Después de dos infusiones relajantes y un calmante, mi cabeza dejó de dar vueltas como si estuviese en un tiovivo. Me temblaban las manos aún, pero la respiración empezaba a ser más constante.
Jason me observaba con preocupación, sin dejar de masajearme la espalda porque me había sentado sobre su regazo cuando por fin dejé de echar la primera comida de mi vida. Agradecí el calor de su cuerpo pegado al mío y la paz que siempre me transmitía su sola presencia.
—¿Estás mejor? —me susurró contra la sien tras darme un suave beso.
—Creo que la hemos abrumado con tanta información —comentó el inspector, de pie a nuestro lado.
—¿No me digas, Sherlock? —dije en tono irónico. Jason rio contra mi frente.
—Siento que todo esto os haya venido así de golpe, pero creedme cuando os digo que el fiscal será mucho más duro que yo. Ahora estoy más seguro de que tiene un interés personal en este caso y me temo que no vendrá de buenas —comentó a modo de disculpa, aunque a mí ya me daba todo igual.
—Mi relación con Jason no debería de interferir en nada con lo sucedido, no entiendo muy bien por qué ese señor querría interrogarnos por las malas —protesté antes de darle un último trago a mi bebida templada.
—Yo tampoco conozco muy bien sus intenciones, pero ahora sabemos que tiene mucho que ver con su sobrina —me contestó.
—Sabremos lidiar con ello —dijo Jason.
—Amigo, no te digo esto por juzgarte ni nada. Soy el menos indicado en opinar sobre la vida de los demás, tú bien lo sabes, pero no quiero que todo esto os perjudique a ninguno de los dos. Mucho menos quiero que ese bestia se vaya de rositas por pequeños subterfugios a los que su defensa decida agarrarse.
—Lo sé, Phil, lo sé. No estoy enfadado contigo. Me cabrea la situación, el no haberme dado cuenta de que ocurría algo más grave... Joder, si no me hubiese ido... —Esa confesión por parte de Jason, me quebró. Se culpaba por lo sucedido y no podía permitirlo. Le cogí de la mano y entrelacé nuestros dedos.
—Tú no tienes la culpa de nada de esto. Otto von Bismark era un ser despreciable desde siempre —le aseguré.
—Gena, nunca vi un mal gesto de él para con vosotras ni siquiera una palabra humillante contigo o con tu madre...
—Porque se cuidaba mucho delante de quién lo podía hacer. Sabía muy bien que le saltarías al cuello y por eso, contigo, aparentaba ser el mejor padre y esposo del mundo, pero no era así en casa. —Vi tristeza e incredulidad en su mirada y lo comprendía. Era difícil creer la verdad sobre una persona a la que has querido y respetado durante tantos años.
—Bueno, será mejor que lo dejemos por hoy. Pronto os llamarán para prestar declaración de nuevo ante el fiscal. Solo... sed sinceros con él o no tendrá piedad —nos aconsejó el inspector.
—Lo haremos, tranquilo. Gracias por todo, Phil —le dijo Jason.
—No me las tienes por qué dar, amigo. Es mi trabajo.
Nos despedimos del inspector y abandonamos la comisaría. Fuimos directos a casa..., a su apartamento, aunque ya lo sentía más como mi propio hogar.
Durante todo el trayecto, me dediqué a mirar por la ventanilla, sopesando lo que Bromson nos había aconsejado y en cómo afectaría todo esto a la imagen de Jason. La sociedad sería implacable con él, en cuanto todo saliese a la luz. Podría perderlo todo, la compañía, su vida entera se tambalearía..., y todo por un capricho mío y por empezar unos juegos que nos han llevado a esto.
Me sentí culpable, mal. Mi madre no era la única víctima en esta situación, aquí todos íbamos a caer a manos del bastardo de Otto von Bismark. Al final, ese cabrón se había salido con la suya y nos había destruido a todos.
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Juego prohibidos
RomanceTras cuatro años lejos de su hogar, Jason regresa a su querida Nueva York con la clara intención de olvidar ese tiempo fuera. Llega justo el día en que una persona muy importante en su vida cumple años. Gena, su ahijada, celebra la mayoria de edad. ...