Ya no hay secretos

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Lisa salió de la ducha, tomó una toalla y comenzó a secar su cuerpo. Una vez que terminó, secó rápidamente su cabello oscuro. Luego, buscó un boxer y tomó una camiseta. Se los puso y se recostó en la cama.

Perdió la vista en el techo y no pensaba en nada en particular.

En ese momento, sonó su celular, que estaba en la mesa de noche. Lo tomó sin prisa para ver qué era: un mensaje de WhatsApp de un número desconocido. Le habían enviado una imagen que solo se podía ver una vez. La abrió y su reacción fue rodar los ojos y soltar un suspiro de fastidio. La foto mostraba a una joven posando de manera provocativa, mostrando sus atributos al aire. Debajo de la imagen decía: "¿Qué tal si me quito el resto de la ropa y te envío otra foto? Mientras tanto, ¿por qué no me muestras cuánto te excitan mis fotos?"

Durante toda esa semana, lo único que recibía en su celular eran esos mensajes, fotos y videos de chicas de la universidad. Eran muchas, y no sabía cómo demonios habían conseguido su número. Todo comenzó con un estúpido accidente o descuido, dependiendo de cómo se mire la situación. Días atrás, había tenido un viaje educativo y tuvieron que acampar. La primera noche fue agradable porque durmió en su propia carpa, sin tener que compartirla con nadie.

Pero en la segunda noche, mientras estaba durmiendo ya en las primeras horas de la madrugada, una de las jóvenes decidió abandonar la carpa que compartía con sus otras dos amigas porque se sentía incómoda y comenzaba a sudar. No se le ocurrió mejor idea que meterse en la carpa de Lisa, que descansaba plácidamente en boxer y una camiseta blanca. Era algo normal, pero no esperaba que algo como eso sucediera. Minnie, la chica que ingresó en su carpa, se quedó paralizada, por no decir aturdida, mirando la protuberancia que Lisa tenía en la entrepierna. Justo en ese momento, Lisa soñaba con algo erótico y su excitación estaba en su punto máximo. Como si instintivamente entre sueños, llevó su mano hacia su miembro y comenzó a masturbarse sin saber que la estaban observando. Pasados unos minutos, un suspiro que no provenía de ella la despertó, y notó la presencia de la chica. Se sentó y se cubrió lo más rápido que pudo, pero ya era demasiado tarde. Minnie había visto lo suficiente y se mordía el labio mientras observaba el espectáculo, pero al ver que Lisa se despertó, salió corriendo de allí.

Al día siguiente, casi todas las mujeres lo miraban de manera extraña, bajaban la vista hacia su entrepierna, y Lisa supo que Minnie había contado su secreto.

Se había esforzado tanto en ocultar esa prominencia durante años. Usaba pantalones largos o, en verano, pantalones holgados para disimularlo. Había hecho todo lo posible para que no fuera tan evidente, y ahora, de repente, tanta gente lo sabía. Definitivamente tenía que cambiar su número de teléfono, lo haría ese mismo día después de sus clases. Las clases comenzaban en media hora, así que terminó de vestirse con unos pantalones negros, una camisa de manga larga de color blanco y sus zapatillas negras. Tomó su mochila y salió de su lugar. En el camino, se dio un tiempo para comprar un café. Llegando a la universidad, se dirigió a guardar unos libros y sacar otros. Se dio la vuelta y estaba a punto de dirigirse a su aula cuando recibió un empujón en el hombro derecho.

— ¡Fíjate por dónde caminas, marimacho! —le dijo Kai—. ¿Acaso sueñas con haber nacido con uno así? —añadió mientras se tocaba descaradamente la entrepierna por encima de la ropa, con una sonrisa burlona, antes de seguir su camino.

— ¿Por qué siempre me cruzo con gente tan imbécil? —se preguntó en voz baja Lisa.

Kim Kai solía llamarle "marimacho" cada vez que se cruzaban, y no perdía la oportunidad de molestarla. A veces, cuando lo veía entrar en los baños de mujeres, le gritaba cosas como "¡Eh, tío, este es el baño de las damas!"

Lisa consideró que sería más fácil cambiarse de nombre. Se planteó llamarse Liam, Alex, Jake o Leo. De esa manera, podría usar los baños de hombres y competir con tipos como Kai para ver quién "la tiene más grande," saliendo claramente victoriosa.

Lisa mide 1.75, tiene un cuerpo delgado y un abdomen marcado. Su rostro tiene rasgos tanto masculinos como femeninos, lo que la hace bastante andrógina. Sus pechos habían desaparecido, ya que siempre los había tenido pequeños y optó por una operación hace unos años que no dejó cicatrices visibles. El ejercicio al que dedicó tiempo le dio un pecho musculado, lo que hacía que pareciera un chico. Su voz es ronca y seductora, lo que tampoco ayudaba a pasar desapercibida.

Cada día que pasaba, Lisa se convencía más de que era un hombre a medias, que algo no se completó en su desarrollo, y a veces se preguntaba si necesitó unos meses más en el vientre de su madre.

Terminaron las clases y Lisa se preparaba para salir. Se colocó sus auriculares inalámbricos y comenzó a escuchar su música favorita. Unos diez minutos después, recibió un video de otro número desconocido, de tan solo 10 segundos de duración. Le dio play, y en un instante sintió un tirón en la entrepierna.

En el video, la chica se masturbaba, masajeando su clítoris rápidamente en círculos, mientras con la otra mano introducía dos dedos en su vagina. Comenzó un ritmo rápido de entrar y salir, y Lisa podía ver lo mojada que estaba. En los últimos segundos, experimentó un orgasmo intenso que la hizo gemir fuertemente en los oídos de Lisa, quien agradecía en ese momento haberse puesto auriculares.

Su erección estaba a punto de despertar y exigir atención en medio de la calle, prácticamente viendo un video porno. Todo era culpa de Minnie. Lisa borró el video de esa chica desconocida, sacó su tarjeta SIM del celular y se dirigió a la tienda más cercana para comprar otra. Estaba segura de que algún otro chico estaría encantado de recibir esos videos y fotos a diario, pero Lisa simplemente no podía entender cómo las chicas de su universidad podían ser tan "fáciles".

Envió su nuevo número a los contactos importantes, a su familia y a dos amigos que tenía, aunque estaban en otra ciudad. Planeaba visitarlos pronto, tan pronto como terminara el año. Ya no tendría que volver a ver al idiota de Kai ni soportar los acosos de las chicas.

En menos de un mes, se tomaría unas merecidas vacaciones en Florida, e incluso si tenía suerte, se mudaría allí.

Cambió a una nueva canción y siguió su camino a casa. Necesitaba un descanso mental con urgencia.


Leandro ManobanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora