Salida

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Lucas, nunca llegó a Marruecos.

Envió simplemente mi autorización para el viaje a Brasil.

Tío Ali y Zoraide, que desde que me casé había por fin visto con buenos ojos mi matrimonio con Lucas, notaron otro de sus abandonos con la diferencia que ahora ya no había nada que se interpusiera en nuestro camino. Lucas siempre me dejó tirada y esto ya ni siquiera debería de sorprenderme.

Han pasado los cuarenta días del puerperio. Ahora puedo regresar a Brasil, ya no me siento tan mal.

Said ha venido varias veces a visitarme trayendo regalos, aunque le he pedido cautela, pues no puedo hacer que un escándalo se forme en Marruecos con la posibilidad de que nos maten. En la última semana ha tenido que regresar a Brasil, pero ha dejado a Khadija conmigo y comprado su pasaje. Said no deja de llamarme cada vez que puede para preguntar cómo están sus hijos.

Khadija carga a su hermano mientras nos dirigimos a hacer check in en el aeropuerto. El vuelo es largo, pero cuando estamos ya dentro del avión un gran peso se me quita de encima. Me gusta el país, pero aquí no tengo la libertad que hay en Rio.

Las dieciocho horas de vuelo se pasan lentas con un bebé a mi lado. Khadija es una gran ayuda en estos momentos, pues desde su nacimiento no hace más que darle mimos a su hermano. Sé que, aunque ella quería que fuera niña, su hermano se ha introducido muy fuerte en su corazón. Hay un estrecho lazo que los une.

En cuanto el avión aterriza en Rio, siento la libertad que necesito.

Veo en la entrada a Said, ojeando un periódico.

Mi hija corre a los brazos de su padre. Said se acerca y me saluda.

Busco a Lucas por todas partes, pero no lo encuentro.

Al final, un poco apresurado, llega la sala del aeropuerto.

Lucas y Said se miran un momento en el que intercambian saludos.

Mi bebé empieza a llorar.

Lucas viene hacia a mí y trata de darme un beso que al moverme termina en una de mis mejillas.

─ Jade, te eche mucho de menos – dice – Perdóname por no ir para el nacimiento, pero surgieron muchas cosas.

─ Entiendo – digo nada convencida de mis palabras. Lucas coge a mi hijo y veo la mirada de Said sobre nosotros.

Mi pequeño grita aún más cuando Lucas lo coge, entonces tengo que quitarlo.

─ Creo que está un poco estresado – comento – después de todo es pequeño y son muchas las horas en el avión.

Said mira con preocupación a su hijo. En mis brazos, mi bebé parece calmarse.

─ Vamos a la casa. Mi papá nos está esperando. – Lucas, habla.

Olvidé que Leónidas vendría. Si fuera por mí, me iría con mi verdadera familia, pero no le puedo pedir el divorcio en el aeropuerto a Lucas. Tengo que pensar con cautela cada paso que dé.  Yo no sé que sería capaz de hacer. 

─ Adiós, princesa – digo acercándome a Khadija. Said no ha mencionado palabra alguna, pero su mirada me sigue, analizando cada paso que doy, pero con la resiliencia que pronto todo esto acabará.

En Brasil soy libre de hacer con mi vida lo que quiera.

─ Ommi, iré a verte en cuanto me ponga al día con mi tutor – dice mi hija.

Khadija ha estado llevando clases con maestros particulares desde hace algún tiempo, pues al estar entre Marruecos y Brasil yendo y viniendo, ir al colegio se ha vuelto algo complicado.

Una última oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora