Carpe Diem [Adaptación]

IX

PETE

Una suave melodía me despierta de mi sueño reparador. Me siento en la cama un poco desorientado, la sesión de anoche fue muy intensa y no me acuerdo ni siquiera como acabé limpio y con una camiseta de Vegas.

Abro la puerta despacio para no hacer ruido y bajo a mi sala segura, hay alguien tocando el piano. La puerta está cerrada y apenas puedo saber que canción es, me pregunto si hay alguien más viviendo en esta casa, quizás un huésped de Vegas. Después de pensármelo decido abrir un poco la puerta y espiar a quien sea que está en mi sala segura. Al fin y al cabo esta sala es mía los fines de semana y tengo derecho a saber quién hace uso de ella.

Entreabro un poco la puerta y es Vegas quien está sentado al piano. No tiene puesta su camiseta, simplemente unos pantalones de chándal cubren su precioso cuerpo. Su postura es muy buena y sus manos acarician el teclado con suavidad. Esas manos suyas son muy sexys y talentosas. Entro en la habitación sigilosamente y entonces me doy cuenta de algo que no había visto hasta ahora. Vegas tiene un tatuaje enorme en su espalda, una carpa remontando el río que se convierte en un dragón al llegar a la parte superior. Es totalmente hermoso, el trazo suave de la carpa se convierte en algo fuerte y colorido cuando aparece el dragón.

Me doy cuenta de que en todo este tiempo no he podido ver con claridad el cuerpo de Vegas. Siempre es él el que me tiene a su merced, pero ahora puedo descubrir nuevas facetas de él sin que me vea, y puedo decir que es lo más sexy que he visto en mucho tiempo.

En Vegas se mezcla la fuerza, el poder y la dominación con la ternura, la calidez y el talento. Me gustaría poder llegar a conocerlo de verdad, más allá de ser su sumiso, pero no sé si está dispuesto a eso, y sinceramente no sé si yo estoy preparado para ello.

Estoy disfrutando de su concierto improvisado cuando mi torpeza habitual me delata, me apoyo demasiado en una estantería y dejo caer un adorno al suelo con gran estruendo.

La música para de repente y él me mira como si lo hubiese pillado haciendo algo malo.

—Vegas, lo siento no quería interrumpirte, ya me voy — le digo dándome la vuelta para correr a mi habitación.

—No te vayas, esta es tu habitación segura, perdona por invadir tu espacio pero oyéndote tocar esta tarde he querido recordar lo que se siente— me dice.

Me acerco lentamente y me siento junto a él en el banco del piano.

—¿Quién te enseñó a tocar el piano? — le pregunto acariciando las suaves teclas blancas.

—Mi madre era una gran amante de la música, ella me enseñó lo básico, pero lo que me gusta realmente era escucharla tocar—me responde.

—¿Dónde está ella ahora? — me atrevo a preguntarle.

—Vive en el norte con mi hermano, esta casa era de mi abuelo materno, la heredé cuando él murió. Después añadí el anexo donde están mi habitación y mi despacho. En esta sala solía ensayar cuando era niña, según me ha contado — me resume.

—Ya veo, es una sala muy especial— le digo pegándome un poco más a él.

—¿Quieres que toquemos algo juntos?— me pregunta.

—Claro— le digo y pongo mis manos sobre las teclas empezando una canción que sé que conocerá.

Sus manos siguen el ritmo, cierra los ojos y se deja llevar por las sensaciones, es tan hermoso verlo así y sospecho que no es habitual. Dejo de pensar y me relajo yo también. Nos movemos en sincronía, es como hacer el amor suavemente poniendo todos los sentidos en ello. A medida de que la melodía asciende siento ese poder emanando de él, es fuerte y confiable, la sensación de que podría dejarme caer, que siempre estaría para recogerme me encoje el corazón. Sus manos rozan las mías cuando coinciden en la misma nota, chispas de pura lujuria saltan por todos lados, esto es tan caliente que siento mi cuerpo arder. Poco a poco la canción llega a su fin y cuando la última nota suena Vegas me mira, cierra la tapa del piano y me coge en brazos posándome sobre ella. Su mano derecha recorre mi pecho con suavidad, mientras que con la izquierda me mantiene sujeto contra la superficie pulida del piano, es muy erótico.