Planes

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En la cabaña 


— Te libras esta vez porque ya es muy tarde, pero seguro tienes mucho que contar en alguna mañana, ¿verdad, hombrecito? —decía Rose, señalando a Leo mientras este entraba en la cabaña.

Leo arrojó las llaves a su amigo Jungkook, que estaba sentado en uno de los sillones con una expresión de inspector. De alguna manera, Leo podría haber intuido que su amigo había tenido una noche de pasión.

— Lo sé, pero será mañana por la tarde. Recuerden que es lunes y tengo algunas cosas que hacer antes —suspiró—. Iré a descansar, chicos.

— Sí, mejor descansa, Leo —dijo Jungkook, sonriendo con picardía, poniéndose de pie y dirigiéndose a su propia habitación para dormir.

Rose bufó, masajeándose la zona de los ojos; ella también estaba agotada. No pasó mucho tiempo antes de que se retirara a otra de las habitaciones.

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Al día siguiente. 

Luego de completar sus trámites, Leandro tomó un taxi con rumbo a un lugar que no visitaba desde hacía bastante tiempo. Bajó del vehículo y caminó unos cuantos pasos hasta llegar a unas altas rejas negras que estaban abiertas. Se detuvo un momento para contemplar la imponente mansión, dejando escapar un suspiro antes de dirigirse hacia la gran puerta blanca con detalles dorados.

Estuvo a punto de tocar el timbre, pero fue interrumpido antes de hacerlo, ya que alguien abrió la puerta antes de que pudiera actuar. Se trataba de un hombre canoso, con una barba cuidada y vestido con ropa de casa, luciendo una bata negra de fina tela, indicio de su alto valor. Llevaba pantuflas de algodón y fijó sus penetrantes ojos grises en Leandro.

— Lalisa... ¡qué sorpresa verte! —dijo el hombre mayor.

— Abuelo... —respondió Leandro, sin poder evitar llevar sus manos hacia su nuca y masajearla un poco para liberar la tensión que sentía—. Ahora soy Leandro, abuelo.

— Vaya... hasta que te has decidido, entonces. ¡Felicidades! Pero, ¿qué pasa? Te he visto en las cámaras y reconocí tu forma de caminar y el estilo que siempre has tenido. Sabía que eras tú —sonrió el hombre mayor.

— Perdona si llego en mal momento...

— Pero, ¿qué dices? De ninguna manera, Leo, ¿puedo llamarte así?

— Claro que sí, abuelo...

— Bien, supongo que has terminado tus estudios y vienes por un lugar en la empresa, ¿verdad?

— Estás en lo correcto, abuelo. Me considero muy capaz de llevar adelante la empresa de la familia, siguiendo tus pasos e incluso los de mi padre.

— Toma asiento, hablaremos de ello, pero antes dime, ¿Dónde te estás quedando? —dijo el abuelo mientras se acomodaba en un amplio sillón en la sala principal. Hizo una señal a uno de los empleados presentes en la sala, quien se retiró tras recibirla.

— Me estoy quedando en la vieja cabaña de la familia de Rose; estaremos allí unos días, poniéndonos al día y disfrutando de unas breves vacaciones que decidí tomarme. Pero, si me das la oportunidad, no tengo ningún problema en empezar a trabajar contigo hoy mismo si es necesario. —Leo observó cómo el empleado de su abuelo regresaba a la sala con una bandeja, de la que sacó dos bebidas y las sirvió antes de retirarse nuevamente.

Leandro ManobanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora