Cumplir dieciocho años era un momento increíble en la vida de cualquier adolescente, y más si pertenecías a la selecta sociedad del Upper East Side de Nueva York. Una sucesión de diferentes celebraciones, fiestas y cócteles donde acudían las más selectas personalidades de la ciudad para festejar la mayoría de edad de las hijas de acaudalados empresarios.
Por eso, los días previos a las celebraciones se convertían en un auténtico caos. Llamadas telefónicas con agentes que se encargaban de gestionar eventos de ese talante y centenares de conversaciones insulsas, hipócritas, diría yo, con los invitados en cuestión.
Para las chicas que, como yo, pasábamos esa barrera de la mayoría de edad, no dejaba de ser una fiesta más de las muchas que solíamos celebrar con nuestros propios amigos. La única diferencia era que nos vestían de etiqueta y nos obligaban a comportarnos como personas adultas, sin montar ningún escándalo y sonriendo de forma gentil a todos esos desconocidos que saludaban y nos llenaban los bolsillos de cheques regalo.
Por suerte, no era mi estilo.
Mis dieciocho los celebraría con mis padres en nuestra villa de los Hampton. Nos escaparíamos el fin de semana para festejar en familia y alejarnos del mundanal ruido de la ciudad que nunca duerme. Algo íntimo, salvo porque a mí no me apetecía mucho pasar cuatro días encerrada con mi padre.
Mi relación con él siempre fue complicada porque no me gustaba cómo trataba a mamá en la intimidad. Aunque todo empeoró cuando papá hizo una mala inversión y perdió miles de dólares en la bolsa neoyorquina. Digamos que, tras ese suceso, afloró un monstruo lleno de ira y de rencor.
Quien más padecía ese cambio era mi madre, que le soportaba todos los desaires que él le hacía. Le daba igual estar rodeados de personas distinguidas o solos, si quería tratar a su fiel esposa como un trapo, lo hacía. Nos mostró un carácter agresivo y dominante que hizo que ella se aislase por completo del mundo.
Yo, en cambio, saqué a relucir mi lado más rebelde. Ya que todo lo que hacía le molestaba, decidí divertirme a lo grande y aprovechar mi adolescencia al máximo. Por eso, llenaba las tardes al salir del instituto con alcohol, drogas y sexo. El orden daba igual, tan solo buscaba evadirme del mundo obscuro que me esperaba al llegar a casa.
Lo preocupante era que me estaba sumiendo en una oscuridad aún peor, ya que los estudios me iban fatal y no hacía más que meterme en problemas con la policía por diversas infracciones. Las libraba por ser la hija de un importante bróker y miembro de la alta sociedad neoyorquina, pero no porque a la policía le gustase borrar mi expediente.
Era mi forma de desafiar la estricta autoridad de mi padre, aunque a mi madre le costaba muchas discusiones porque él acababa descargando su ira contra ella con la excusa de que me tenía malcriada. Sí, Otto von Bismark podía llegar a ser un hombre despreciable en todos los sentidos.
-¡Gen! ¡Gen! -escuché que me llamaban a mi espalda.
Me giré sobre los talones y vi a lo lejos a mis dos amigas acercarse a mí, corriendo entre el resto del alumnado del instituto al que acudían los hijos de la selecta sociedad de ricos de la ciudad, el Balley High School NY.
-Tía, ¿no puedes hablar con tus padres y pedirles que te dejen quedarte aquí? Puedes venirte a dormir conmigo, si no quieren que estés sola en casa. -Marion, mi buena y alocada pelirroja; compañeras desde primero de secundaria e inseparables, me miraba con ojos de gatito abandonado tras suplicarme por enésima vez que hablase con ellos.
-No, Mar, ya sabes cómo es mi padre. Debo ir -contesté y resoplé después. Me abracé a mi carpeta con fuerza, ya que no era precisamente el mejor plan para celebrar mi mayoría de edad. Aunque a mí eso me daba igual, yo quería irme de fiesta con mis amigos, emborracharme y follar con alguno de los chicos del equipo de fútbol.
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Juego prohibidos
RomanceTras cuatro años lejos de su hogar, Jason regresa a su querida Nueva York con la clara intención de olvidar ese tiempo fuera. Llega justo el día en que una persona muy importante en su vida cumple años. Gena, su ahijada, celebra la mayoria de edad. ...