Protegida

Treinta y nueve: Nueva vida

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Llevamos tres meses viviendo juntos, David consiguió un empleo en el ejército, pero esta vez en las oficinas. Yo seguí en mi empleo hasta hace unos días que tuve que tomar mi licencia de maternidad.

—Brujita, ya me voy — David se acerca a mí — me llamas cualquier cosa y vengo de inmediato

Me da un tierno beso en los labios para después poner sus manos en mi pancita y darle muchos besos a los bebés.

—Pórtense bien — les advierte

—Que te vaya bien — acaricio su mejilla

—Te amo — toma mi cara entre sus manos y vuelve a besarme

—Te amo más — sonrío en sus labios

Después de despedirnos por demasiado tiempo se va, yo camino a la habitación de los bebés que ya está perfectamente decorada.

Aún no sé cómo le haré con dos bebés, nunca he cuidado uno, que pasa si no soy lo suficientemente buena.

Así se me pasan los días, hasta una mañana de julio me desperté con unos dolores raros en la cadera, eran soportables, pero molestos.

—¿Estás bien?— me preguntó David cuando notó que me queje

—Me duele la cadera, como si hubiera caminado mucho — le expliqué

—¿Serán contracciones? — de inmediato se preocupó

—No lo sé, ayúdame a levantarme — le pedí por la incomodidad que sentía

Se levantó rápidamente de la cama y me ayudó primero a sentarme, mi panza estaba tan grande que me pesaba mucho.

Casi me recargue en él para levantarme e ir al baño, pero cuando me puse de pie, mi fuente se rompió.

—Oh mierda — dije sorprendida

—Creo que iremos al hospital después de todo — se reía de nervios

Me ayudó a cambiarme, sacó la maleta del vestidor y caminamos hacia la camioneta, en veinte minutos llegamos al hospital y la doctora ya estaba esperándome.

—¿No llamarás a tu familia? — David me preguntó

—No, necesito estar tranquila y solo te quiero a ti a mi lado — extendí mi mano

Dejó un beso en ella y respeto mi decisión.