XX

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VEGAS

He preparado a mi mente para todos los escenarios posibles. Pete diciéndome que no puede ser mi sumiso, Pete pidiéndome más tiempo, Pete no acudiendo a nuestra cita. Pero ninguna teoría iba a prepararme para la sensación de plenitud y felicidad que he experimentado esta noche.

En todas mis relaciones anteriores he tenido el control. He disfrutado de cada experiencia que he vivido, pero nunca he sentido que me cuesta recuperar la cordura después de una sesión. Siempre me he mantenido en contacto con la tierra, mis pies firmemente anclados en el suelo que piso. Sin embargo, hoy no he podido evitar volar fuera de mi mente y disfrutar de la maravillosa sensación de pertenecer a alguien más allá del sexo.

Hoy hemos dormido en la cama del cuarto de juegos, nunca antes le había dado ese uso. Cuando se acababa la sesión mandaba al sumiso a su cuarto y yo me metía en el mío sin dudarlo. Pero cuando lo he soltado de esa pared, ha caído en mis brazos y yo me he convertido en un charco a sus pies. Tenía que abrazarlo, mimarlo y hacer que se sintiera seguro. Un deseo irrefrenable de querer protegerlo arde bajo mi piel. He vigilado su sueño casi toda la noche y ahora estoy apoyado sobre el cabecero de la cama mirando cómo su pelo cubre la almohada y sus piernas están enredadas con las mías. Espero la inquietud, el rechazo o el pánico que debería estar sintiendo, pero no llega. Quiero esto y no sé cómo carajo ha sucedido.

Ayer en cuanto la palabra amo salió de su boca supe que se había rendido, que era mi oportunidad de mostrarle un mundo lleno de posibilidades. Era mi turno de hacerle comprender que sus deseos más profundos no tenían nada de malo y que yo lo ayudaría a explorar esa parte de sí mismo.

—Buenos días — oigo que me dice con un susurro.

—Buenos días pequeño — le respondo acariciando la parte de su espalda que queda al descubierto.

—¿Hemos dormido aquí? — me pregunta incorporándose del todo.

—Sí — le respondo con una sonrisa.

—¿Juntos? — me interroga sin atreverse a mirarme.

La sábana que lo cubría se ha movido cuando ha querido sentarse y eso me deja una visión increíble. Toda la piel sedosa y bronceada de mi pequeño en exposición solo para mí. La curva de su espalda baja que termina en ese impresionante trasero, hace que la saliva se me acumule en la boca. Trago con dificultad y lo miro directamente a los ojos.

Y todo lo que allí veo me deja sin palabras. Miedo, anhelo y entrega, todo envuelto en el paquete más hermoso que jamás hubiese soñado.

—A partir de ahora dormiremos juntos, si te parece bien — le digo como si ese no fuese un paso muy importante para mí.

Sus ojos se abren en una expresión de estupor completo. No esperaba esa declaración y supongo que está digiriéndola.

—¿Puedo hablar con libertad, amo? — me pregunta.

—Por supuesto — dejo que me pregunte lo que quiera.

—¿Has dormido con tus otros sumisos?

—No.

—¿Y por qué conmigo sí?

—No eres un sumiso cualquiera. Necesito sentirte todo el tiempo, cada segundo que pueda estar contigo quiero disfrutarlo al máximo. Nunca he querido eso con nadie — le soy lo más sincero que puedo en estos momentos.

—¿Es por qué piensas que me arrepentiré de hacer esto contigo? 

—No es eso Pete, de verdad.

— ¿Cambiaría algo entre nosotros si firmo ese contrato? ¿No querrás dormir conmigo si tienes la seguridad que te aporta ese papel?

Carpe Diem [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora