VEGAS
Los días pasan, se vuelven rutinarios y por primera vez en mi vida me da exactamente igual. Tengo todo lo que necesito para ser feliz; Pete cuando me acuesto y Pete cuando me levanto.
Mis heridas han curado y mañana es la boda de Kinn y Posche. Ellos son el claro ejemplo de cómo una relación empezada de la manera menos convencional posible, puede convertirse en algo fuera de lo común, en algo sólido que puede arrasar con todo a su paso.
Pete sale de la ducha completamente mojado, dejando que su pelo gotee sobre su precioso pecho. Su piel blanca brilla bajo las luces de la habitación. No puedo quitar mis ojos de él, y mi entrepierna está de acuerdo conmigo. Llevamos un par de semanas viviendo, prácticamente juntos y ya creo que es suficiente espera.
Me levanto de nuestra cama y lo cargo en mi hombro como un saco. Un grito juguetón sale de su boca y después me pregunta donde lo llevo.
—Tenemos tiempo perdido que recuperar— le digo abriendo la puerta tachonada de plata y dejándolo de pie en la entrada.
Los ojos de Pete brillan de anticipación. He aprendido a ver las señales en sus orbes oscuros, cuando necesita que me convierta en el ser dominante que lo lleve hasta el cielo. Y ahora es ese momento.
Pete se quita el pantalón que lleva, lo dobla con cuidado y lo deja sobre la cómoda. Acto seguido se arrodilla frente a mí en posición inicial. Su mirada en el suelo y sus manos sobre los muslos.
Me tomo un segundo para recrearme en la hermosa imagen que mi sumiso me regala. Cada vez que se somete a mi mando, cuando lo abrazo sabiendo que es todo mío, es como la primera vez que me dijo la palabra amo. Mi piel se enciende y mi corazón vuela tan alto que no sé si alguna vez volverá a mí.
—Esto no debe separarse de tu cuello, eres solo mío, y todos deben saberlo— le digo sacando su collar de mi bolsillo y rodeando su cuello con él.
—Sí, amo— me dice tocando el diamante en forma de corazón con suavidad.
Entonces del otro bolsillo saco mi sorpresa de hoy. Lo he pensado mucho, durante mi tiempo en el hospital y después de eso. Nunca he sentido que he pertenecido a nadie, nunca he deseado pertenecerle a otra persona. Pero tengo en mi pecho latiendo un amor, que solo quiere dar, que solo quiere regalarle a alguien todo lo que soy. Y ese alguien es Pete Pongsakorn Saeghtam.
—Levántate— le ordeno y él obedece inmediatamente.
Mi pequeño sumiso me mira incrédulo. Su mirada va desde el collar, gemelo del suyo, a mis ojos y vuelta.
—Vegas... amo, yo...— balbucea y es tan adorable esa cara de felicidad, que hace que valga la pena todo lo que hemos pasado hasta ahora.
—Pete, he creído que es justo que yo también tenga algo que grite al mundo que mi corazón pertenece al ser más impresionante que he conocido— le digo tendiéndole el collar para que me lo ponga.
El lo toma en sus manos con cuidado y lo abrocha en su sitio. Pensé que el peso que me diera este collar me dejaría sin respiración, pero no es así en absoluto. Al contrario de lo que creía, este gesto me libera, me da alas para amar sin reparos a mi precioso ángel redentor.
—Te amo Pete— le confieso por primera vez, cara a cara.
—Y yo a ti— me contesta y un segundo después sus labios aterrizan en los míos exigiéndome que los devore y eso hago.
—Te he echado de menos, mucho, por lo que hoy será algo especial— le susurro al oído.
—Sí, amo— me contesta.
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Carpe Diem [Adaptación]
FanfictionPete necesita algo en su vida, algo que lo saque del letargo en el que está sumido después de la muerte de su único amor. Vegas siempre ha tenido el control, en todos los aspectos de su ajetreada vida, pero hace mucho que no disfruta de un verdader...