Veinticinco: Miedo

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Tomamos la camioneta en la que fuimos a la feria, subimos en total silencio y emprendemos la huida.

Es de madrugada, así que avanzamos un buen tramo antes de que la mañana nos alcanzara, paramos en la gasolinera y mi estómago ruge del hambre.

Miro a mi alrededor, debe haber un lugar donde desayunar por aquí, por suerte hay una cafetería de 24 horas al frente de la gasolinera.

¿Podemos ir ahí? — señalo la cafetería — Muero de hambre

Alguien puede reconocerte — niega muchas veces

Por favor, será un desayuno rápido — hago puchero

No podemos quedarnos mucho tiempo — me advierte

He ido a la feria, con este cabello rojo nadie sabrá que soy yo — resoplé

Aun así, toma — me da una identificación

Lucianna Cornell

—¿Cornell... que se supone que soy de ti? — alzo mi mirada

Ahí dice que mi esposa — señala un lado de la identificación

Las estúpidas mariposas de mi estómago revolotean.

¿Cuándo hiciste esto? — me sorprendí

—Neal me entregó esto ayer, sabía que no ibas a aceptar tan fácil, así que se adelantó — me explica — todo está listo para irnos si algo sale mal

¿Irnos? ¿Juntos? — intento no parecer emocionada, pero fracaso

—Te dije que no iba a dejarte... tu familia te conoce tan bien — asegura

Supongo que tienes razón, me conocen demasiado bien — me enojo de hombros

Es un hábito tuyo el huir, o es lo que escuché — se ríe — no huyas de mí

Lo miro feo, guardo la identificación en mi bolsa y bajo del auto cuando abre mi puerta.

Pedimos de comer, rápidamente nos atienden, como el primer bocado y me siento feliz.

—¡Qué rico! — le digo tapando mi boca

Me alegra que lo disfrutes — sonríe con malicia

¿En serio solo tomarás un café? — alzo una ceja

No tengo hambre — dice sin mirarme

ProtegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora