Capítulo 37 - Jason

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El juicio contra el padre de Gena se celebró a finales de verano. El fiscal tenía prisa por encerrar a Otto y poder así proseguir con el asunto de los negocios turbios que se dedicó a hacer. Si lograban encarcelarlo por el intento de asesinato de su esposa, les sería mucho más fácil cerrar la investigación en la que, según pude saber, llevaban inmersos desde hacía más de un año.

Fueron días de interrogatorios ante el juez del caso y el jurado popular bastante duros. La prensa sensacionalista local estaba siempre ocupando la salida de los juzgados. Nos cegaban con los flashes y acosaban con los micros cada vez que salíamos e intentábamos llegar a nuestro vehículo.

Los rumores sobre la relación de la hija de los von Bismark con un hombre mayor que ella y las preguntas se centraban más en Gena que en el propio suceso en sí. Yo le había pedido a Jennifer que averiguase qué tipo de información manejaba la prensa, ya que ella tenía conocidos en algunos periódicos y tabloides. Nada, silencio absoluto. Al menos, el fiscal cumplió su palabra de mantener mi nombre en el anonimato, pero no iba a ser por mucho tiempo. Tarde o temprano se iba a saber.

—¿En qué piensas? —me preguntó Gena. Ambos estábamos tumbados en la cama, tapados con una simple sábana y relajados después de una buena sesión de sexo.

—En el futuro —contesté, sin más.

—¿Estoy yo en él? —Se incorporó y apoyó la barbilla sobre su mano colocada en mi pecho. Bajé la cabeza y deposité un suave beso en los labios.

—Sabes que sí. —Volví a recostarme en la cama, con un brazo tras la cabeza y el otro envolviendo su femenino cuerpo. Dibujé suaves líneas por su espalda y continué: —. Quiero hacer pública nuestra relación, estoy cansado de esconderte..., de escondernos, más bien —dije.

Gena se incorporó y se quedó sentada a mi lado. El cabello le caía en cascada por un lateral y los pechos le colgaban de forma suculenta, redondos e hinchados.

—¿Estás seguro? ¿Por qué querrías hacer algo así? Jason, podría salpicarte...—No la dejé terminar. La cogí de la nuca y tiré de ella para comerme esa boca tan hermosa.

—Porque quiero lucirte, quiero gritarle al mundo que eres mía y solo mía. Quiero que todos sepan que me perteneces y que yo te pertenezco a ti. Quiero mostrarles a todos lo mucho que te amo.

—Joder, así es imposible negarse a nada —jadeó ella contra mi boca. No pude evitar carcajearme, me encantaba esa sinceridad sin tapujos ni control.

—Quiero gritarle al mundo que tienes dueño y que ese dueño soy yo —aseguré.

—Creía que te daba igual lo que los demás pensaran —musitó. Sacó la lengua y la paseó por mis labios. Luego, tomó mi labio inferior con los dientes, lo mordió y tiró de él.

—Y me da igual, por eso quiero mostrarte al mundo..., a todos. Quiero poder besarte en cualquier sitio, delante de quien sea. Quiero poder saborearte y acariciarte, sin temer que nadie nos descubra. —Ahora era yo quien le mordía el labio.

—Yo también quiero... —jadeó ella—, y que podamos pasear cogidos de la mano por el parque, sin que resulte extraño. —Esa confesión me hizo reír.

—¿Desde cuándo te has vuelto tan romántica? ¿Cogernos de la mano dando un paseo?

—Es culpa tuya, por calentar mi corazón tanto. Y sí, quiero que me cojas de la mano y que enredes tus dedos con los míos mientras nos dejamos arropar por las copas de los árboles de Central Park.

—¿Y en Boston? ¿Qué quieres hacer en Boston? ¿Quieres que te vaya a buscar al salir de las clases en la universidad y te bese delante de tus compañeros? —Intenté besarla de nuevo, pero ella me puso una mano en el pecho y se enderezó.

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