Capítulo 15 - Jason

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Se me paró el corazón cuando la vi con ese vestido de color verde, de corte vintage, y esos labios rojos tan brillantes. Estaba impresionante y solo pude pensar en devorar esa boca otra vez. Joder, no solo la boca. La deseaba entera. Después de haberla tenido tan abierta para mí, me costaba reprimir mis instintos salvajes.

El trayecto hacia el instituto fue tenso. Hablaban entre ellas, pero tenerla sentada a mi lado y no poder rozarle ni siquiera una mano, me estaba volviendo loco.

«Dios santo, Jason, cálmate. Es tu ahijada, recuérdalo. Está prohibida», me recordé a mí mismo a modo de reprimenda. Pero de poco servían mis pensamientos, si cada vez que se giraba en el coche para hablar con sus amigas, que iban en la parte de atrás, me presentaba esos dos pechos tan jugosos y redondos.

Me moví incómodo en mi asiento al notar la dureza en mi entrepierna. Estaba empalmado, joder, y su risa solo empeoraba las cosas. Ese sonido tan maravilloso que hacía que todas las fibras de mi cuerpo vibrasen de una forma como jamás lo hicieron con nadie. Apreté el volante con ambas manos y me concentré en la carretera.

Iba a ser una noche muy larga.

* * * *

Música de la época de los 20, jóvenes vestidos, en su mayoría, de gánsteres y muchachas casi todas con los típicos trajes de charlestón, pero de diferentes colores y diseño.

Me habían asignado la sección sur del gimnasio, junto con Lisa, la directora del instituto. Nos tocó vigilar la mesa del ponche y las bebidas que se servían, para evitar que lo adulterasen con alcohol.

—Así que eres el padrino de Gena, no te había visto nunca por aquí —comentó la directora a mi lado, quien no había dejado de coquetear conmigo desde que nos colocaron juntos en esa zona.

—He estado de viaje..., por negocios —dije y le di un trago a mi bebida.

—Oh, así que eres empresario.

—En realidad soy el CEO de MacKenzie Enterprise —respondí. Mi mirada estaba fija en la pista de baile. Concretamente, en una jovencita que se movía con demasiada sensualidad para mi aguante, y el ver a todos esos moscardones revoloteando a su alrededor no estaba ayudando a mi autocontrol.

—¡Dios santo! Tú eres... eres ese Jason —exclamó ella, tras haberse atragantado con su bebida.

El DJ cambió el estilo de música y pasó a reproducir una serie de canciones lentas que hizo que la pista se vaciase y tan solo quedasen las típicas parejas.

—Si me disculpas, Lisa... —Y dejé el vaso sobre la mesa para ir en dirección de las tres jovencitas a mi cargo.

Se habían ido hacia un lado de la pista, donde hablaban de forma distendida y reían. Ese sonido... me encantaba escucharla tan natural, tan feliz y relajada.

—Señoritas —las saludé, sobresaltando a Gena. Extendí una mano hacia ella y dije: —¿Me concedes este baile, bollito?

Ella me miró con asombro, pero Annie, de forma muy sutil, la empujó hacia mí.

—Por supuesto, padrino. —Tuve que reír tras ponerle énfasis en esa última palabra. Me estaba castigando, no había más.

Me la llevé al centro de la pista, cogida de la mano y sin dejar de acariciarle la piel con el pulgar. Con un movimiento, la hice girar hasta acabar teniéndola entre los brazos. Nuestros ojos se quedaron anclados y ya no desviamos la mirada durante todo el baile.

Al ritmo de los acordes, nos movimos con soltura y sin perdernos ni un solo momento. Era como si nuestros cuerpos se susurrasen qué pasos debíamos dar. La mantenía sujeta por la cintura y bien pegada a mí. Pude notar su respiración acelerada, al igual que la mía. Quería acariciarla, besarla... ¡Dios! Quería arrancarle ese vestido y hacerla gemir de nuevo ente mis brazos.

La hice girar otra vez y me pegué contra su espalda. Paseé la mano por la cintura hasta dejarla sobre su vientre. Su pecho subía y bajaba con cada respiración. Ella acarició mi mano y con la otra, mi cabello. Le besé en la mejilla porque sería bastante inapropiado que la besase en los labios delante de todos.

—Jason —jadeó ella.

—Sschh, disfruta del baile —respondí.

La gente desapareció para nosotros, estábamos solos..., o eso nos pareció. La música nos envolvió y el deseo se hizo cada vez más grande. La escuchaba jadear mientras la acunaba entre mis brazos, pegada contra mi cuerpo y con una notable erección en mis pantalones.

—Para no querer que ocurra nada entre nosotros, lo disimulas mal —susurró ella.

—Me atraes como la luz a las polillas, bollito. Me embrujas, pero no está bien. Estos juegos...

—¿Te refieres al sexo oral que tuvimos hace unas semanas en mi casa? —insistió ella en torturarme.

—Eso fue un error, Gena —mentí, porque no lo sentía así.

—Pues, para mí no lo fue, Jason. Y te diré que ha sido...

—Para, no sigas, por favor —la insté a callar.

Entonces, se revolvió entre mis brazos y se plantó frente a mí. Me miró con expresión de desilusión, dolor y desconcierto.

—Si no quieres que haya más juegos entre nosotros, no me busques. Es muy sencillo. Pero es tu decisión, Jason, no la mía. —Y pasó por mi lado para huir de mí.

—Gena—dije, e intenté sujetarla, pero fue más rápida y solo pude verla avanzar conrapidez hacia la protección de sus amigas.

Juego prohibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora