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PETE

Quizás Porsche tenga razón y hoy sea el día que despierte de este letargo que arrastro desde hacer tres años, que mi encuentro con Vegas sea el punto de inflexión en mi vida que me impulse hacia adelante.

Pero otra parte de mi siente que no podré hacerlo, que no puedo someterme a alguien ni depositar mi total confianza en Vegas como para dejar que me domine al nivel que él necesita. Y si no puedo ser lo que él necesita debo hacerme a un lado y dejar que encuentre a otra persona que sí pueda hacerlo.

Entonces el simple hecho de ese pensamiento hace que mi corazón deje de latir, dejar que sea otra persona quien esté a sus pies, que sea otra persona a la que él someta hasta que nada importe excepto sus caricias, excepto su piel contra mi piel, hace que quiera vomitar.

Mi mente es un caos, uno profundo que me arrastra a un estado de nerviosismo total. Pero a pesar de mis dudas, a pesar de mis miedos, todos mis pasos me han llevado hasta su puerta, donde descubriré hasta qué punto estoy dispuesto a ofrecer todo de mí.

SEIS MESES ANTES

—Porsche, ¿Se puede saber dónde me has traído?— le susurro al oído intentando no llamar la atención de nadie.

—Pete, no seas mojigato, te he hablado mil veces sobre este sitio, además tú no eres precisamente virgen, así que compórtate— me espeta en mi cara como si nada.

—Joder Porsche, no me dijiste que la gente se enrollaba delante de todo el mundo— le replico intentando no mirar a nadie en particular.

Porsche sigue caminando como si a su alrededor no se apiñaran parejas, de todo tipo y género tocándose, besándose o teniendo relaciones sexuales. En nuestro camino hacia la sala del fondo del local muchos hombres se acercan a Porsche mirándolo con un brillo intenso en sus ojos, y no me extraña, mi amigo es luz pura en movimiento, atractivo hasta decir basta. Pero ninguno de ellos va más allá del slaudo inicial cuando ven en su cuello el collar de cuero negro con incrustaciones de plata y amatista. Ese collar lo distingue como sumiso de alguien más, por lo tanto, tiene dueño y nadie se atreve a coquetear abiertamente con él.

Debo reconocer que este lugar, aunque parezca un lugar caótico o de libertinaje sexual, tiene unas reglas muy claras que todos siguen sin excepción. Esto hace que me sienta seguro, nada pasará si yo no quiero, si algo me incomoda lo digo y para inmediatamente. Aún así, me cuesta no centrar mi mirada en ciertas escenas que suceden ante mí, no estoy acostumbrado a esto.

—Relájate por favor, sólo echa un vistazo y si alguien te gusta simplemente acércate, pero creo que ese tipo de ahí ya te ha puesto el ojo encima— me dice sin pestañear.

Miro hacia la dirección que me dice su cabeza y veo a un hombre de unos treinta años, atractivo y con un porte que grita dominante por todos lados. Reconozco que podría tener un revolcón con él esta noche, pero sigo sin tenerlo muy claro. Entonces el hombre me mira intensamente y me invita a ir a su lado con una inclinación de su mano, está claro que no vendrá hasta mí, él es el que manda y tengo que ser yo el que vaya hasta donde está sentado.

Creo que, de momento paso, si no le gusto lo suficiente como para tomarse el tiempo de venir a hablar conmigo no creo que vaya a funcionar. En realidad, nada esta noche parece que vaya a funcionar, yo no funciono como el resto del mundo y no creo que vaya a encontrar lo que busco en este lugar.

Voy a decirle a Porsche que me marcho a casa cuando aparece su novio acompañado por el hombre más sexy que haya visto en mi vida. Alto, guapo, castaño y de intensa mirada, todo en él rezuma masculinidad en estado puro. No puedo evitar un jadeo cuando se acercan a nosotros caminando relajadamente y sus ojos se topan con los míos.

Carpe Diem [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora