisa cayó al instante en el que vio al hombre sangrando encima de la mesa.
Berlín se encontraba desmayado encima de la mesa y Helsinki estaba intentando levantarle para ponerlo en el sofá. Todos pararon de golpe al ver a la chica entrar por la puerta, incluso Nairobi que estaba hablando con el Profesor paró para centrarse en la chica.
—Una sola razón para no mataros a los tres ahora mismo. — murmuró ella acercándose a ellos, pero ni siquiera los miró. Colocó dos dedos en el cuello de Berlín buscando su pulso, al encontrarlo soltó un largo suspiro de alivio. —Una.
—¡Dijiste que tomarías el control!— Kioto se sorprendió al escuchar el grito de Denver, se giró en su dirección y lo miró con cara de póker. Su mirada solo hacía que Denver se enfadara más. —¡Y vemos a este inepto hablando con el Profesor cómo un líder! ¡Tú tenías que ponerte al mando ¡Tú...!
Kioto levantó una mano y Denver se calló de golpe. Fue como si se diera cuenta de a quien le estaba gritando con ese simple gesto. El chico se asustó tanto de la reacción que pudiera tener Kioto que se alejó dos pasos de ella.
—No me grites, soy de todo menos sorda. — pronunció ella con voz graves, se había enfadado. — Había convencido a Berlín de relevarme el puesto, pero me dijo que quería contárselo al Profesor personalmente.
Nairobi tragó saliva mientras extendía la mano junto al teléfono rojo con el Profesor al otro lado. Kioto le hizo gestos a Helsinki para levantar a su amado y ponerlo en el sofá, también fueron a ayudar todos los demás presentes al no querer estar cerca de la rabia de la castaña.
—Profesor.
—Laia. —pronunció él. —¿Qué acaba de pasar?
—Berlín no está en condiciones de seguir adelante. — habló ella viendo cómo lo colocaban en el sofá. — Nadie lo esta realmente. Tokio ha jugado a la ruleta rusa con Berlín mientras estaba atado a una silla. Luego intentó entregarla y en su lugar fui yo. —le señaló a Nairobi el maletín de primeros auxilios y ella corrió a por el. — Mis compañeros quieren que tome el mando.
—¿Eso quieres?
—¿Yo? — se encogió de hombros mientras miraba a la cámara. — Sabes que sí, creo que soy la más adecuada para ello. Soy una de las pocas que aún no han perdido la cabeza. —miró a los que tenía a su alrededor con enfado. — Solo estaré al mando hasta que Berlín se encuentre en mejores condiciones.
Aún con las quejas que tuvo de sus compañeros, Kioto no se iba a echar atrás. Quién estaba al mando desde un principio era Berlín, ella solo aceptaría el puesto temporalmente. El Profesor aceptó con rapidez y Kioto colgó para después mirar a sus compañeros.
—Os quiero fuera de aquí. — espetó ella. — Cada uno a su labor, yo me encargo de Berlín.
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