Mis dedos no dejaron de golpear la pared de madera que revestía el ascensor del edificio donde vivían los von Bismark. Desde que había atravesado el hall hasta que me subí en él, mis nervios fueron creciendo. Me sentía como un adolescente, una situación del todo ilógica.
Miré mi reloj de pulsera por millonésima vez, ansioso y frustrado por ver lo lentas que se movían las agujas que marcaban el tiempo. Y la lentitud del maldito ascensor no ayudaba a calmar mi ansiedad.
¡Ding!
Las puertas por fin se abrieron y solté el aire contenido en los pulmones con un sonoro resoplido. Me revolví el pelo y avancé con paso firme hasta el departamento número 711B del edificio Claiton del Upper East Side. Me limpié las manos al pantalón porque las notaba algo sudorosas.
Un incómodo silencio hasta que escuché una voz al otro lado de la puerta que hizo que todo mi cuerpo reaccionase. Cuando se abrió, apareció ella, con esa hermosa sonrisa que le daba tanta luz.
—Sí, mamá. Jason acaba de llegar, sí. —Gena llevaba el teléfono pegado al oído y me miraba—. Toma, quiere hablar contigo —dijo tras hacerme entrega del móvil.
—Dime, Gwen, ¿va todo bien? —saludé.
Gena se hizo a un lado para dejarme entrar, mientras yo mantenía una conversación con su madre.
—Vale, tranquila. No te preocupes, me quedaré aquí hasta que regreséis —dije.
—Intentaremos estar ahí lo antes posible. Lo que tarde la grúa en llegar y llevarnos a casa —comentó Gwendy al otro lado.
—Tomaros el tiempo que necesitéis. —Dirigí mis ojos hacia Gena, que permanecía sujeta al pomo de la puerta. Me observaba con intriga, al mismo tiempo que se mordía el labio y dibujaba círculos en el suelo con la punta del pie descalzo.
No pude evitar recorrer su cuerpo con la mirada. Llevaba el cabello atado en una cola alta, despeinada, y un conjunto de pantalón corto de color verde militar y una camiseta de tirantes a juego, todo ello demasiado ajustado a su cuerpo.
—Otto dice que la grúa le acaba de llamar para decirle que tardarán un par de horas, como mínimo. —Di gracias porque la voz de mi amiga sonase al otro lado en ese mismo instante.
—Repito, Gwen. Estaros tranquilos, nos las apañaremos —le insistí, aunque tal vez no era buena idea que Gena y yo nos quedásemos a solas.
Finalicé la llamada y le devolví el móvil a la joven risueña que me mostraba su sonrisa más pícara.
—No hagas eso —le dije.
—¿El qué?
—Morderte el labio. —Gena rio coqueta y se colocó un mechón suelto detrás de la oreja, no sabía si por nervios o porque estaba jugando conmigo..., o ambas, tal vez.
—Hacía días que no te veía —optó por comentar ella. Pasó por delante de mí, contoneando ese cuerpo que me volvía loco. Cerré los ojos y tomé aire para calmar mis impulsos. No iba a ceder, no podía y no debíamos cruzar esos límites.
—Lo sé, el trabajo me tiene absorbido y el traslado a Boston está siendo más complicado de lo que creíamos —contesté. Mis ojos se fueron directos a su trasero, redondo y respingón, que me provocaron unas ganas inmensas de morderlo.
—Oh. —Gena caminó hasta el comedor, yo seguí sus pasos manteniendo una distancia prudencial, aunque lo que en verdad deseaba era cogerla en volandas, sentarla sobre la mesa y hacerle gritar mi nombre hasta quedarse sin voz. Maldije para mis adentros—. Creía que me estabas evitando —dijo, tras sentarse en una de las sillas.
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Juego prohibidos
RomansaTras cuatro años lejos de su hogar, Jason regresa a su querida Nueva York con la clara intención de olvidar ese tiempo fuera. Llega justo el día en que una persona muy importante en su vida cumple años. Gena, su ahijada, celebra la mayoria de edad. ...